Ilustración: Darío Parissi
No sé vos. Pero últimamente me levanto sintiendo que cargo con
cien kilos en cada pie, y los arrastro hasta el baño para ir a enjuagarme la
cara y probar si se me pasa, pero no.
Siempre he puesto mucho
empeño en mantener el delicado equilibrio entre mi trabajo de todos los días, el
que genera el dinero con el que pago las cuentas, y todo aquello que tenga que
ver con la creación.
Trato de escribir todos
los días. No lo logro siempre. Después de cargar con los doscientos kilos
durante la jornada me cuesta quitarle el capuchón a la pluma estilográfica,
encender la máquina, abrir el borrador de apuntes, enchufar el TASCAM.
Algo me pasa en la calle
durante el día que me agrega peso a lo que ya llevo. Observo a la gente y la
veo mal, como hacía mucho no la veía. Supongo que quizás tengan una sensación
parecida a la mía. Se están quedando sin ganas, sin fuerzas o sin nafta.
No pude ingresar en la
filosofía del “Sálvese quien pueda” ni desenchufar los sentimientos cuando veo
familias en la calle, con niños, buscando en la basura.
No puedo ni consigo
abstraerme de lo que sucede en este país ni en el mundo en general.
Hace algunos años,
teníamos la secreta esperanza de emigrar a otros lugares donde las condiciones
sociales eran mejores. Eso ya no existe. No solo porque nuestras edades son
otras sino también porque el mundo que imaginábamos ha cambiado tanto y muchos
países se parecen entre sí.
Nos están arrastrando.
Nos están llevando a los
límites, nos prueban para ver hasta dónde llegamos, hasta donde da el
exprimidor.
Cualquiera podría pensar
que exagero y puede ser que esta lectura pesimista sea producto de un estado de
sensibilidad latente, pero las últimas noticias en Brasil me han quitado mucha
energía.
Todo lo que hace nuestro
gobierno me cae mal. Los veo y no soporto su cinismo, su hipocrecía, su
voracidad para quedarse con todo.
Todos mis amigos saben
que no los voté ni los votaré jamás. Porque tengo conciencia de clase y
polìtica y como lo expresé por escrito hace tres años, todos estos tipos
representan a la más rancia y retrógrada oligarquía nacional, defienden los
intereses de las mismas familias y corporaciones que nos han hundido durante
años.
Para ayudarte a soportar
las crisis están los consejos de Clarín, La Nación y TN, cómplices de este
desastre social y de esta decadencia.
Están las recetas de los
libros de autoayuda, escuchar música mientras caen las tormentas y los
granizos, fumarse un porro o colocarse lentes de realidad virtual.
Lo que realmente
funciona como bálsamo, lejos de ser la solución, es amucharse con amigos,
familiares, gente querida y soportar el temporal abrazados.
No me resulta
indiferente lo que le sucede a millones, lo que le pasa a mi vecino, a mi vieja
y a los padres de mis amigos.
No observo desde lejos
al que se quedó sin trabajo, al que le dieron de baja en el plan de salud.
He ido a todas las
marchas que se opusieron a un acuerdo con el Fondo, a liberar homicidas, a
recortar presupuesto. Esto lo hago porque creo que la democracia no se
construye desde el Facebook ni yendo a votar cada dos años.
Sigo teniendo ideas, no me robaron el criterio como a los miles
que vacunan a diario con la jeringa siempre venenosa de los medios.
Quiero estar en paz con
que hice lo correcto oponiéndome al saqueo. Porque como decía San Martín: “Vale
más un hombre gritando que millones callados”
El resto de las cosas bien,
tirando.