Piso 14

De todos los departamentos en que vivimos, el de la calle Thames fue el más amplio. 4 ambientes, dos baños, una cocina amplia con lavadero, balcón a la calle.

Tenía 14 pisos y una terraza enorme donde colgar la ropa. Esperábamos que el tambor del lavarropas terminara de centrifugar, colocábamos la ropa escurrida en un recipiente de plástico y subíamos a tenderla, cuidando de sujetarla bien con los broches porque el viento podía mudarla sin permiso a cualquier techo del barrio.

Una tarde subí a la caída del sol. Tendí la ropa y bajé las escaleras como siempre. La encargada del edificio, Berta, que venía caminando por el pasillo del último piso, se encuentra por sorpresa conmigo. Da un grito y se queda tiesa, pálida con la espalda contra  la pared. Entendió que también me había asustado tanto como ella con su reacción. Tomó aire y apenas se recompuso me explicó.

La despertó la policía una madrugada y sin darle explicaciones le pidieron que los acompañara. Fueron hasta el 14 D. Entraron al departamento y la condujeron hasta el baño. Colgado de la ducha estaba el dueño.


Cada vez que Berta subía hasta el piso 14 el corazón le galopaba en el pecho. Habían pasado años pero nunca pudo escapar a la sensación de angustia que se le metía en el cuerpo cuando llegaba a ese piso. 

Era digital


Primero fueron los bancos, la bolsa de valores y las tarjetas de crédito, los que digitalizaron y convirtieron en virtual al dinero constante y sonante. En un orden prioridades, lo primero es lo primero.

Luego las redes sociales acortaron la distancia entre los Polos y transformaron en inmediata la comunicación entre dos puntos, cuando hasta hace unos pocos años atrás, demandaba días.

Hoy nos previenen que nuestras pequeñas joyas tecnológicas, como los seres vivos que las usan, pueden estropearse. Resulta conveniente asegurar nuestros archivos importantes, nuestras agendas, nuestras instantáneas de viajes inolvidables, nuestros recuerdos, subiéndolos a la red para contar con ellos cuando los necesitemos, así, al instante, en nuestros móviles, siempre al alcance de la mano.

Llegará el día en que resultará imperioso subir a la nube nuestro amor y nuestra ira, nuestra gratitud y nuestro desprecio, nuestras virtudes y miserias, para descargarlas en el momento preciso, en el lugar real donde nos encontremos.

Sin Vicente, pero con planes

La casa rosada es todo alboroto. Mauricio está imparable. No baja su ritmo de planificación, no para de plasmar ideas. Dentro de la agenda de cambios que se propone su joven partido, Cambiemos, ocupa un lugar de privilegio una modificación mínima, pero sustancial en la letra de nuestro Himno Nacional de acuerdo a los tiempos que corren. Si bien la letra de nuestra canción patria se ha ido modificando en los encuentros deportivos por un Oh, Oh, Oh Oh Oh Oh, Mauricio se mostró preocupado inicialmente porque no posee un ritmo bailable. "Ningún presidente lo pensó. El himno no se puede bailar". Ante la explicación de sus asesores a lo que llevaría esta modificación a nivel mundial, lo conformaron, entre berrinches y justos reclamos como: ¿Porqué Charly García lo tocó como quiso y nosotros no?, terminó aceptando una actualización en la letra que al parecer lo dejó conforme.

En menos de siete minutos sus asesores tenían el borrador que Mauricio ya autorizó.
Tenemos la primicia. La música sigue igual, pero la nueva letra del Himno Nacional dice:

Oid liberales, el grito sagrado:
Paridad, paridad, paridad.
Oid silencio, no hay yegua en cadena,
Ved en trono a Susana y Legrand.

Ya a su cofre de oro acudieron
grandes bancos de la Wall Street
y los buitres del mundo responden
te doy diez y tu me pagas mil
te doy diez y tu me pagas mil.

Y los buitres del mundo responden
Sudarás pero serás feliz.

Sea eterna la alegría
que supimos conseguir
que supimos seducir,
Endeudados y hasta las manos
Imploremos al Club de París,
imploremos al Club de París,
Imploremos al Club de París.

No están muy claros los cambios del final porque un arreglo de un conocido DJ mezclando hip hop, apaga el sonido de los estridentes clarinetes originales. Y esto no ha sido del agrado de la prensa oficial.
Ampliaremos otros detalles.

Lavado


Día del humorista


Contaba los chistes que escuchaba de mi viejo en el secundario. No era el típico cómico de la división, pero me gustaba hacer reír a mis compañeros de clase.

A los 16 tuve la gran revelación. Con un grupo de amigos fuimos a ver una película prohibida. Eran tiiempos de la dictadura y además de ser un pecado para el colegio religioso al que asistíamos, estábamos violando la ley. Era un cine de barrio que proyectaba matiné. La película que nos motivó a  delinquir pasó al olvido. La otra, la de relleno, era Lenny, de Bob Fosse. Lo vi a Dustin Hoffman representando a Lenny Bruce y dije: Esto quiero hacer.

Ese punto trascendental fue tema terapia varias veces. Y hasta los astros se confabularon para que  mi primer analista fuera  el que escribió la versión de Lenny para Argentina.

Disfruto lo que hago. Cuando el remate es bueno, me río, como espero que se ría quien lo lee o escucha.

Hacer reír es algo mágico. Hacer reír es un arte, una exquisitez.

Con un grupo de locos como yo quisimos que esta profesión tuviese un día como tantas otras tienen el suyo cuando no son tan gratificantes como la nuestra.

No se si llegábamos a 12, como los apóstoles, pero seguimos al pie de la letra todo lo que significaba redactar un proyecto, presentarlo, que se promulgue.

El día es el 26 de noviembre, homenaje al natalicio de un referente: Roberto Fontanarrosa.

Levanto mi copa por aquellos que hacen que la vida tenga los colores que no siempre vemos

No será la última


MOLONOGOS
Posted by Dario Larren on domingo, 22 de noviembre de 2015

Carta a Mauricio

Mauricio:
Ya que me dejás mensajes en el contestador telefónico y me enviás correos que gracias a Microsoft entran en la bandeja de No Deseado, me permito escribirte en el mismo tono claro y pausado con el que vos te dirigís a mí.

No cuentes con mi voto ni con mi alegría ni con mis globos de colores. Algunos tipos como yo, por suerte no somos pocos, tenemos memoria. Vos y yo tenemos orígenes diferentes. Vos naciste en una familia que se ha hecho millonaria beneficiada por el Estado en gobiernos de facto. Mi viejo era un taxista. Tu familia hace negocios con lo que sea, sin límites ni medida. De haber existido los Macri en tiempos de Poncio Pilatos, le hubiesen vendido los clavos a los romanos.

Tu padre, Mauricio, se ha enriquecido con contratos firmados con el Estado. Se han llenado los bolsillos con privatizaciones como la del Correo Argentino, te acordás?, nuestro servicio postal que pintaste con esos colores tan desagradables. La privatización del servicio postal obligaba el pago de un canon semestral de 51,6 millones de pesos al Estado. Sin embargo, al poco tiempo el grupo liderado por Franco Macri dejó de pagar sus compromisos, tomó deuda para inversiones que luego fue usada para "retiros voluntarios" y echó a 10.900 trabajadores.

Tu familia, Mauricio, vendía autopartes a su filial de Uruguay, que luego reimportaban desde allí a nombre de terceros para obtener reintegros y exenciones impositivas. Una estafa de varios miles de millones de dólares.

No quiero abrumarte con un ejercicio de memoria ahora, que querés un estado transparente, de reglas claras, cuando antes ya nos demostraste cuáles son las reglas que más te gustan. Mauricio: tus asesores contables te han enseñado que los sueldos son costos y vos decís que para competir hay que bajarlos. Vos predicás, sin la montaña, claro, que el mercado dicta las leyes. Debe ser por eso que te dormías en las sesiones del congreso o no ibas, pues no crees en las leyes que dictan los hombres. De hecho vetaste todas las importantes.

Has dicho muchas barbaridades peores que la de un puerto en Santiago del Estero. Has dicho que Domingo Cavallo era un valiente. Se dice delincuente, Mauricio. Valiente es una virtud. Cavallo no sabe de virtudes, sabe de negocios. Cavallo hizo pública una deuda que era privada. Cavallo, Melconian, toda esa banda que saqueó los bancos y demuestra que no hay justicia. Porque el gordo Valor, que los asaltaba a mano armada, está preso. Ellos y vos no.
Haceme un favor. No me llames mas. No me mandes correos. Te pido disculpas a vos y a tus seguidores, los que reparten panfletos con tu cara, que cuando se acercan me persigno tres veces y lamento no portar un frasco con agua bendita.

Yo no quiero tu cambio. Podés quedártelo, como todas las deudas con el fisco que nunca abonaste. Se que en España está Podemos y vos diligente con tus asesores, metiste Cambiemos. Se nota a la legua que el Cambio que te inspira es el del dólar, para seguir jugando a tu juego predilecto de la infancia: El Monopoly.

El borrador de Mauricio


Hernán Pigotti, nuestro periodista especializado en  investigación política, tuvo acceso al borrador de primeras ideas a implementar en la gestión de gobierno de Mauricio Macri. Sintiéndose cerca del sillón del Rivadavia, Mauricio quiere que se marque la cancha de entrada con medidas claras y contundentes que certifiquen que empezó otra etapa en Argentina.

Primeras medidas tomadas por el celular de Pigotti sobre el borrador de Mauri:

Pintar de amarillo la Casa de Gobierno.
Comprar globos
Instalar una calesita para Antonia en la entrada de la Casa Amarilla
Un mail a Obama, otro al Papa y otro a papá
Nombrarme Teniente General Ingeniero.
Comprarle una corbata a Melconian
Pedirle un reportaje a Lanata
Declarar el Día de los Derechos PRO
Iluminar el Congreso con motivos de luces navideños.
Hablar con jóvenes  para fundar “La Alsogaray”
Organizar suelta de palomas para cuando ingrese a mi despacho.
Averiguar costo de toldo amarillo para cubrir la 31
Acondicionar el despacho de Duràn Barba.
Organizar el Menù de la Casa Amarilla
Nombrar a Niembro como asesor deportivo.
Declarar a Roca como héroe nacional.
Abrir cadenas de fast food con el nombre PRO y Light
Comprar cuaderno con menos hojas para borradores de ideas

Conversaciones entre Federico y Manucho


No es el primero


El tipo, como buen oriental, con humildad, paciencia y perseverancia, me fue rodeando de grandes gestos que lo definen nítidamente.

Tuve dos o tres charlas monumentales que atesoro. No siempre vinculadas al trabajo, ya que no solo de pan vive el hombre. De todas, salí enriquecido, en todas ellas hubo algún dato que me dejó boquiabierto.

Le dije, como al pasar: estoy leyendo “Mientras escribo”, de Stephen King, un decálogo de consejos para quienes creen que pueden escribir y hacerlo bien. El libro me lo regaló Ayelén, mi hija, que tiene también, como él, un poco de sangre oriental y presta mucha atención a todo aquello que parece de mi interés. Un libro que recomiendo con los ojos cerrados y que le anticipé, ya que festeja cumpleaños el mismo día que yo, otra característica singular, que le regalaría.

Se lo llevé ayer y el muy hijo de puta, cuando le entregué mi obsequio, abrió el maletín que porta siempre consigo como los mormones la Biblia, extrajo un sobre y me lo entregó. Era Stephen King dibujado con esa precisa mano de relojero que posee. Estaba sin lentes, no alcancé a leer la dedicatoria.

Me está rodeando. Yo lo sé.

El afiche del espectáculo tiene su sello. En mi casa hay un texto sobre mí que publicó, donde exagera virtudes como si fueran mágicas. Y claro, yo, como leonino y egocéntrico de pura cepa, lo enmarqué en lo de Claw y lo colgué en el living, para que todos lo vieran.

Aparenta muchos menos años de los que tiene, esos artificios que conservan los sabios. Suele merodear Barrio Jardín. Es uruguayo. Se presenta casi siempre diciendo Julio, sin hacer mención a su apellido. Firma sus libros y sus cuentos como Julio Parissi. Tengan cuidado.

El escenario


Las horas previas al estreno son puro vértigo. Ésa sensación de vacío en la boca del estómago, el salto del clavadista, la adrenalina. Son los pasos hacia el ascensor de casa con el vestuario en el bolso, minutos en que uno se pregunta porqué eligió esto, porqué tiene  que disponerse a sufrir tanto.

También es el paso final de un cúmulo de sensaciones donde participaron generosamente mis amigos. Éste espectáculo tiene eso, la  participación voluntaria, vital y amorosa de amigos.

Cuando terminaba de escribir la canción posterior al relato del “Gaucho”, consulté a mi maestro de historia, Jorge Cattenazzi. El afiche es la aplicación perfecta de una idea que plasmaron Fernando Suárez  y Julio Parissi. La dirección es del talentoso Eduardo Calvo, el portazo de la mujer es un envío de David Mantecón desde España.

No es solo el trabajo de unos meses de escritura y ensayo. Son las miles de horas anteriores en borradores, cuentos, canciones, poesías, chistes, las funciones en otros lugares. Las bellas funciones y las otras.

Fue un estreno emocionante, como todo parto, como toda creación.



Molónogos


Aquí estamos.
Con los aportes de mi hermana Tere en la foto que le pedí que me sacara en el fondo de su casa, con el trabajo de Fernando Suárez en Mucho Bueno para insertar la cara en el fresco de Miguel Ángel, con un uruguayo trascendental, Julio Parissi para armarlo, con la producción ejecutiva de Anahí Suray Vega, con la dirección de un amigo que admiro, Eduardo Calvo.

Tiene las características de un asado con amigos. Y como dice otro amigo tucumano. Agradecido.


Me gusta

Facebook sostiene que tengo 346 amigos. Ese escrutinio exagerado, como toda exageración, es falsa. Los leales e incondicionales no llegan a la segunda decena. Con ellos comparto alguna bebida espirituosa y discuto sobre religión, historia, política, fútbol o intrincadas posturas filosóficas. Ninguno de ellos levanta el pulgar cuando está de acuerdo conmigo como grafica amablemente Facebook. A lo sumo asienten moviendo la cabeza. No me dicen: Me gusta. Tampoco se nos ocurre bloquearnos si tenemos una diferencia ni eliminarnos de las agendas telefónicas. Aceptamos al amigo que piensa diferente. Aún siendo de Boca, mirá lo que te digo.

Pero en la imperfecta lista de la red también aparecen colegas, compañeros de trabajo, gente que se relaciona virtualmente, porque entre los nombres de mi lista están también sus contactos. Esta gente también discute diciendo lo que piensa, se acalora, se enfurece, se le sale la cadena.

Cuando alguno de estos patina, desbarranca, se va a la mierda con una opinión o un mensaje que agravia a la condición humana, le doy hasta tres respuestas. No más. Si continúa y acentúa lo que afirmó antes, le aviso gentilmente que voy a borrarlo de mis contactos, que no quiero seguir leyendo sus oscuros pensamientos. Y lo excluyo. No solo por mí. Lo hago para cuidar la salud y el buen humor de los veinte.

Federico y Manucho se escriben

Hooola, Manucho, ¿cómo andás, mi viejo? Te mando una foto de la camioneta que le compré a Juan Cruz. Lavándola está Cristina. ¿Te acordás que te conté que iba a contratar a una para llamarla Cristina para tenerla cagando todo el día? Bueno, esta se llama Marta pero aceptó que le cambiáramos el nombre. El nombre laboral, digamos, no? Como los gatos, no? Que se llaman Elsa pero se rebautizan Wanda, Vanesa, Yiyí. Está chocha con la ropa que le dimos. Y, mientras plancha la dejamos ver un poco de las novelas mexicanas y las primeras actrices se visten así. Viste como son los mariachis. Resulta que la sirvienta era la hija del patrón pero no lo sabía hasta que se acostó con el hermano. A ellas les encanta porque son los pobres que pasan de un día para otro a ser como uno, aunque como uno no serán nunca. Seguirán siendo como ceros. si, se hacen querer, casi por todos. El perro la mordió un par de veces... Un Rotweier tenemos, pero con un par de vacunas anda como nueva. Las botas se las pusimos porque Tommy siempre le quiere agarrar los tobillos. No sabés como barre con el perro al lado. Después le muestro que le sacamos una foto así se la lleva a los chicos y se da dique por el barrio.

Giran Los Beatles


Me subo al taxi y escucho a Los Beatles. “Estos pibes suenan muy bien. Tienen futuro”, comento.
-Pensar que un sello les dijo que no servían para nada…-me responde el taxista.
Y el disco sigue girando.  Entonces cuenta.

Trabajé en EMI, en el principio de los 70. Cientos de miles de discos de estos monstruos pasaron por mis manos. Los hacíamos con el vinilo caliente y la prensa, les poníamos también las etiquetas. Mis hermanos y yo inventamos un método que producía el 50 por ciento más de discos que la competencia. Durante dos meses le insistí a un pibe que laburaba con nosotros para enseñarle el sistema. Siempre se negó. Un día quiso hacerlo por su cuenta y la prensa le agarró la mano. Solo atiné a cortar el agua caliente para que no lo quemara vivo porque cortar el proceso de la máquina era imposible. Le quedó la mano plana como los discos. Dos meses estuve insistiendo para enseñarle.

En los pasillos, un jefe francés que compartía el almuerzo conmigo me preguntó si pensaba quedarme en la empresa. Le dije entusiasmado: Si, claro. Entonces me explicó: vas a trabajar 25 años acá y cuando te vayas te vamos a dar un reloj de oro, después de haberte quitado la sangre de tu mejor época. Sentí que la prensa había vuelto a bajar pero ahora sobre mí. Y entonces fui a la oficina de personal y renuncié.

Todos creyeron que estaba loco. Empecé a trabajar por mi cuenta, me endeudé para comprar mi primer camioneta y llegué a tener una gomería Firestone con las mejores flotas de transporte como clientes. Al final del alfonsinismo, la hiperhinflación y la empresa, que se fue debiendo 10.000 millones de dólares, me dejaron en la lona. Tuve que vender todo para pagar. Cuando estaba por hacer la transferencia en el banco para la compra de un departamento para mi mujer, me quedé  encerrado adentro del banco con el corralito. No podía creer que me pasaran todas. Pude hacer la transferencia y rescaté la plata. Era el taxi o el techo. Elegí bien, compré el departamento.

Cuando le pagué me dijo: Gracias por escucharme.

La vida es como los viejos discos de pasta. Y dentro del taxi Los Beatles seguían girando.

No podía ser mejor


A fines de los 80 y principio de los 90, en salas como Liberarte, Oliverio Mate Bar, El Bululú, Remember, Bar el Taller, El Pozo Voluptuoso, El Vitral, Museorock, Después de hora y otras, se veían espectáculos distinguidos. La distinción la conferían la estética, la temática y el bajísimo presupuesto de producción.

Los elencos de aquellos distinguidos espectáculos, rotaban en esos lugares. Y los nombres que aparecían interpretando sus rutinas en ellos, mudaban de un sitio a otro. Carlos Guarnerio, Eduardo Calvo, Pereira & Lumbardini, Alejandro Angelini, Diego Wainstein, Merpin, el Negro Vallejos, Hugo Fili, Marcelo D Andrea, El Bollini Club, Los Kelonios, Tuqui, Los Naftalina, Eduardo Poi, Los Ganzúa,  Los Kijotes, compartíamos camarines, escenarios, el café de algún bar de Corrientes y en noches de buenas gorras, el plato de pastas de Pipo.

Veinticinco artistas de esos grupos se juntaron una vez y armaron algo que se llamó El Comiclú, un espacio de comedia que ofrecía 5 rutinas por noche. Fue en la sala de ATE, en el año 1994 y sin que lo imagináramos se convirtió en una señal luminosa de lo que vendría años más tarde.

Muchos de estos tipos por afinidad humorística, por frecuencia emocional, se hicieron amigos. Con varios de ellos hemos compartido horas de risas y buen vino. La vida y las decisiones nos llevaron por caminos diferentes, pero anduvimos siempre transitando barrios parecidos. Algunos se afianzaron en el stand up, otros tomaron un sendero más próximo al mundo del teatro, pero conservando el mejor recuerdo de aquellas maratones donde salíamos de actuar en un lugar para ir a otro.

Hugo Fili cumplió años exactamente el miércoles 20 de agosto. En una sala que tiene algunos meses en Palermo, Sergio Lumbardini, su socio y escudero personal, organizó su cumpleaños invitando a amigos y humoristas desde aquellos primeros tiempos hasta hoy. La consigna era interpretar un chiste del homenajeado y hacer una rutina propia de cinco minutos.

Si resulta una tarea infructuosa narrar lo que sucedía en los camarines, imagínese, amigo lector, qué sucede con lo que se  ha visto en el escenario.

No se filmó, así que la palabra irrepetible se cumple de manera cabal. Queda  en el recuerdo de  quienes estuvimos esa noche en el escenario y los que tuvieron la fortuna de haberse decidido a ir.

Hay detalles que realzan el nivel del evento. Uno de ellos es la camaradería  y la  admiración por el trabajo de los colegas. El otro es que también probaron sus rutinas monologuistas que están haciendo sus primeras armas. Acá no hay temas de cartel. Si hacés reír, pertenecés al club.

Las imágenes son simbólicas. De aquellos viejos tiempos hay pocos registros. No existían las cámaras digitales ni los celulares que podés utilizar como filmadora o microondas para calentarte el sandwich.

Hubo algunos guiños internos para el homenajeado. Martín Rocco trajo chistes de un monólogo de Hugo que  tiene en VHS, instrumento paleolítico del 94, un vintage, según lo definió. Yo usé mi vestuario de médico cirujano como en los tiempos  en que compartíamos con Hugo  el escenario de El Bululú. Su amigo, Sergio Lumbardini, le regaló, además de la torta que preparó Déborah, esposa de Sergio, una rutina maravillosa de Jerry Lewis (uno de los ídolos de Fili) donde el maestro tipeaba una carta en el aire con una imaginaria máquina de escribir.


Fue una maratón, como aquellas, sin moverse de ese sitio. O moviéndose hacia el pasado y hacia el futuro como los grandes  novelistas.

Algunas del camarín










El lobo aprende idiomas


El lobo, cansado de sus  continuos fracasos en las artes de la cacería, decidió recurrir a las recomendaciones del sabio consejero de la manada. Se presentó ante él y le dijo que no conseguía, como su congéneres, acercarse al rebaño y convertir en alimento a sus presas. El rebaño se conduce unido y huye cuando olfatea mi presencia, concluyó. El lobo experto, lo escuchó y luego dijo. “No te actualizas ni te preparas. Esa es tu mayor debilidad. Debes aprender a convencer, a seducir, a conquistar. Aúllas anticipando tu próximo ataque y tú mismo das la señal de alerta. Tienes que aprender a hablar como las ovejas, que aprecien tu seducción y se rindan a tus encantos. Debes conseguir que te vean como un pastor y no como una amenaza.”

Entonces, el lobo aprendió a balar.

Cuatro colores


Artur tiene siete años y está sentado frente del televisor observando asustado la brutal represión policial a una manifestación de maestros en Curitiba. Gases, disparos con balas de goma, corridas. Sabía Artur, que sus padres, docentes ambos, estaban allí. Corrió a abrazarse a la falda de su abuela.
Unas pocas semanas después, Artur viajaba en el auto con sus padres. El vehículo reduce la velocidad en la ruta por un control policial. Artur apoya sus manos en los respaldos de los asientos delanteros y suplica: “No digan que son profesores, no digan que son profesores!!!”

Giselle tenía por costumbre leerle a Pedro, el menor de sus hermanos, algún cuento que lo ayudara a conciliar el sueño. Una noche Giselle le pidió que cerrara los ojos hasta que ella le dijera que podía abrirlos. Cuando Pedro cerró los ojos su hermana se metió sigilosamente debajo de la cama y dijo: “Pedro, abre los ojos, estoy adentro del libro”. Pedro se incorporó y comenzó a hacer correr las hojas del libro apoyado en su cama preguntando desesperado: ¡¡¡Giselle, Giselle!!! ¿Dónde estás?

Estábamos los dos sentados en la misma línea de asientos. Nos separaba un pasillo. Sus padres dormían y el avión entró en una zona de turbulencia. El niño, de unos diez años, no se inmutó. Siguió con los ojos fijos en el juego de su tablet, matando monstruos en la piel de Robocop o algún héroe similar. Yo dudaba si los movimientos del avión respondían a efectos climatológicos o a los mandobles de su espada justiciera. Debía contar a los caídos. El muchacho sentado a mi derecha se agarró del apoyabrazos con una mano y con la otra al asiento de adelante. El niño continuaba, imperturbable,  eliminando enemigos.

Michelle, recién ingresada a un colegio católico, educada en una familia equidistante de todas las religiones, observa por primera vez los detalles de la iglesia. Repara con atención los rostros de santos y vírgenes, de aquel hombre barbudo con los brazos en alto. Una luz cae sobre la cabeza de la Vírgen María. Michelle le pregunta a su maestra a qué se debe la luminosidad en aquella mujer. La maestra responde que es la luz divina la que cae sobre ella. Entonces la niña pregunta reflexionando: ¿Si desenchufamos el foquito deja de ser divina?

Otro libro

Tengo el honor de integrar la mesa de dirección de un colectivo de humoristas llamado La Causa Gracia.
Gente que hace más que lo que predica.
Y dentro de ese honor, un lugar en este libro, rodeado de amigos y personas que admiro.
Con la exquisitez de diseño de Julio César Parissi, en breve será presentado, y en manos del público.
Si. Estoy feliz.



La mudanza



Posted by Roberto Molinari on Domingo, 6 de febrero de 2011

Otra llamada a Manucho


Un tal Rodolfo Walsh

Esta carta debería ser leída por lo menos una vez al año.



No está nada mal en el Día de la Independencia honrar a nuestros héroes con una buena lectura. Rodofo Walsh, el gran...
Posted by Roberto Molinari on Miércoles, 8 de julio de 2015

Un llamado telefónico


-Hola, Manucho? ¡Cómo te va mi viejo! Estamos festejando con la family!!! ¿Te acordás del menor de los Rodrìguez...
Posted by Roberto Molinari on Martes, 7 de julio de 2015

Los señaleros del tiempo


Los relojes tienen la distinguida virtud de señalarnos el lugar preciso donde nos encontramos cuando transitamos sobre la línea del tiempo. Si estamos atrasados, nos cargan de ansiedad, y de pausas, si podemos demorarnos, porque hay tiempo de sobra. Extraño medidor, que a veces se parece a las agujas que indican el combustible de nuestro auto. Y como todo,  el tiempo también se acaba para los seres vivos, inexorablemente.

Los relojes dicen a qué hora sucede cada acontecimiento relevante en nuestras vidas. A qué hora ingresamos a nuestros empleos, a qué hora abren los bancos, la cita amorosa, la consulta en el médico, la entrevista, la proyección de la película. Y los observamos, siempre confiados, para saber cuán cerca  o lejos estamos de nuestro destino inmediato.

Cuando era niño, para despertarme a la mañana para ir a la escuela, tenía un reloj despertador mecánico cuya carcasa era transparente. Me fascinaba observar el funcionamiento de su mecanismo, los detalles minúsculos y precisos, la aceleración de la máquina cuando desplazaba con cuidado una palanquita cercana a las llaves para darle cuerda, desde el signo menos al más.

Existe en este mundo gente que ha trabajado para construir maquinarias de relojería perfectas, piezas extraordinarias, buscadas por coleccionistas, identificadas por su nombre como cualquier ser habitante de este mundo.

Cuando estas máquinas sufren algún desperfecto, son artistas las personas adecuadas y aptas para repararlas. Personas que pueden desarmar complejos mecanismos compuestos por  piezas minúsculas, salvar la falla y volver a ensamblarlas para que funcionen.

En Capital y Gran Buenos Aires quedan ochenta de estos artistas y artesanos. La tecnología digital con sus plaquetas y piezas de encastre, sus pilas de litio, fueron reemplazando a los relojes mecánicos. La escuela de relojería se cerró en el año 1979. No existe lugar donde se pueda aprender el oficio de relojero. Los que siguen trabajando se consagraron a este arte  por sus padres, observándolos trabajar, y los relojes indican que les va quedando menos combustible y oportunidades para continuar en este oficio. Los relojes también, de una manera distinta, marcaron el final de una etapa. Este oficio, como tantos otros, se encuentra en extinción.

Los relojes de pulsera fueron el primer instrumental de vuelo de los primeros aviadores, relojes fabricados para simplificar su lectura con respecto a sus antecesores, de bolsillo y con cadena, cuando aquellos primeros aviones no contaban con la sofisticación técnica de los instrumentos actuales. Las horas de combustible se calculaban a través del reloj

Hoy a la mañana encontré un relojero en mi barrio. En su mesa de trabajo colocó un Omega Constellation, pieza exquisita muy requerida por coleccionistas por su extraordinaria precisión. Me contó que su maestro, en las primeras clases le dijo a él y a sus compañeros de curso: “Lo primero es trabajar con la puerta cerrada. Si en algún momento de frustración en su trabajo arrojan el reloj que están reparando a la calle, con la puerta cerrada caerá del lado de adentro”

Una bella respuesta

Una bella respuesta para todos aquellos que se animan a decir que un jugador notable, exquisito, admirado por todos, es un pecho frío. Una costumbre argentina de medirte, de compararte siempre y en lo posible de minimizarte hasta ningunearte.
No se quien fue el autor pero adhiero a su mensaje: Nuestro país está lleno de pechos fríos.


En tí creemos


-Dale, boludo!!! Levantate que se nos escapa!!!Hace un amague y te quiebra la cadera. Encara, gambetea y no solo los...
Posted by Roberto Molinari on Miércoles, 1 de julio de 2015

Vida privada en redes


Facebook pregunta qué piensas, Skype que le cuentes a tus amigos que haces. No llevo la laptop al baño nunca más
Posted by Roberto Molinari on Martes, 30 de junio de 2015

Un ministro que da consejos, mas que ministro es


Escuchar consejos económicos de Cavallo es como recibir:Clases de humanidad a cargo de Adolf HitlerReligión: Jim...
Posted by Roberto Molinari on Martes, 30 de junio de 2015

Dicen que se viene otro


Suenen los tambores y los platillos:
Posted by La Causa Gracia on Viernes, 19 de junio de 2015

Una noche con la barra

Estaban todos, como en los viejos tiempos. La barra completa. Algunos con sus esposas, otros con sus hijos, pero habían venido todos. Se olvidaron de las diferencias y las peleas que ya nadie recordaba. Me dio una gran alegría ver el abrazo largo y sentido de  Lucho con el turco. Se habían dejado de hablar por una mina. Al final, Marta, que coqueteaba con los dos, se fue a vivir con otro tipo que ni siquiera era del barrio. Y tuvieron que  pasar los años para que vuelvan a encontrarse acá.

Tito llegó de saco y corbata. Dejó la panadería que heredó del viejo y vino. Saludó a todos y se sentó en un rincón. Mi mujer le dio un beso. Laura no se lo bancaba mucho porque lo consideraba un miserable. Cuando tuvimos que internar al menor de  nuestros hijos, la clínica nos pidió un adelanto. Yo le dije que no fuera a verlo, pero viste cómo son las minas cuando uno le pide que no hagan algo. Fue a pedirle plata solamente porque para todos, Lucho era el que la tenía toda. Y en realidad, todo lo que tenía eran las deudas que le dejó el viejo al morir. Salvó la panadería de pedo. Le costó un huevo ponerse al día con los prestamistas que le chupaban la sangre y con los que el viejo se había  endeudado.

Fideo hizo algunos comentarios que provocaron alguna que otra risa, pero no estaba en su noche de chistes. Siempre lo bancamos en cada joda pesada que se mandaba. Me acuerdo la tarde en que envolvió un sorete de perro, lo puso en una especie de estuche, lo cerró con papel de regalo y lo dejó, sin que nadie se diera cuenta, en el mostrador de  la farmacia de los  rusos. Nos sentamos en la  vereda a ver. Una vieja bien pituca entró y pidió un remedio. Cuando el ruso encaró para el fondo, la  vieja se metió el paquete en la cartera. Seguro pensó que era un termómetro o algo así. Nos cagamos de risa. Pero también sufríamos con él. Como la noche en que se le ocurrió prender fuego a una pila de cartones que había en la vereda de la casa de unos vecinos recién mudados al barrio. Las llamas eran más altas que la casa. Se prendió fuego el cerco y el árbol. Se nos fue de madre y la gente asustada llamó a los bomberos. La vieja Cora nos había  visto y nos denunció. Nunca dijimos que había sido el Fideo. En casa nos fajaron a todos. Me acuerdo de la cara de mi viejo. Me miraba como si fuera un asesino buscado por la Interpol.

Mirala a Pochita. Dicen que enganchó a un boga de muy buena reputación. Se tiró el ropero encima. Tiene más alhajas colgadas que El Trust. Creo que nos vino a cerrar la boca a todos. Siempre la tratamos como a un yiro. No sabíamos de qué laburaba y cada noche la traía a su casa alguien distinto. Pegó a los cincuenta la Pochi. El viejo se rompió el culo toda la vida con los zapatos pero no sacaban la cabeza a flote. Me acuerdo del viejo con el audífono que le asomaba detrás de la oreja derecha y el Fideo que siempre le decía alguna boludez hasta que se dio cuenta que lo cargaba y salió a correrlo una tarde. Está muy buena la Pochi. Siempre tuvo lindas tetas.

Cachito llegó bastante tarde. Lo estaba esperando. Me tocó la  cara y no entendí qué carajo dijo porque en ése momento todos hablaban fuerte y no se entendía bien. Me estoy quedando sordo como el viejo de la Pochi. Mi amigo del alma, mi hermano.  Cachito. Nuestras casas estaban en la misma vereda y desde chicos nos hicimos amigos. Compartíamos todo, hasta el banco de la escuela. Hasta se dio que nos pusimos de novio con dos hermanas y la barra nos cargaba. No se si alguna vez le dije lo importante que es para mí. Nos faltó hacer juntos la colimba. A él le tocó aeronáutica y estaba cagado porque le tenía miedo a los  aviones. Como si lo fueran a subir a uno al boludo.

Cuando tuve el accidente en la fábrica venía todas las noches. Del laburo directo a verme y se  quedaba hasta cualquier hora. Creo que tenía miedo. Yo lo veía sufrir, pero me daba ánimo, me decía que esperaba que me pusiera bien para ir los domingos de nuevo a ver al Rojo. Carajo. Las que pasamos juntos en Avellaneda, las pizzas en los Tres ases, las horas comentando el partido como si pudiéramos cambiar el resultado. Me acuerdo la  noche contra el Ajax de Holanda. Los holandeses salieron de  joda la noche anterior y nos dieron un baile como para siete. No entendíamos cómo terminamos 1 a 1. En Holanda nos comimos tres. Nos perdimos a la salida. En esos tiempos no existían los celulares. Lo encontré esperándome en la casa de Laura, tomando mates con los viejos. Dejamos de vernos durante un tiempo, cuando se fue a Rosario a laburar. Laura y yo nos hacíamos unas escapadas para ir a verlo. Hablé en la iglesia cuando se  casó. Qué tipo Cachito, mi hermano.

Les veo las caras a todos y no lo puedo creer. Éramos dieciséis y ahora con las mujeres  y los pibes  ya perdí la cuenta. Rolando salió a fumar. El negro Brizuela no se despega de Olga. Nunca pudimos entender cómo una rubia alemana tan linda se dejó enganchar por el negro que es más feo que pisar un sorete descalzo. El Fideo siempre jodía con que Olga lo había visto meando, que el negro tenía una escopeta entre las piernas. Es una estampilla el negro. La cela como si alguien se la fuera a afanar.


Antes que le diga, Laura le ofrece un café a Cacho. Me conoce Laura. Jugamos de memoria. Algo le quiere decir. ¿Me pareció o Cacho le tocó el culo a Laura? Qué piña te vas a comer, Cacho! Ella se dio vuelta, le  hizo una sonrisa bien de atorranta y le puso el índice en la boca. Hijos de puta, me están cagando. Se metieron en la cocina. ¿Dónde mierda está la mujer de Cacho? Mirá cómo me cagaron la noche estos dos. Carajo. Hubiese preferido no enterarme. No quiero imaginarme lo que harán después que me entierren mañana a las once.