Me subo al taxi y
escucho a Los Beatles. “Estos pibes suenan muy bien. Tienen futuro”, comento.
-Pensar que un sello
les dijo que no servían para nada…-me responde el taxista.
Y el disco sigue
girando. Entonces cuenta.
Trabajé en EMI, en el
principio de los 70. Cientos de miles de discos de estos monstruos pasaron por
mis manos. Los hacíamos con el vinilo caliente y la prensa, les poníamos
también las etiquetas. Mis hermanos y yo inventamos un método que producía el
50 por ciento más de discos que la competencia. Durante dos meses le insistí a
un pibe que laburaba con nosotros para enseñarle el sistema. Siempre se negó.
Un día quiso hacerlo por su cuenta y la prensa le agarró la mano. Solo atiné a
cortar el agua caliente para que no lo quemara vivo porque cortar el proceso de
la máquina era imposible. Le quedó la mano plana como los discos. Dos meses estuve
insistiendo para enseñarle.
En los pasillos, un
jefe francés que compartía el almuerzo conmigo me preguntó si pensaba quedarme
en la empresa. Le dije entusiasmado: Si, claro. Entonces me explicó: vas a
trabajar 25 años acá y cuando te vayas te vamos a dar un reloj de oro, después
de haberte quitado la sangre de tu mejor época. Sentí que la prensa había
vuelto a bajar pero ahora sobre mí. Y entonces fui a la oficina de personal y
renuncié.
Todos creyeron que
estaba loco. Empecé a trabajar por mi cuenta, me endeudé para comprar mi primer
camioneta y llegué a tener una gomería Firestone con las mejores flotas de
transporte como clientes. Al final del alfonsinismo, la hiperhinflación y la
empresa, que se fue debiendo 10.000 millones de dólares, me dejaron en la lona.
Tuve que vender todo para pagar. Cuando estaba por hacer la transferencia en el
banco para la compra de un departamento para mi mujer, me quedé encerrado adentro del banco con el corralito.
No podía creer que me pasaran todas. Pude hacer la transferencia y rescaté la
plata. Era el taxi o el techo. Elegí bien, compré el departamento.
Cuando le pagué me
dijo: Gracias por escucharme.
La vida es como los
viejos discos de pasta. Y dentro del taxi Los Beatles seguían girando.