A fines de los 80 y
principio de los 90, en salas como Liberarte, Oliverio Mate Bar, El Bululú,
Remember, Bar el Taller, El Pozo Voluptuoso, El Vitral, Museorock, Después de
hora y otras, se veían espectáculos distinguidos. La distinción la conferían la estética,
la temática y el bajísimo presupuesto de producción.
Los elencos de
aquellos distinguidos espectáculos, rotaban en esos lugares. Y los nombres que
aparecían interpretando sus rutinas en ellos, mudaban de un sitio a otro.
Carlos Guarnerio, Eduardo Calvo, Pereira & Lumbardini, Alejandro Angelini,
Diego Wainstein, Merpin, el Negro Vallejos, Hugo Fili, Marcelo D Andrea, El
Bollini Club, Los Kelonios, Tuqui, Los Naftalina, Eduardo Poi, Los Ganzúa, Los Kijotes, compartíamos camarines, escenarios, el café de algún bar de Corrientes y en
noches de buenas gorras, el plato de pastas de Pipo.
Veinticinco artistas
de esos grupos se juntaron una vez y armaron algo que se llamó El Comiclú, un
espacio de comedia que ofrecía 5 rutinas por noche. Fue en la sala de ATE, en
el año 1994 y sin que lo imagináramos se convirtió en una señal luminosa de lo
que vendría años más tarde.
Muchos de estos tipos
por afinidad humorística, por frecuencia emocional, se hicieron amigos. Con
varios de ellos hemos compartido horas de risas y buen vino. La vida y las
decisiones nos llevaron por caminos diferentes, pero anduvimos siempre
transitando barrios parecidos. Algunos se afianzaron en el stand up, otros
tomaron un sendero más próximo al mundo del teatro, pero conservando el mejor
recuerdo de aquellas maratones donde salíamos de actuar en un lugar para ir a
otro.
Hugo Fili cumplió
años exactamente el miércoles 20 de agosto. En una sala que tiene algunos meses
en Palermo, Sergio Lumbardini, su socio y escudero personal, organizó su
cumpleaños invitando a amigos y humoristas desde aquellos primeros tiempos
hasta hoy. La consigna era interpretar un chiste del homenajeado y hacer una
rutina propia de cinco minutos.
Si resulta una tarea
infructuosa narrar lo que sucedía en los camarines, imagínese, amigo lector, qué
sucede con lo que se ha visto en el
escenario.
No se filmó, así que
la palabra irrepetible se cumple de manera cabal. Queda en el recuerdo de quienes estuvimos esa noche en el escenario y
los que tuvieron la fortuna de haberse decidido a ir.
Hay detalles que
realzan el nivel del evento. Uno de ellos es la camaradería y la
admiración por el trabajo de los colegas. El otro es que también
probaron sus rutinas monologuistas que están haciendo sus primeras armas. Acá
no hay temas de cartel. Si hacés reír, pertenecés al club.
Las imágenes son
simbólicas. De aquellos viejos tiempos hay pocos registros. No existían las
cámaras digitales ni los celulares que podés utilizar como filmadora o
microondas para calentarte el sandwich.
Hubo algunos guiños
internos para el homenajeado. Martín Rocco trajo chistes de un monólogo de Hugo
que tiene en VHS, instrumento
paleolítico del 94, un vintage, según
lo definió. Yo usé mi vestuario de médico cirujano como en los tiempos en que compartíamos con Hugo el escenario de El Bululú. Su amigo, Sergio
Lumbardini, le regaló, además de la torta que preparó Déborah, esposa de
Sergio, una rutina maravillosa de Jerry Lewis (uno de los ídolos de Fili) donde
el maestro tipeaba una carta en el aire con una imaginaria máquina de escribir.
Fue una maratón, como
aquellas, sin moverse de ese sitio. O moviéndose hacia el pasado y hacia el
futuro como los grandes novelistas.
Algunas del camarín