La Vieja Guardia del Varieté

Suena el teléfono y es Guardiola con la voz de Eduardo Calvo. Me invita a jugar 10 minutos en el Barcelona. ¿Quién puede negarse a jugar con tipos que certifican que en ciertos espectáculos hay arte? Nadie en su sano juicio se negaría. Acepté. Se va a llamar La Vieja Guardia del Varieté, un guiño del Teatro El Guiño para los colegas que desde los 80 a la fecha pusieron en escena trabajos propios con su personal estilo. Diferentes disciplinas, diferentes estilos, diferentes risas.

Tengo más de 10 razones para justificar mi admiración hacia ellos y su trabajo.

Con Eduardo y Merpin compartimos el principio de El Bululú, un teatro con una amplia historia de espectáculos de humor a cuestas.

Con Hugo Fili, Lumba, Marcelo Dandrea, Claudio Pereira, el circuito denominado under.

El público se ha divertido. Y coronó el trabajo con aplausos. Y no tuvo ni idea de lo que pasó en bambalinas. Se tendría que filmar lo que nos divertimos nosotros antes, durante y después de la función. Y tiene un plus que siempre sale a escena con los artistas.

En una profesión donde se empañan las relaciones con los egos y las actitudes mezquinas, llevarse bien, respetarse fuera de los límites del profesionalismo, a nivel humano, es casi mágico. Es difícil que este tipo de relaciones resistan el paso de los años. Todos los grupos con un trabajo en común, terminan distanciándose.

Nos acordamos de anécdotas y números impresionantes de aquellas épocas y en todos los tiempos.  Eduardo Calvo, con la voz de Guardiola, nos volvió a reunir en el mismo camarín.

Ha sido una noche fantástica que queremos repetir, como los buenos platos, como los buenos vinos.

Sostienen algunos entrenadores de fútbol que los jugadores mejoran cuando tienen cerca suyo gente con mayor talento y habilidades. Yo lo comprobé. Es cierto.

Trabajar, divertirse

No hay nada mejor que disfrutar lo que uno hace.
Si encima está rodeado de colegas que admira, mejor.
Si además, tiene puntos de coincidencia, un camino andado en común, es perfecto.
De eso se trata.

La mamá de Jimmy

Ya pocos lo recuerdan. Llegó con las noticias que vuelan presurosas a las agencias de prensa, a las radios, a los canales de televisión de todo el Mundo. Y el Mundo nuevamente despertó horrorizado.
Sucedió en Guyana, en Jonestown, la Tierra de Jones, de Jim Jones, el 18 de noviembre de 1978.

Jim Jones le aseguró a sus fieles que allí se construiría El Paraíso Terrenal.
Para establecer y mantener  el orden y la disciplina en sus fieles tenía sus métodos. A los niños, por ejemplo, cuando se portaban mal en la paradisíaca comunidad, Jones, llamado también El Padre, les hacía creer que en el fondo de un pozo había un hombre que hablaba y donde él los arrojaría si no se corregían. En el fondo del pozo había un hombre pago por Jones, que doblaba y tiraba las piernas de los niños cuando eran descendidos. 

Jones provocó el suicidio colectivo de 909 personas. Hubo quienes tomaron el veneno que el repartió, como se reparte el pan en Misa, y otros, que tuvieron que beberlo a punta de pistola, encañonados por otros fanáticos con delirios mesiánicos como él.

Pensé en la mamá de Jimmy. Pensé en su padre. Pensé si existe un hilo conductor entre los que educaron desde su más tierna infancia a tipos como Jimmy, Adolfito, Francisquito, Augustito, Jogito Rafaelito, Papíto Doc y siguen las firmas. Que pozos oscuros asustaron a esas criaturas. Qué crímenes aberrantes presenciaron.

Creo yo, por un acto de justicia universal, deberíamos hacer la salvedad en el día de los padres y de las madres y excluír a quienes educaron a estas criaturas . Nada de saludos a todos los padres ni a todas las madres del mundo.Es nuestro derecho de admisión.

No compartimos con ellos reuniones de padres en el jardín de infantes.

Mientras nosotros hablábamos de un mundo mejor con nuestros hijos, ellos construían pozos oscuros y profundos con hombres que hablaban, a donde enviaban castigados a los niños de mal comportamiento.

Si el cielo y el infierno existen, ésa es la diferencia.


Por quién suenan las campanas

Los diarios, con sus periodistas y columnistas de opinión, escriben, narran, cuentan los acontecimientos que suceden todos los días, como en algún momento en el futuro, investigarán y resumirán los historiadores, para dejar asentadas sus conclusiones y su lectura de los hechos.
Una vieja frase dice: “Hay que escuchar las dos campanas para conocer la verdad”. Y esto supone que un mismo episodio puede ser narrado por personas muy diferentes en su ideología, en su compromiso con la verdad, e incluso, en su carácter de defensor de una de las partes protagonistas de estos hechos que comienzan a ser históricos a partir del día siguiente.
Uno elige que tipo de campana desea escuchar. Uno elige a quien creerle, quien inspira respeto y crebibilidad, y a quien ya lo han atrapado en mentiras, en relatos confusos, en manipulación de la información o en manifestar simpatía o encontrar justificación en actos perpetrados por genocidas. Le ley suele ser una línea muy finita en estos casos.
En la Campaña al Desierto, Roca y sus tropas aniquilaron a 14000 indios, que por supuesto, estaban en esas tierras antes de la llegada de los conquistadores españoles. Esa masacre, financiada por la Sociedad Rural Argentina, trajo, claro está, para esta prestigiosa institución beneficios. No se financia semejante empresa con fines filantrópicos. Cuarenta millones de hectáreas fueron repartidas entre 1800 familias. Algunos generales de sus columnas, como Rauch, un especialista en tácticas de exterminio, dejaron el sello de su paso por la provincia de Buenos Aires, en su derrotero hacia el sur, dándole su apellido a pueblos posteriormente, como Villegas, otro integrante de la gesta. 1800 familias patricias pasaron a ser propietarias de tierras ganadas a sangre y fuego.
Pongamos a sonar dos campanas. Escuchemos la diferencia de enfoque, las deducciones personales de lo que se busca transmitir sobre un mismo hecho, donde las cifras arriba mencionadas son oficiales, salidas de los partes militares que Julio Argentino Roca, con rigurosidad militar dejó asentadas.
Mariano Grondona habla sobre la Campaña al Desierto, respondiendo a Osvaldo Bayer. Dos campanas.
Si tomamos cualquier hecho al azar, observaremos también campanas disonantes.
Yo ya elegí cuál es la que escucharé sonar.




Todo lo que necesitas es talento

Dice Geoff Emerick, el ingeniero de sonido de Los Beatles en su libro: Estábamos enfrascados en terminar Sgt. Pepper cuando Brian Epstein (manager de los monstruos) hizo una de sus pocas frecuentes visitas al estudio.
-Chicos-anunció-, tengo que informaros de una fantástica noticia. Todo el mundo hizo silencio.
-Fueron elegidos para representar a Inglaterra en un programa de televisión que, por primera vez en la historia, se retransmitirá en directo a todo el mundo vía satélite. La BBC los filmará durante la grabación de vuestro próximo disco.
El programa, siguió explicando, iba a llamarse Our World (Nuestro Mundo) y sería una celebración de las culturas de todo el globo. Silencio de radio de todo el mundo. Con una evidente falta de entusiasmo, John dijo por fin:
-De acuerdo. Haré algo para eso.
Brian estaba indignado ante aquella reacción de indiferencia.
-¿No están contentos? ¿No se dan cuenta lo que significa para nosotros? ¿Tienen idea de lo que me ha costado conseguir este acuerdo.
Lennon lo cortó con ácido comentario:
-Bueno, Brian, esto es lo que te mereces por comprometernos a hacer algo sin consultarnos primero.
Epstein parecía al borde las lágrimas y salió del estudio.
Siguieron grabando durante días y olvidaron el compromiso. Paul lo recordó en una de las sesiones. Faltaba una semana.
-Dios mío, ¿tan poco falta? Bueno, supongo que será mejor que escriba algo.
Ese “algo” que a John Lennon se le ocurrió (escrito por encargo, literalmente en cuestión de días) fue la canción “All you need is love”, que no solo saldría disparada hasta lo más alto de las listas sino que serviría como himno de toda una generación, el perfecto resumen de la época ingenua e inocente conocida como el Verano del Amor.
Después narrará lo que significó grabar en vivo con Beatles, músicos amigos y miembros de la Sinfónica, esta pieza. El miedo a equivocarse, que no tendría solución como cuando se graba y se corrige el error con otra toma. Lennon olvidándose de escupir el chicle antes de comenzar a filmar, y dentro del delirio, esta joya.