El Santo

Fue un estudioso de la Biblia, recitaba de memoria salmos y párrafos completos del libro de Eclesiastés, analizaba y reafirmaba las encíclicas, idolatraba a los santos.

Cuando rezaba entraba en trance y algunos creyeron que era el más fiel intérprete de la voz de Dios.

Lloró desconsolado con la lectura de la Pasión de Cristo.

Los ratos libres, los pocos momentos del día en que disminuía su fervor religioso, los dedicaba a construir máquinas, muebles y objetos que ponía en consideración para su uso al Santo Oficio.



La historia y yo

 Desde 1990 mis espectáculos tuvieron algún fragmento dedicado a la historia nacional. Es una obsesión que nació desde la lectura de otra perspectiva a la que me enseñaron e inculcaron en la escuela.

Sigo en la misma línea y aunque ahora no hay espectáculos, no pierdo mi sintonía.



Que lo disfruten.

Después de la batalla

Lo encontré tendido en el barro boca abajo. El fusil debajo de su cuerpo y a su alrededor los rastros de una batalla cruel. Había mantenido hasta entonces la esperanza de contarlo entre los prisioneros y estaba en la lista de negociación con el General enemigo.

De todo el batallón de infantería era mi soldado predilecto. Había demostrado su valor en muchas batallas y tanto su vigor como su disposición para el combate lo habían hecho merecedor de medallas que jamás le concedieron.

Recuerdo especialmente aquella emboscada que sufrimos a media tarde en una región selvática. Una vegetación enmarañada y el factor sorpresa del enemigo nos conducía a una derrota segura. Él solo se abrió paso entre los árboles y destruyó un nido de ametralladoras con una granada lanzada con precisión. Ese acto heroico nos permitió rodear el batallón, disminuir su poder de fuego y asegurar una rendición incondicional. La tropa estimaba su valor y su alto espíritu de camaradería.

Se acercó a nosotros el jeep que precede a la llegada del General. Seguramente disimulará la sonrisa que inspira su victoria. Estrechará mi mano y dirá las frases de rigor. Luego pasará lo de siempre a esta hora. Se escuchará el grito de mi madre llamándonos para la merienda y tendremos que guardar los soldaditos ya limpios en su caja.