Entró en el
comedor con una marcha que no correspondía a sus ochenta y un años y a las
dificultades físicas que a duras penas soporta su andador de cuatro patas. La
puerta se cerró con un estrépito que anunciaba los gritos y las preguntas: “¿Porqué
no me dijeron que mi madre había muerto?” “¿Con qué derecho me escondieron la
verdad?” La familia quedó en silencio mientras ella a viva voz reclamaba e
insultaba a los que no reconocía.
Unas horas
atrás había soñado. Había vuelto a ser la niña que fue en su Tucumán querido y
natal. Estaba en un campo, rodeada de gente que no conocía, como ahora, que la
observan con estupor, en absoluto desconcierto. Siente que se angustia y quiere
volver a su casa, que extraña. Y le pide a quienes no conoce que la lleven de regreso. Al verla desesperada, acceden.
Allí va la niña, de vuelta a casa, por el sendero del valle, con sus pasos
cortos y torpes.
Qué extraño es
ver tantos vecinos y parientes saliendo de su casa. Se suelta de la mano y
corre. Se abre paso a empujones, se zafa y esquiva a quienes intentan
detenerla.
Rodeada de
velas, tendida en su cama, está su madre. Y la niña que fue siente que el
corazón le estalla en el pecho al mismo tiempo en que las lágrimas comienzan a
rodar por sus mejillas. No tiene consuelo. El pecho le duele y el peso de la
desazón le vence las rodillas flacas. Una parte de ella se rompe mientras la
otra intenta descubrir el engaño. La llevaron lejos para que no viera, como
lejos estuvo después cuando su madre realmente murió en su Tucumán querido y
natal, con ella, una de sus siete hijos, en Buenos Aires.
Llorando se
despierta. Y llorando y gritando todo lo que le permite su voz pregunta. No
reconoce a su hija ni a su nieta ni a los ojos enormes de ambas. De donde ella
viene, en aquel tiempo, estas dos mujeres no existían, ni siquiera habían
nacido. Y el pasillo que separa los dormitorios del comedor es exactamente
igual al sendero del valle del Tafí Viejo en su camino de vuelta a casa.
Dos horas
después, bebiendo un té y con un hilo de voz, entiende lo que ha sucedido.
Descubre que hay una puerta misteriosa que divide pasado y presente y esta
puerta a veces se confunde entre laberintos, datos, estaciones, calendarios.