No le atribuyo a la Ira Divina, a las catástrofes ambientales ni al azar, los males que aquejan al Mundo.
La desigualdades entre ricos y pobres, la tasa de mortandad infantil, el analfabetismo, el terrorismo internacional, tienen sus responsables, tan eficaces como anónimos.
Ellos no ocupan bancas en los congresos ni sillones presidenciales, ni aparecen en los medios dando sus opiniones, son parecidos a los titiriteros, que desde bambalinas digitan con habilidad y precisión los movimientos necesarios para dar vida a cada escena y a cada escenario. No creo que sean mas de cien. Como no fueron cien los que idearon Las Cruzadas, La Santa Inquisición, la matanza de indígenas americanos, el Holocausto, las guerras de todos los siglos.
Cien.
Un número muy chico con un impacto muy grande.
Señores que no tienen Patria ni lugar establecido en el Mundo. Señores que colocan y sacan dictadores, carniceros, ministros de economía, planes de integración y desarrollo, capitales, personas, pueblos. Sutilmente impulsan a globalizar, a achatar la cultura popular, a ofrecerles pan y circo a la plebe, a alimentarles el morbo, la necesidad de consumo, el miedo, la violencia, a armarse hasta los dientes, a hacerles creer que eligen cuando eligen, a bombardearlos sutilmente con mensajes que se graban a fuego y fomentan racismo, discriminación y otras tantas atrocidades.
La historia bíblica dice que la delación de Judas costó 30 denarios. Mucho menos cuestan hoy otras traiciones.
La marcha del Mundo no me deja mentir. Magnicidios, revoluciones, contrarrevoluciones, golpes de estado, masacres, fueron gestadas por unas pocas mentes y unas pocas monedas.Una inversión, como hoy denominan los grupos económicos, una inversión que redunda en otras increíbles ganancias a corto y a largo plazo.
Te invito a leer el diario y fijarte en las cuarenta primeras páginas cuántas buenas noticias lees. Quizás pienses como yo que las treinta monedas de plata siguen dando vueltas.