Primero
fueron los bancos, la bolsa de valores y las tarjetas de crédito, los que
digitalizaron y convirtieron en virtual al dinero constante y sonante. En un
orden prioridades, lo primero es lo primero.
Luego
las redes sociales acortaron la distancia entre los Polos y transformaron en
inmediata la comunicación entre dos puntos, cuando hasta hace unos pocos años
atrás, demandaba días.
Hoy
nos previenen que nuestras pequeñas joyas tecnológicas, como los seres vivos
que las usan, pueden estropearse. Resulta conveniente asegurar nuestros
archivos importantes, nuestras agendas, nuestras instantáneas de viajes
inolvidables, nuestros recuerdos, subiéndolos a la red para contar con ellos
cuando los necesitemos, así, al instante, en nuestros móviles, siempre al
alcance de la mano.
Llegará
el día en que resultará imperioso subir a la nube nuestro amor y nuestra ira,
nuestra gratitud y nuestro desprecio, nuestras virtudes y miserias, para
descargarlas en el momento preciso, en el lugar real donde nos encontremos.