Recetas

 

Ilustración: Darío Parissi

Aprendí a olvidarme,

como dicen los boleros,

como piden los amigos sin corazón.

 

Aprendí a no nombrarte,

los nombres son solo referencias

para documentos personales

y maletas extraviadas.

 

Aprendí a no escribirte,

las cartas pueden perderse,

los poemas traspapelarse.

 

Aprendí a no buscarte,

las rutas a tu barrio son confusas

y llegar a tu puerta no es garantía de encuentro.

 

Aprendí a detenerme

cuando una palabra trae la otra

y estoy a punto de decir lo que no quiero.

Tres vueltas al parque

 

Médico y osteópata coincidieron en el consejo: “Tres vueltas al parque tres veces a la semana. El paso no debe ser como el de una persona que va mirando vidrieras, tiene que ser rápido” Elegí como velocidad de paso la de una persona que está a tres cuadras de su casa y haciéndose encima, no importa si sólido o líquido, la urgencia es la misma. Entonces algún testigo me puede ver llegar al parque, mirar el reloj y salir con el ímpetu de quien es expulsado por la marea del subte en hora pico.

Mis mejores marcas de carrera con obstáculos las hice saliendo de la oficina los viernes pero nunca pensé que en el parque iba a encontrarme con otro tipo de obstáculos a clasificar:

Personas que transitan a velocidad de observador de vidrieras pero en fila horizontal, atravesando el paso como si estuviesen cumpliendo la función de barrera en un tiro libre de Messi mientras les da indicaciones el arquero. Conversan entre ellos como quien juega al dominó una tarde de lluvia. Les falta el cocodrilo acostado y la imagen sería completa.

Personas que corren en pelotón incentivados por una rubia que lleva la delantera con más curvas que el circuito de Mónaco y que van zigzagueando entre los que se cruzan en su camino y chocando hasta con los árboles para no perder de vista a la agraciada que los guía hacia la maratón de San Silvestre.

Gente que da la vuelta al parque con un perro con su correa extendida para que el can vaya por el lado de los árboles y ellos por el de la vereda. Por el tamaño del animal uno piensa que es más fácil saltar por encima del dueño. Cada duda son los mismos segundos preciosos que uno pierde cuando llega a su casa haciéndose encima y el ascensor está en el piso 19.

Cuando hay feria en el parque hay puestos. Cuando has puestos muchos de ellos tienen a todo volumen algo que para los puesteros es música y que debería servir para incentivar a los que corren a aumentar su velocidad de marcha.

Una de mis últimas motivaciones para acelerar mi ritmo fue una pareja. Iban caminando muy rápido y para escapar de la contaminación auditiva la única opción era correr. No lo hice. Me faltaban dos vueltas. Cada tres palabras y a gran volumen el decía amor. Vos sabés, amor? No, amor, es lo que pienso. Tu familia es así, amor. Estoy a favor del trato cariñoso entre la gente pero cuando es muy repetido y estridente me suena como una trompeta tocando el Ave María.

Otro obstáculo interesante son los que vienen en marcha contraria leyendo los mensajes del celular y avanzando con más cambios de carril que político en campaña.

Esta práctica deportiva es recomendable a la tardecita. Si uno quiere realizarla más tarde para evitar toparse con la concurrencia puede que corra por otros motivos importantes para su salud e integridad física.

El Gobierno de la ciudad, preocupado por quienes entrenan, organizó tramos angostos y en obra para imbuirle un tono de turismo aventura, riesgo y adrenalina.

Tres vueltas al parque. Tres vueltas al mundo que nos rodea.