En su novela “El nombre de la rosa”, Humberto Eco
cuenta una historia sobre misteriosos crímenes ocurridos en una abadía de
Italia. En los diálogos y discusiones entre distintos personajes aparecen
nombres que me propuse investigar para entender los límites entre la ficción y
la realidad.
Hubo un tiempo en que los franciscanos, divididos en
distintas órdenes, se opusieron al rol que había tomado la iglesia en su
disputa con reyes y emperadores por poder y riquezas. Los franciscanos,
siguiendo los preceptos de su guía espiritual, de su renuncia a las riquezas
terrenales, embanderados en la pobreza de Cristo y sus apóstoles, se
enfrentaron a Papas y Obispos. Uno de ellos fue Fray Dulcino, quien huyó de
Aviñón donde se había establecido la sede papal para establecerse en Italia.
Las bases de sus ideas eran:
·
La oposición a la jerarquía eclesiástica y la
conversión de la iglesia a los ideales de pobreza y humildad.
·
La oposición al sistema feudal
·
La liberación de los hombres de cualquier restricción.
·
La organización de una sociedad igualitaria, de ayuda
y respetos mutuos, basada en la propiedad comunitaria y en la igualdad de los
sexos.
Fray Dulcino y sus diez mil seguidores se enfrentaron
al poder feudal y el de los obispos cometiendo actos de pillaje y quema de
propiedades, entre ellas,
iglesias en las campiñas de Valsesia,. El Papa Clemente V despachó desde Aviñón
una cruzada y fueron cercados y derrotados en el Monte Rubello.
El inquisidor Bernardo Gui presidió el juicio a Fray
Dulcino, su mujer Margarita y su lugarteniente Longino di Bérgamo. Fray Dulcino
fue obligado a presenciar los tormentos que la Inquisición aplicó a Margarita y
luego fue torturado durante días en forma pública. Antes de arrojarlo vivo a la
hoguera le arrancaron los testículos con una tenaza.
De la historia se desprende la iglesia que conocemos
hoy, con sus jerarquías intactas, con su propio estado, sus riquezas, sus
fondos en bancos y entendemos quiénes prevalecieron en una discusión que poco
tiene de religiosa.
La historia política del mundo no es muy distinta. Modelos exitosos de organización social, pensadores rebeldes al sistema capitalista, mártires, son sepultados de manera sistemática en el olvido. De vez en cuando algún filósofo, un escritor o un novelista los rescata del polvillo que durante años cayó sobre ellos.