Cada tanto, mi hermana Teresita, reflota una
anécdota familiar.
Para conmemorar un Día de la tradición, en la
escuela le pidieron un dibujo alusivo. Preocupada por su tarea me consulta.
-No sé si sabés que el dibujo es uno de mis
grandes talentos-le dije con aire de misterio.
Ante tamaña presentación me pidió que dibujara
algo en su cuaderno.
-Ahora no tengo muchas ganas…
Y allí comenzó una cadena de ruegos en continuado.
Y yo que seguía en mis trece hasta último momento. Entonces le pedí el cuaderno.
Cuando vio la obra terminada no sabía si llorar o
asesinarme.
Fui a comer con una amiga y su pareja le pidió que
en honor a su padre dibujásemos en el mantel de Pipo algo, respetando una tradición paterna que cuando se reunía con alguien, para plasmar su alegría y en homenaje, hacía germinar imágenes
maravillosas sobre el mantel de papel.
Volví a recurrir a mi caballo.
Mi hermana sostiene que es mucho mejor que el que
dibujé cuando ella era una niña.
No quise explicarle que el arte y el artista
evolucionan hermanados y en forma paralela.