Solemos viajar a lugares fantàsticos, armados con càmaras fotogràficas y la voracidad necesaria para deglutir por la lente todo lo que intentamos digerir por los ojos.
Hace unos cuantos años, en una magnìfica revista llamada Expreso Imaginario, en un reportaje a Atahualpa Yupanqui, el periodista le preguntaba què era la cultura. El viejo hizo una pausa como un silencio de redonda y contò una anècdota.
“Estaba tocando en los cerros para un grupo de arrieros, era el monte y mi pequeña voz y mi guitarra. Uno de los embelesados espectadores tenìa una chala (cigarrillito armado a mano) entre los dedos y la brasa ya le comenzaba a hacer una llaga, pero esperò a que Atahualpa terminara de tocar para arrojarla. ¿Se quemò? –le preguntaron. Casi... respondiò.
No quiso arrojar la chala para no interrumpir el clima. Eso es cultura”
Mi hija viene del Norte, de un viaje de 47 dìas por varias provincias. Estuvo en territorio indìgena, en pueblos a los que no rastrea el GPS ni el satèlite, en rìos torrentosos como la sangre de la tierra misma y a los que hay que cruzar por desfiladeros varias veces, de ida y de vuelta para llegar a destino. Pasò por Pumamarca, Yavi, Cafayate, La Quiaca, Tafì Viejo, tierra cercana a donde naciò su abuela paterna. En la pequeña plaza de Amaicha se cortò su larga cabellera, la metiò en la mochila y la enterrò en San Isidro. Y ella cuenta a su manera: Me lo cortó la Cordobesita, en Amaicha, sentadas en la plaza... está cortito, me gusta... la última vez que me bañé me zarpé con el shampoo... jajaja.Voy a enterrarlo cuando pueda, en algún pedacito de tierra, intentando desprenderme aunque sea un poco, con esa parte de mi, de todas las cosas que ya no quiero, que no me ayudan a seguir creciendo y a ser feliz. En ese momento también van a estar conmigo, soltando el pelo, y dandome la mano.
Mi hija volviò ayer a la noche y entrò a casa tocando un charango que habìa comprado en Bolivia. No llevò càmara de fotos para este viaje. La cultura se la trajo puesta.