30 monedas de plata

No le atribuyo a la Ira Divina, a las catástrofes ambientales ni al azar, los males que aquejan al Mundo.
La desigualdades entre ricos y pobres, la tasa de mortandad infantil, el analfabetismo, el terrorismo internacional, tienen sus responsables, tan eficaces como anónimos.
Ellos no ocupan bancas en los congresos ni sillones presidenciales, ni aparecen en los medios dando sus opiniones, son parecidos a los titiriteros, que desde bambalinas digitan con habilidad y precisión los movimientos necesarios para dar vida a cada escena y a cada escenario. No creo que sean mas de cien. Como no fueron cien los que idearon Las Cruzadas, La Santa Inquisición, la matanza de indígenas americanos, el Holocausto, las guerras de todos los siglos.
Cien.
Un número muy chico con un impacto muy grande.
Señores que no tienen Patria ni lugar establecido en el Mundo. Señores que colocan y sacan dictadores, carniceros, ministros de economía, planes de integración y desarrollo, capitales, personas, pueblos. Sutilmente impulsan a globalizar, a achatar la cultura popular, a ofrecerles pan y circo a la plebe, a alimentarles el morbo, la necesidad de consumo, el miedo, la violencia, a armarse hasta los dientes, a hacerles creer que eligen cuando eligen, a bombardearlos sutilmente con mensajes que se graban a fuego y fomentan racismo, discriminación y otras tantas atrocidades.
La historia bíblica dice que la delación de Judas costó 30 denarios. Mucho menos cuestan hoy otras traiciones.
La marcha del Mundo no me deja mentir. Magnicidios, revoluciones, contrarrevoluciones, golpes de estado, masacres, fueron gestadas por unas pocas mentes y unas pocas monedas.Una inversión, como hoy denominan los grupos económicos, una inversión que redunda en otras increíbles ganancias a corto y a largo plazo.
Te invito a leer el diario y fijarte en las cuarenta primeras páginas cuántas buenas noticias lees. Quizás pienses como yo que las treinta monedas de plata siguen dando vueltas.

Una de Gangsters

Conocí a Johnny Lamuevo en un oscuro bar de Nueva York hace 20 años. “Caracortada” Lamuevo era célebre en el Bronx y planeaba entonces el atraco de su vida. Sentados frente a frente pude ver las profundas y misteriosas cicatrices de su rostro. Algunos dijeron que era el plano de un robo, otros que era el mapa de Europa. Nadie se animó nunca a preguntárselo. Me ponía muy nervioso el impresionante temblor que tenía en las manos, producto del medio litro de vodka con que acompañaba las medialunas en el desayuno. Pese a este problema físico, Johnny se afeitaba a navaja todas las mañanas.Hijo de padres adoptivos, se crió en la rudeza de uno de los barrios más terribles del oeste de Nueva York. Debutó en la vida delictiva a los 16 años asaltando la carnicería de su tío Vicente junto con una pequeña pandilla de veintitrés jóvenes que simularon ser clientes. Algo sospechó su tío cuando vio entrar tanta gente con el precio que tenía la carne. Del botín repartido le correspondieron a Johnny 3 dólares y cuatro morcillas que gracias a su habilidad con las manos no tardaron en convertirse en una imitación perfecta de las pistolas 45. Les dio uso hasta que pudo reunir con los asaltos nocturnos dinero como para comprar verdaderas, cansado ya de la nube de moscas que le revoloteaban alrededor del brazo.Fue un autodidacta y un obsesivo de la perfección en planear sus golpes. Intentando demostrar a sus compañeros de armas cómo se disparaba sin sacar la pistola de la sobaquera perdió un testículo. “Algo aprendieron hoy”, dijo mientras lo introducían en un auto que lo condujo al hospital.Su escuela fue la calle y su único maestro Peter Mc Taylor, un viejo levantador de apuestas que le enseñó a Johnny los secretos del oficio además de pasarle datos claves en sus primeros pasos en el crimen. Fue Mc Taylor que lo contactó con el dentista del barrio, especializado en colocar dientes de oro. Con una señal telefónica Johnny y sus muchachos asaltaban a los desprevenidos pacientes a la salida del consultorio y con elementos tan simples como una soga y un par de pinzas se hacían de las piezas dentales que volvían a ingresar al consultorio previo pago del médico por el trabajo realizado. El dentista se hizo de una pequeña fortuna en poco tiempo ya que en la confusión de los atracos siempre se perdía algún diente sano.Luego del tercer asalto en el mes Johnny empezó a sentir simpatía por su tío, al que le convidaba rosquetas luego de vaciar su caja registradora.Por entonces Johnny birlaba maletas en la estación de trenes como actividad secundaria. Allí conoció a Linda Fourty que convenció a Lamuevo mirándolo fijo como sólo ella podía hacerlo a que devolviera el equipaje que había sustraído segundos antes a un par de parapléjicos. Lo convencieron dos cosas: los ojos de Linda y el cañón de la Magnum 44 que Linda portaba como policía. Luego sería Johnny quien convencería a Linda de que renunciara a la policía y se sumase a una banda cada vez más numerosa y eficiente. Recuerda la mujer que Johnny fue naturalmente persuasivo diciéndole: “Ahora podrás hacer lo mismo sin un marco legal pero sin jefes”La banda de Lamuevo comenzó a operar en los cuatros grupo en que se dividía la ciudad de Nueva York, provocando la irritación de los cuatro grandes jefes que no dudaron en asesinar al tío de Johnny en represalia por haber hecho trabajos para todos a la vez. Las primeras lágrimas que derramó Johnny en su vida fueron en el entierro de su tío Vicente. “No puedo olvidar esto. No puedo olvidar a quien tanto tuvo que ver con mis comienzos. Nadie me ayudó tanto como tío Vicente”, y se abrazó a Linda y a la pequeña ametralladora que Linda llevaba a todos lados.Su robo más notable fue el del New York Bank que ensayó durante un mes con la Compañía de Arte Dramático Broadway. La obra escrita y dirigida por Johnny fue puesta en el banco el 11 de diciembre de 1972, con éxito de crítica, público y policías. Con disfraces perfectos ingresaron al banco siete ciegos, cuatro monjas, cinco curas, seis médicos con sus barbijos colocados, tres amas de llaves, dos bibliotecarios, un agente de seguros, un piloto civil y tres diputados. Nada llamó la atención de la vigilancia salvo que tres diputados estuviesen despiertos a esa hora de la tarde.Uno de los actores simuló un desmayo y los seis médicos corrieron en su ayuda diciéndole a la gente que había que operarlo inmediatamente. Lo colocaron sobre un mostrador y pidieron a los guardias agua caliente, anestesia, un tubo de oxígeno, tiras adhesivas anchas, como para amordazar gente, y una llave inglesa. Mientras los guardias procuraban conseguir los elementos las amas de llaves intentaban abrir la caja fuerte, los ciegos vigilaban la calle, los bibliotecarios tomaban notas de las cuentas corrientes más abultadas y los médicos vaciaban todas las cajas que encontraba a su paso. Johnny y Linda apuntaban con sus armas. Johnny con Smith & Wesson y Linda con su bazooka. Todo iba sobre rieles hasta que Nick Lamuevo, el hijo mayor de Vicente, apagó su cigarrillo con el pie presionando el botón de la alarma que había en el suelo. Al escuchar las sirenas entraron en acción los curas y las monjas que obligaron a la gente a marchar como si fuese una procesión calle abajo. Y así fue como Linda, convertida en la Virgen María (autora intelectual de la fuga bajo la teoría de llamar la atención para pasar desapercibidos), los clientes del banco, los actores y la gente que se unía a ese desconocido movimiento religioso burlaban el accionar de trescientos efectivos de la policía neoyorquina que salieron en busca de un supuesto asalto a un bando en donde sólo encontraron a un grupo de confundidos guardias portando una olla con agua caliente, un tubo de oxígeno y una llave inglesa.El único herido en el atraco fue Nick Lamuevo, quien fue atropellado a la salida del banco por un repartidor de lavandería en bicicleta. Nick se opuso a la fuga en posesión por su condición de protestante anglicano pro Lutero, declarando en la asamblea realizada en el banco para determinar cómo escaparían, que prefería 10 años en una prisión del condado a ser dirigido por una virgen que representa el poder del Vaticano. Abucheado por el público y el personal del banco huyó a su manera y sufrió ese accidente. “El golpe casi falla por su estúpido vicio de fumar mientras trabaja y sus piernas quebradas nos enseñan lo que es la ira divina con gente como Nick que nunca se persigna antes de un robo ni usa ninguna medalla milagrosa”, señaló Johnny horas más tarde mientras contaba el dinero. La procesión fue aumentando su número, su número de fieles, y las diez cuadras de marcha superaba los 2000. Daily Express publicó una foto titulada: “La iglesia se prepara para combatir el mal en todas formas”, con la extrañísima imagen de una virgen llevando una bazooka colgada de los hombros y media docena de granadas de mano en la cintura. La banda, con Linda y Johnny a la cabeza, supo escabullirse sin que se dieran cuenta los manifestantes cuando éstos, colmados de emoción, entonaban las estrofas de “Gracias Juan Pablo”. Todos fueron detenidos por sospechosos de asalto a mano armada y hasta dos judíos espectadores fueron víctimas inocentes de la brutal represión policial. Todos festejaron ruidosamente al enterarse de que habían sido objeto de un engaño del archicriminal Johnny y Lamuevo. Hasta Arnold Butter, el fotógrafo del Daily Express estalló en carcajadas cuando meses más tarde un juez federal lo declaraba culpable y lo sentenciaba a cinco meses de prisión por apología del crimen. Todos se sintieron protagonistas. Con este robo se alzaron con 23 millones de dólares que fueron repartidos de acuerdo con el puntaje de actuación conforme al reglamento de la cooperativa creada por la Compañía de Arte Dramático Broadway. Para ellos fue la obra más taquillera que pudieron poner en escena en toda su vida. Para Linda y Johnny fue el primero de una serie exitosa, pese a los inconvenientes que ocasionaba Nick en cada participación. Luego vinieron los dos casinos de Las Vegas, el correo, las Líneas Navieras Houston, la farmacia Rex, el Rockefeller Center, el Shopping House, la Feria Municipal de Texas y una interminable lista de operativos tan geniales y creativos como perfectos. Johnny tenía talento.Algunos dicen desavenencias conyugales; otros, luchas por mayor poder, lo cierto es que Johnny tuvo un desperfecto en su ala delta cuando fue alcanzado por un proyectil disparado desde la tanqueta de Linda Fourty. Horas más tarde, Linda Fourty y Nick Lamuevo contraían matrimonio en un templo mormón.Ella es hoy una de las mujeres con mayor prestigio dentro de la sociedad norteamericana, aunque toda su riqueza haya sido posible gracias al talento inigualable de Johnny Lamuevo y esté a punto de quebrar financieramente por la estupidez inimitable de su esposo Nick, a quien Linda acaba de obsequiarle para sus cumpleaños un ala delta.

La Invasión a Hao Pen


En cada visita a las escuelas militares, algún cadete del auditorio me formula la misma pregunta: ¿cómo fue la toma de Hao-Pen? Pareciera ser que prefieren el relato de un corresponsal de guerra a la cronología de los viejos manuales de instrucción. Invariablemente expongo con exactitud los pormenores de aquella hazaña. Fueron tres los factores que determinaron la toma de Hao-Pen aquella mañana de agosto de 1945:La pericia de la oficialidad aliada, la sorpresa y el terremoto que azotó a la isla dos horas antes del desembarco, reduciendo la dotación enemiga de 40000 hombres en 157. No fue fácil para los 60000 soldados que tuvieron como objetivo el Cuartel General de este punto estratégico del imperio nipón llegar hasta él. El aguerrido espíritu de la tropa japonesa y la interminable serie de obstáculos que dejaron a nuestro paso (casas, árboles, autos, todos destruidos y arrojados en nuestro camino con una saña demencial) aplazaron la toma de la unidad militar seis meses. Era casi imposible para nuestros muchachos el desplazamiento en medio de ese caos y, tomando en cuenta que hasta habían modificado el curso de los ríos, nuestros mapas llevaban a los marines una y otra vez a una muerte segura. Donde debía haber un puente se encontraba un precipicio, donde estaba señalado un campo minado se expandía una depresión de arena movediza, donde decía “Cantina” encontrábamos una inmobiliaria.Dije antes pericia de nuestros militares designados en el operativo por la brillante estrategia elaborada por el general Cristopher Sanders en bombardear por aire dos horas y desde los barcos cinco horas y media eludiendo en forma diplomática el protocolo para asentar una cabeza de playa. Del francés Forgiére para rescatar a sus paracaidistas de la ciénaga y del inglés Mc Taylor para encontrar la cantina.Nuestros planes tácticos fueron variando sobre la marcha por ser peligrosos para nuestros muchachos o por inútiles. De nada sirvió la aplicación durante dos semanas de algunos artilugios aprendidos del mariscal Römmel en el desierto cuando consideramos que la batalla iba a realizarse en plena selva y nuestros hombres no entendían el alemán.Para evitar la intercepción de mensajes cambiábamos nuestros códigos cada dos días, táctica que pagamos cara cuando la frase “está en la letrina” dicha al pasar por un operador de radio originó una descarga de artillería que terminó con nuestro hospital de campaña, seis heridos y los cuatro últimos números de Weed-end.Los hai-sei (tábanos de pantano) fueron el primer escollo para nuestros hombres. Al principio dudamos si su clasificación correspondía a simples insectos o a animales salvajes. Aunque sabemos que fue una exageración decir que los aguijones traspasaban los cascos, es certero afirmar que desfiguraban los rostros de nuestros muchachos, inflamándole pómulos y párpados, provocando la muerte de nuestra patrulla expedicionaria cuando al confundirla con el enemigo fue acribillada por la primera línea. El zumbido constante y los permanentes culatazos que se propinaban nuestros soldados para quitarle de la espalda a un compañero algún hai-sei, perturbaron los ánimos del regimiento. Hubo intensos tiroteos por un frasco de repelente y un grupo de infantería entonó durante horas el hit “Vuelve Margarita”. Lo único que los mantenía alejados eran los cigarros del general O’Reilly, aunque el abuso en el empleo de los mismos derivó en una reprimenda de la ONU por considerarlos contra la Convención de Ginebra.Al segundo mes de marcha sin encontrarnos con un solo nipón comenzamos a pensar en su capacidad de camuflaje y si este desplazamiento nuestro no concluiría en una artera emboscada. Realizamos despliegues y repliegues, movimientos circulares, pinzas y centros pasados para desconcertar al enemigo sin ningún resultado evidente.Desde el portaaviones, James Pickimbah nos daba apoyo logístico descargando desde el aire provisiones y pertrechos de guerra aprovechando el poderío de nuestra fuerza aérea. La noche del 7 de noviembre realizamos una práctica de oscurecimiento ante el dato de nuestro servicio de inteligencia de la llegada de aviones enemigos. Escuchamos el ruido de los motores y apagamos todas las luces. El día 8 dimos sepultura a 12 oficiales de la plana mayor, ya que un par de cañones y un jeep arrojados desde al aire cayeron sobre el alero de su tienda de campaña, donde se habían reunido para definir nuestra futura estrategia.Luego de este episodio la tropa se notaba más desalentada que cuando descubrimos los tábanos de pantano. En la mañana siguiente acusamos el primer impacto de nuestro enemigo. En árboles cercanos al campamento encontramos colgados al teniente Holms y al cabo Kerly. Mientras se investigaba cómo pudieron los nipones burlar la guardia y ajusticiar a nuestros hombres, el capitán Federik reportaba el secuestro de su compañía completa, unos 150 soldados que no habían amanecido en sus carpas. El enemigo se había alzado con sus armas y la totalidad de las provisiones para la compañía.Si tomamos en cuenta que llevábamos 3 meses sin contacto con el Pentágono, que desde la fatídica noche del 7 de noviembre no recibimos más apoyo logístico ni las raciones para alimentar a nuestro ejército, el clima de malestar estaba justificado. Intentamos levantar el ánimo de aquellos valientes guerreros de diversas formas y ninguna dio un resultado satisfactorio. Apenas alguna que otra risa en la fiesta de cumpleaños del mayor Wiscoing, alguna que otra canción silbada en el silencio de la noche por uno de los centinelas y los ya rutinarios culatazos para espantar hai-sei.Con ese panorama poco alentador nuestros oficiales eleaboraron el ataque final al que bautizaron “Ventolina Ponja”. En tres flancos compactos rodeamos el cuartel japonés donde un grupo desprevenido de guardias al notar nuestra presencia dejaron de lado sus juegos de naipes para proceder a izar la bandera blanca sin disparar un solo tiro. Más que una rendición creo que deberíamos hablar de bienvenida la de esos 157 hombres emocionados por nuestra llegada. Cualquiera que observase esa escena hubiese apostado a que nuestra tropa de ocupación era una patrulla de la Cruz Roja.Un par de semanas más tarde festejamos ruidosamente nuestra victoria al lograr entender de boca de nuestros prisioneros que Japón se había rendido hacía ya seis meses, plenamente convencidos de que el triunfo se había consolidado gracias a un buen número de gloriosas batallas como la que nosotros habíamos librado.

Ingredientes


Todo lo que hago lo disfruto y si no es así, dejo de hacerlo. Escribir ocupa la cabecera en una mesa circular donde el banquete es rico en variedad, cantidad y sabores.Tener enfrente un papel en blanco me produce una sensación de vértigo que luego se transforma, cambia, muta a otros trances bien diferentes entre sí.Soy fundamentalmente un creador, hijo de la escritura, amante de la comunicación, que encontró en el humor un lenguaje bastante más cómodo que los zapatos que me compré la semana pasada.Mis cuentos oscilan entre la ficción y el contenido humorístico. Mis canciones también.Mis espectáculos han peregrinado por salas de café-concert, pubs y teatros, y cada uno de esos ámbitos me ha enriquecido como artista y ser humano.Gozo del reconocimiento de mis colegas de una manera tan generosa como desmedida.Entiendo que el trabajo de todo creador es en extremo solitario, pero creo que se nutre compartiendo experiencia, información y afecto. Nada se hace del todo bien si no se lo ama sin condiciones.Considero que una obra no se realiza con actores, director y autor. Técnicos, tramoyistas, boleteros y acomodadores suman o restan para lograr en el público el resultado deseado.Cada espectáculo que puse en escena desde 1982 a la fecha se compone de monólogos y canciones relacionados entre sí como primos hermanos.He publicado cuentos humorísticos en el Diario Página 12 (algunos de ellos se podrán leer en este blog), he publicado dos libros: "Disparates de la Historia Argentina", de Editorial Planeta y "Del Cabildo al Shopping" como colaborador de Enrique Pinti.Como el doctor Jekyll me licencio en otras distracciones.
Desde hace seis años dirijo un equipo de vendedores como Coach. La idea central del coaching es potenciar las habilidades de las personas con métodos no convencionales.Esta disciplina ha ganado adeptos por los resultados y por la demanda de las empresas al requerir personal apuntando al liderazgo.Muchos actores hoy cuentan con un coach. Sería interesante saber si un coach cuenta con lo mismo.Empecé a escribir un libro basado en mi experiencia al respecto, camino al que llegué inicialmente por intuición y luego fui haciendo más sólido con cursos, lectura y práctica.Posiblemente en este blog también se encuentre algo de todo eso.