Dedicado a Jacqueline Denise Alcántara quien inspiró la historia
Todas las mañanas durante meses lo vio sentado cerca
del puesto de libros ubicado a pocos metros de la facultad de arquitectura de
San Pablo. Todas las mañanas lo encontraba bebiendo su café, conseguido sin
mendigar, porque dentro de su condición de hombre de la calle, su altivez y sus
modales infundían respeto. Alguien de aquellos transeúntes diariamente le cedía
o le convidaba un café.
Sentado frente a un edificio imponente su imagen
cobraba otra dimensión que solo captaban las almas sensibles. Ella pensó
durante días pedirle que posara para un cuadro que ya había bocetado en su
imaginación pero temió ofenderlo y decidió
pintarlo a una distancia conveniente para no ser observada por su
modelo.
El trabajo le llevó semanas y el tiempo invertido en
él se dividió entre las horas de la mañana frente a la facultad y otras en la
intimidad nocturna de su pequeño atelier. Le demandó mucha dedicación, tuvo que
descartar, retocar, eliminar, volver a pintar trabajos que llevaron horas para
poder reflejar el espíritu que irradiaba el protagonista, la chispa de vida que
trascendía su condición de mendigo. Su mirada observando a la gente que pasaba
presurosa a su lado reflejaba una puja interior entre su realidad actual y los
recuerdos de mejores tiempos.
Ella era una artista cabal sin fama ni
reconocimiento mediático. La inspiración de la obra encendió nuevamente las
ganas de pintar que tenía adormecidas. Trabajó sobre las manos del modelo, el
viejo sacón color habano y su expresión hasta que estuvo satisfecha.
El cuadro fue presentado en un concurso nacional y
obtuvo el primer premio. La notificación del logro le llegó por correo postal anunciándole
que sería exhibido en la sala Magna de la universidad. Esperó la fecha con una
idea que se disparó en su mente cuando terminó de leer la esquela con membrete
oficial. Iría a buscar a su modelo, al protagonista del cuadro y lo llevaría
frente a su obra para contarle la historia y su proceso.
Llegó a la feria de libros con el ritmo que impone
la ansiedad. No lo halló en el lugar de siempre pero supuso que su ansiedad le
jugó una mala pasada y estaba adelantada a la hora en que siempre lo
encontraba. Esperó en vano hasta el mediodía. Al día siguiente volvió a la
feria y tampoco lo vio. Les preguntó a los vendedores de libros. No habían
vuelto a verlo. Recorrió las calles aledañas pensando en que había elegido otro
sitio para pasar el día. Lo buscó en vano.
Unos meses después la artista se encontró con una
amiga que no veía hace tiempo en los pasillos de la facultad y la chica la
felicitó por la obra, que acababa de verla hacía unos minutos, que le gustaría
hacerle algunas preguntas sobre la técnica y la imagen que proyectaba el
lienzo.
Hicieron unos metros y se detuvieron frente al cuadro exhibido en
la sala principal de la facultad. Para sorpresa de la pintora tampoco estaba allí el mendigo que ella había
retratado.