Se rasca la barba
perturbado
y en esta confusión
parece un niño
que no puede dormir sin
su juguete
que no puede jugar con
el destino.
Desde tiempo inmemorial
revuelve los papeles,
intuye que un error
provoca el descalabro,
una centésima aquí,
alguna coma equivocada,
resulta una cifra astronómica
en el Cosmos.
No lo dejan dormir las
mil tragedias,
las guerras fraticidas,
las infamias,
las muertes inocentes,
los traidores,
el hambre, los enigmas,
las mordazas.
Se pierde entre apuntes y notas con detalle,
Lo desconsuela el tiempo
y la nostalgia,
Lo distrade de la
vida y los llamados suplicantes
ese error terrible que
no encuentra.
No llora.
No reza.
No implora.
No tiene a quien consultar
ni recurrir.
Dios siempre está solo