Espantó la pesadez húmeda de la tarde con un ademán brusco de
su mano derecha como si se tratara de un molesto moscardón. Con la noche encima
tuvo la paciencia de contar las estrellas y al clasificarlas les resultaron tan
poco creíbles como insuficientes. Este trabajo de creador y de Dios, de
responsable de todas las cosas tenía momentos como éste en el que el tedio
nubla las decisiones importantes. Entonces, furioso como una tormenta, arrancó
la hoja de la máquina de escribir de un solo tirón para arrojarla en el cesto
de basura y dedicarse de lleno a hacer un crucigrama que tanto lo apasionaba.