Federico y Manucho se escriben

Hooola, Manucho, ¿cómo andás, mi viejo? Te mando una foto de la camioneta que le compré a Juan Cruz. Lavándola está Cristina. ¿Te acordás que te conté que iba a contratar a una para llamarla Cristina para tenerla cagando todo el día? Bueno, esta se llama Marta pero aceptó que le cambiáramos el nombre. El nombre laboral, digamos, no? Como los gatos, no? Que se llaman Elsa pero se rebautizan Wanda, Vanesa, Yiyí. Está chocha con la ropa que le dimos. Y, mientras plancha la dejamos ver un poco de las novelas mexicanas y las primeras actrices se visten así. Viste como son los mariachis. Resulta que la sirvienta era la hija del patrón pero no lo sabía hasta que se acostó con el hermano. A ellas les encanta porque son los pobres que pasan de un día para otro a ser como uno, aunque como uno no serán nunca. Seguirán siendo como ceros. si, se hacen querer, casi por todos. El perro la mordió un par de veces... Un Rotweier tenemos, pero con un par de vacunas anda como nueva. Las botas se las pusimos porque Tommy siempre le quiere agarrar los tobillos. No sabés como barre con el perro al lado. Después le muestro que le sacamos una foto así se la lleva a los chicos y se da dique por el barrio.

Giran Los Beatles


Me subo al taxi y escucho a Los Beatles. “Estos pibes suenan muy bien. Tienen futuro”, comento.
-Pensar que un sello les dijo que no servían para nada…-me responde el taxista.
Y el disco sigue girando.  Entonces cuenta.

Trabajé en EMI, en el principio de los 70. Cientos de miles de discos de estos monstruos pasaron por mis manos. Los hacíamos con el vinilo caliente y la prensa, les poníamos también las etiquetas. Mis hermanos y yo inventamos un método que producía el 50 por ciento más de discos que la competencia. Durante dos meses le insistí a un pibe que laburaba con nosotros para enseñarle el sistema. Siempre se negó. Un día quiso hacerlo por su cuenta y la prensa le agarró la mano. Solo atiné a cortar el agua caliente para que no lo quemara vivo porque cortar el proceso de la máquina era imposible. Le quedó la mano plana como los discos. Dos meses estuve insistiendo para enseñarle.

En los pasillos, un jefe francés que compartía el almuerzo conmigo me preguntó si pensaba quedarme en la empresa. Le dije entusiasmado: Si, claro. Entonces me explicó: vas a trabajar 25 años acá y cuando te vayas te vamos a dar un reloj de oro, después de haberte quitado la sangre de tu mejor época. Sentí que la prensa había vuelto a bajar pero ahora sobre mí. Y entonces fui a la oficina de personal y renuncié.

Todos creyeron que estaba loco. Empecé a trabajar por mi cuenta, me endeudé para comprar mi primer camioneta y llegué a tener una gomería Firestone con las mejores flotas de transporte como clientes. Al final del alfonsinismo, la hiperhinflación y la empresa, que se fue debiendo 10.000 millones de dólares, me dejaron en la lona. Tuve que vender todo para pagar. Cuando estaba por hacer la transferencia en el banco para la compra de un departamento para mi mujer, me quedé  encerrado adentro del banco con el corralito. No podía creer que me pasaran todas. Pude hacer la transferencia y rescaté la plata. Era el taxi o el techo. Elegí bien, compré el departamento.

Cuando le pagué me dijo: Gracias por escucharme.

La vida es como los viejos discos de pasta. Y dentro del taxi Los Beatles seguían girando.

No podía ser mejor


A fines de los 80 y principio de los 90, en salas como Liberarte, Oliverio Mate Bar, El Bululú, Remember, Bar el Taller, El Pozo Voluptuoso, El Vitral, Museorock, Después de hora y otras, se veían espectáculos distinguidos. La distinción la conferían la estética, la temática y el bajísimo presupuesto de producción.

Los elencos de aquellos distinguidos espectáculos, rotaban en esos lugares. Y los nombres que aparecían interpretando sus rutinas en ellos, mudaban de un sitio a otro. Carlos Guarnerio, Eduardo Calvo, Pereira & Lumbardini, Alejandro Angelini, Diego Wainstein, Merpin, el Negro Vallejos, Hugo Fili, Marcelo D Andrea, El Bollini Club, Los Kelonios, Tuqui, Los Naftalina, Eduardo Poi, Los Ganzúa,  Los Kijotes, compartíamos camarines, escenarios, el café de algún bar de Corrientes y en noches de buenas gorras, el plato de pastas de Pipo.

Veinticinco artistas de esos grupos se juntaron una vez y armaron algo que se llamó El Comiclú, un espacio de comedia que ofrecía 5 rutinas por noche. Fue en la sala de ATE, en el año 1994 y sin que lo imagináramos se convirtió en una señal luminosa de lo que vendría años más tarde.

Muchos de estos tipos por afinidad humorística, por frecuencia emocional, se hicieron amigos. Con varios de ellos hemos compartido horas de risas y buen vino. La vida y las decisiones nos llevaron por caminos diferentes, pero anduvimos siempre transitando barrios parecidos. Algunos se afianzaron en el stand up, otros tomaron un sendero más próximo al mundo del teatro, pero conservando el mejor recuerdo de aquellas maratones donde salíamos de actuar en un lugar para ir a otro.

Hugo Fili cumplió años exactamente el miércoles 20 de agosto. En una sala que tiene algunos meses en Palermo, Sergio Lumbardini, su socio y escudero personal, organizó su cumpleaños invitando a amigos y humoristas desde aquellos primeros tiempos hasta hoy. La consigna era interpretar un chiste del homenajeado y hacer una rutina propia de cinco minutos.

Si resulta una tarea infructuosa narrar lo que sucedía en los camarines, imagínese, amigo lector, qué sucede con lo que se  ha visto en el escenario.

No se filmó, así que la palabra irrepetible se cumple de manera cabal. Queda  en el recuerdo de  quienes estuvimos esa noche en el escenario y los que tuvieron la fortuna de haberse decidido a ir.

Hay detalles que realzan el nivel del evento. Uno de ellos es la camaradería  y la  admiración por el trabajo de los colegas. El otro es que también probaron sus rutinas monologuistas que están haciendo sus primeras armas. Acá no hay temas de cartel. Si hacés reír, pertenecés al club.

Las imágenes son simbólicas. De aquellos viejos tiempos hay pocos registros. No existían las cámaras digitales ni los celulares que podés utilizar como filmadora o microondas para calentarte el sandwich.

Hubo algunos guiños internos para el homenajeado. Martín Rocco trajo chistes de un monólogo de Hugo que  tiene en VHS, instrumento paleolítico del 94, un vintage, según lo definió. Yo usé mi vestuario de médico cirujano como en los tiempos  en que compartíamos con Hugo  el escenario de El Bululú. Su amigo, Sergio Lumbardini, le regaló, además de la torta que preparó Déborah, esposa de Sergio, una rutina maravillosa de Jerry Lewis (uno de los ídolos de Fili) donde el maestro tipeaba una carta en el aire con una imaginaria máquina de escribir.


Fue una maratón, como aquellas, sin moverse de ese sitio. O moviéndose hacia el pasado y hacia el futuro como los grandes  novelistas.

Algunas del camarín