Tiempos
difíciles, verdad? La gran incertidumbre nos corroe cuando algo nuevo y
aterrador nos persigue. Algo que no vemos a simple vista, algo que tiene un
nombre pero que se instala en nosotros sin aviso durante unos días. Y de
pronto, pum, hace su aparición fulminante y algunas veces letal.
Los
científicos han bautizado a este virus hace meses y ya camina solito por el
mundo. Lo que éste pone en evidencia es un sistema perverso que deja a la
intemperie con sus reglas de supervivencia a los más débiles.
Esto
sucede desde que el mundo es mundo. Desde que la tierra que Dios creó para los
hombres comenzó a parcelarse, cercarse y amurarse. Desde que existen los
ducados, los condados y los reinos. La misma Iglesia que pregona que el Supremo
creó este paraíso perfecto para nosotros, también se sumó a la fiebre de marcar
y remarcar lo que le pertenece, de asentar su posesión sobre un bien común a
todos como una monarquía más.
Se
abolió la esclavitud pero no se terminó con el amo. El amo sigue mandando a una
multitud de esclavos que se creen libres, que viven con la ilusión de que
pueden decidir, que mueren en guerras que estos pobres, caídos del sistema,
guerras que jamás declaran pero por las que contra su voluntad luchan.
Cinco
familias juegan al ajedrez con el tablero del mundo y quien escribe, como vos,
forma parte del numeroso grupo de peones. Alfiles, torres, reyes, damas, tienen
otra jerarquía dentro del tablero pero son movidos por las mismas manos.
El
virus puso a la luz quienes pueden vivir y quienes no, quienes están en
condiciones físicas de aislarse, quienes permanecen a la intemperie.
Durante
muchos años miramos con horror el canibalismo de ciertas tribus africanas. El
virus puso a la luz que Occidente también lo practica, lo legaliza y lo
estimula en todas sus formas.