Desconectado
de Internet, de Whats apps, del celular, desprendido del ciberespacio, de la
redes en las que nos han atrapado como a los atunes y a los camarones.
En
una playa paradisíaca la gente no observa el mar ni el cielo. Clava sus ojos en
la pantalla de su Ipod, desenfunda sus palos de Selfie, para fotografiarse de
espaldas a las olas y de cara al Facebook de sus contactos, para decir “Estoy
aquí, este soy yo” de manera inmediata. “Observen mi suerte y mi felicidad”.
Una
chica de unos veinte años cabalga sosteniendo con el estrafalario invento su
celular y sonríe mirando hacia la pantalla.
La
tecnología ha traspolado las prioridades, cambiado los límites de afuera y
adentro, interior, exterior, público y privado.
La
felicidad es mayor si se publica on-line.