El pájaro


Fue nuestro encuentro secreto de cada mañana. Yo la veía alegrarse con mi llegada y a pesar de  las rejas que nos separaban parecía feliz. Sus ojos vivaces me buscaban. Ella intuía que me gustaba escucharla cantar porque silbaba y se movía dentro de la jaula solo para alegrarme.

No fueron felices todos nuestros encuentros. Un día la jaula estuvo llena de flores. Ella tenía los ojos tristes y no cantaba. Apenas registró mi presencia. Traté de animarla dando saltos cortos sobre el cerco pero fue inútil.

Se mudó una mañana de agosto. Yo me quedé en mi nido de siempre, sobre el nogal a orillas del río. La reja de la ventana de su casa fue pintada ayer con un naranja estridente y los nuevos moradores no reparan en mí.