Piloto de Pruebas


Yo no llegué a la Fórmula 1 de casualidad. Yo me hice de abajo, bien de abajo. Empecé en la fosa del taller mecánico de Tito Sparza en Trenque Launquen cuando tenía 16 años. Don Tito, me vio condiciones como ayudante de taller y me dijo: "Pibe, vos tenés alma de tuerca". Y allí nomás, me puso a clasificar todas las tuercas que se necesitaban para trabajar en la fosa.
Don Tito quiso incursionar en la publicidad de su taller en las carreras y compró un karting destrozado que empezamos a trabajar de a poco.
Corrí en Gral Pico piloteando el karting sin clasificar. Como le habían puesto un cartel demasiado grande en la trompa, los jueces no aceptaron que compitiera, pero se arregló para que corriera sin puntaje. La idea era que se viera la publicidad del taller por lo menos cuatro vueltas. Giré una y media, casi una y tres cuartos, cuando el cartel se desprendió por efecto del viento, me pegó en la cabeza y seguí de largo en una curva. Me frenaron dos eucaliptos. Quisieron hacerme juicio, pero nadie declara estando en coma. La causa prescribió.
Un mal entendido cuando manipulaba el crique sobre el que estaba montado un camión nos dejó a todos sin trabajo. Al velorio de Don Tito yo fui igual, porque lo quería desde chico y fue un honor trabajar con él.
No pasó mucho tiempo y gracias a un chivo bien preparado llegué a Turismo Carretera. El chivo lo asamos con mi primo Tomás en la Carrera de Balcarse y el gran Flaco Traverso, cuando lo probó, no dudó en hacerme un lugar en su equipo.
Cuando había dudas con el tren delantero, lo probaba yo. Cuando creían que el auto se desintegraría, lo probaba yo. Muchos opinaban "No sabe lo que es el miedo". El flaco decía "No tiene conciencia".
Gané mi fama con los trompos. Conseguía buena madera y como tenía una prima que se daba maña para pintarlos durante una época corta hicieron furor.
Gracias a conocidos en el ambiente, me colé en un Gran Premio de Interlagos. Cerca de los boxes, y pidiendo permiso, me saqué una foto arriba de un Minardi. Algún distraído me acercó el casco y con el casco puesto no te reconoce ni tu vieja. El auto se puso en marcha y yo salí echando chispas.
El auto alcanzó las 5000 revoluciones a los quinientos metros, que fue todo lo que duré arriba del monoplaza antes de que el auto hiciera un trompo, la vertical y una vuelta carnero estrellándose contra un cartel de Pepsi.
El video recorrió el Mundo, incluyendo el momento en que me sacan los bomberos. La fama fue total y Coca Cola pagó una fortuna para utilizarlo como publicidad contra su competidor.
Mi vieja me llamaba todos los días para que volviera y mi novia estaba con el corazón en la Boca. En la Boca, en un baile, conoció a un chico del que se enamoró perdidamente.
Yo seguí dando notas para distintos medios. Me filmaban manejando y un instructor mirando a cámara corregía todos los errores.
Otro crique me jugó la segunda mala pasada de mi vida en Montecarlo. Estaba mostrando como se cambia una cubierta, se me zafó la palanca cuando lo levantaba y el Porsche 750 se fue calle abajo hasta el lago. Fueron mis últimos minutos de fama.
Mi último trabajo fue a bordo del Audi de un jeque árabe llevando a su mujer a una casa de verano. Algo le pasaba a los frenos y en un momento el volante quedó sin respuesta. Me hizo acordar al volante de los autos que había en la calesita de Trenque Lauquen.
Tengo todas las revistas donde salieron mis notas y un recuerdo de los hospitales donde me recuperé.
Mi hermana Teresa hoy arregla la agenda y las entrevistas. Las compañías de seguro me tienen como imagen en todas las publicidades. Mi hermano Martín, otro amante de los fierros y de las promotoras de TC, está escribiendo mi biografía: "Un volante, un poste de alumbrado".