La caída de los pianos


No recuerdo cuantos años tenía cuando  cayó ante mí, como un piano mal embalado en un quinto piso, la primera gran mentira: la verdadera historia de Melchor, Gaspar, Baltasar y Papá Noel.  Algunos años después, en la adolescencia,  leí Venas Abiertas de América Latina y dije: así no me contaron la historia en el colegio. Entonces entendí que ciertas verdades en las que creemos con fervor y patriotismo, con la raíz profunda del alma, se caen fácilmente, que hay otras verdades que por alguna razón permanecen ocultas y que existen personas que las cuentan de un modo más lógico, claro, preciso. Tan claro y preciso que cierran los porqué, los para qué y los a favor de quienes.
Y tomé distancia como en la escuela en la formación de filas, primero de los dogmas de fe, de creer o reventar, de lo que leía en los diarios que nada  me dijeron nunca sobre los reyes magos ni los gobiernos en América Latina como me había contado Eduardo Galeano. Y entiendo que quienes no tuvieron los mismos padres que yo, ni leyeron los mismos libros, ni tuvieron la suerte de contar con amigos que agrandaban su ojo derecho desde el párpado inferior con el índice y te decían al oído “mirá que…”  crean en otras cosas y vayan a misa y practiquen el budismo, sean judíos ortodoxos, sean peronistas de primera hora o de primer recreo, vistan esa horrible combinación de colores azul y amarillo.
No los trato de ignorantes, necios, obtusos. No les deseo la muerte, la extinción total y definitiva,  ni la iluminación, ni la conciencia cívica, ni el porcentaje de solidaridad necesario, ni la humanidad, simplemente respeto sus elecciones personales. Cada uno es responsable de portar el calibre de pensamiento con el que anda armado por la vida. Claro está que no admito determinadas miserias, ni son amigos míos todos los que aparecen como tales según Facebook.  Los requisitos para estar en el imperfecto  círculo de mi errante alma  son muchos y no todos lo resisten. Qué le vamos a hacer, es parte de haber tenido esos padres, esos colegios, esos amigos, esos libros, esas esposas, estos hijos. En definitiva, éste círculo contribuyó en gran medida a ser lo que soy.
Cuando leo historias de fracasos que se  repiten me pregunto porqué. Porqué se tropieza con la misma piedra, porqué se elige tomar un camino que lleva al sufrimiento, a la enfermedad, a la marginación al porcentaje más alto de la población. Porqué hay un club de privilegiados muy selecto y exclusivo que vive en un nivel y una mayoría en otro muy bajo. Y ato cabos, y trato de ver donde comenzó todo, con cual gobierno, con que ministro con que plan, que pasa con las nuevas ideas de todos los colores, que pasa con el socialismo, con los liberales, con los gobiernos dictatoriales. Y leo que se cayó el bloque socialista y me decían los predicadores aquellos con los que empecé a tomar distancia hace unos años,  que era el fin de las ideologías, que entrábamos en la globalización con una sola economía justa para todo el mundo. Y la globalización fue otro globo inventado por los poderosos para que China fabrique lo que antes fabricaban ellos así ahorraban en sueldos para su personal. Un producto terminado por un plato de arroz. Despidos masivos y el que venga a  ocupar un puesto que lo haga por estas monedas.
Y mi país, como todos menos uno en América Latina, en otros años y con otros gobiernos, hizo lo que la gran receta de los grandes cocineros mundiales decía. Se pusieron frente al televisor como ahora los fanáticos de la cocina con el Canal Gourmet y tomaron nota, y pusieron los ingredientes necesarios para una buena torta neoliberal, una de esas tortas explosivas que provocan tantos disturbios en Europa y en el planeta en sí. Esas tortas que le caen tan pesada a los mismos de  siempre, a los que están afuera de ese club selecto y exclusivo que contaba antes. Y la receta dice privatización de las empresas, achique del personal del estado, mayor poder a los bancos, reducción de inversión pública, achique en los presupuestos de educación y salud, en síntesis algo que se llama entre los tecnócratas “Ajuste” y está muy bien porque lo que se ajusta el nudo de la soga que terminará ahorcándote.
Mi país no sigue las recetas del Fondo Monetario y del Banco Mundial. Va por otro camino, que a compañeros de ruta latinoamericanos también le está dando sus frutos. Yo creo en esto por aquello de los padres, los libros, los amigos. Y entiendo que otros crean otras cosas y otros caminos que les deben parecer mejores que el que yo veo y en el que creo que hay que seguir, aunque nos critiquen en el Mundo civilizado, aunque nos aíslen como siempre aislaron al desobediente mandándolo al rincón, aunque nos pongan las orejas de burro. Me podrán decir los que creen en otras cosas que los suyos son caminos mejor asfaltados, mas iluminados, rápidos, seguros. Yo no les deseo la muerte, la extinción total, el estado de gracia que los ilumine para ir por esa ruta.
Este es el que soy y por eso pienso lo que pienso y elijo.
La receta neoliberal no fue para mí ninguna sorpresa. Es difícil, después de saber de memoria Pulgarcito, Blancanieves, La Cenicienta, que me sorprendan con un nuevo piano mal embalado.

Malaventurados

El cuerpo que yace inerte, ensangrentado, sobre el piso del patio, es el de un niño, que no alcanzó a llorar, torpe manera que tenemos los humanos de anunciar al mundo nuestra llegada, ni tuvo  tiempo de reír, y aprender que risa y llanto son solo dos formas de celebrar la vida. Este niño que no pudo ser observado por los ojos de Dios para que su mano misericordiosa impidiese el impacto de un inocente contra el suelo, como ya ha sucedido en otros tiempos bajo el reinado de Herodes, que quizás, y no hay prueba de ello, haya escuchado los desgarradores gritos de  su madre unos segundos antes, llevándose de este mundo al otro lo que significan desesperación, humanidad, piedad, redención.

Murió tan violentamente como ha nacido, la sangre derramada de la pequeña cabeza dan cuenta de ello, apartado de los cuidados médicos, de las reglas de asepsia obligatorias, de la espera y bienvenida de los seres queridos, que tampoco sabrán de esta muerte. Su madre lo ha expulsado del vientre sin que pudieran sus manos darle cobijo en su llegada ni protección en su caída, sin voluntad, rota como ha quedado, después de un peregrinaje eterno, luego de recorrer pasillos y celdas, escuchar voces desconocidas y alaridos de dolor, de órdenes e interrogatorios, de súplicas que nadie oye, confusa la mente y alborotado el cuerpo, incapaz para diferenciar si las contracciones son las naturales alarmas del cuerpo o los espasmos y convulsiones que provocan la picana.

Eva

Si Lucas no viene por acá esta noche no sé cómo voy a hacer con la plata que me falta para los remedios. Él me prometió conseguirla. Me extrañó no verlo en la iglesia hoy a la tarde. Debe andar con algún problema serio porque a la mañana no vino a desayunar con nosotros. ¿Te conté que Lucas me ayudó mucho cuando me internaron en el Rivadavia por la pulmonía esa famosa? Siempre fue muy bueno conmigo. Al principio, yo le tenía un poco de desconfianza, más que nada porque cada vez que lo encontraba en la calle estaba peleándose con alguien. Pensé que era un borracho o algo así. Pero cuando empezás a conocer su vida, él es muy reservado, por esos detalles que en los momentos de soledad confiesa, te das cuenta que por algo es así. ¿A quién le pediste el agua para el mate? Ah, ése es un buen tipo. Me cae bien. No es como el roñoso de la esquina que cada vez que paso me dice alguna grosería. Hoy a la mañana los chicos de la boletería me dieron un puñado de yerba, casi a escondidas. Debe ser porque es del jefe y no querrán que se entere.

Ayer a la tarde, a eso de las cinco, pasó el viejo de barba, ¿te acordás? Que se peleó con vos un día en la entrada del subte. Ese, que andaba siempre con bolsas de supermercado.. Ese mismo. Hacía mucho que no lo veía. Ahora está sin barba. Da la impresión que trabaja de albañil o algo así porque tenía un bolso de esos que llevan los de la construcción. Pasó apurado. No, seguro que era él. Me saludó. Me preguntó que tal sin detenerse y subió al tren que va a Retiro. El siempre paró en la estación. Se pasaba las tardes cerca de los molinetes o abriendo las puertas de los taxis en la entrada. Cuando se fue casi hacemos una fiesta, nadie lo aguantaba. Ya se había peleado con Lucas, conmigo, con Maquiavelo, que era un loco que nos hacía morir de risa. Recitaba, a veces cantaba, otras bailaba en el andén. Hablaba siempre en voz alta y se quejaba de todo. Siempre decía que él sabía lo que pasaba, que no tenía pruebas, pero que él sabía. Un día desapareció y no lo vimos más. Andá a saber qué se hizo.

Está haciendo bastante frío... Y Lucas que no viene. Parezco una novia haciendo tiempo para una cita, no? Falta que saque el maquillaje de la cartera y empiece a ponerme rush y empolvarme y todas esas cosas. Acá tengo dos o tres sobrecitos de azúcar que me levanté de las mesas del café de acá a la vuelta. Decime Pancha, ¿quién era  esa con la que te encontré charlando el domingo en la plaza? Porque me parece que esa fue la que me robó la manta preciosa que me regalaron los muchachos de la tienda. Ya sé que no tengo pruebas, pero no me gusta nada esa mujer. Anda haciéndose la simpática con esa sonrisa forzada de caballo y resulta que si después le pedís cualquier cosa te contesta una barbaridad y encima se hace la ofendida. El nene que carga tiene una carita de sufrido... Andar con un chico en estos días me parece una locura. Y que no diga que no tiene con quien dejarlo porque no le creo. No sé si es buena o no, yo te digo que no me cae bien. Parece que mirara de arriba de un carruaje, toda una señora respetable que trata de no codearse con la chusma. Vaya una a saber quién se cree que es.

¡Cómo tarda Lucas! Debe estar entretenido con los chicos de la plaza. Porque Lucas, con ese aire de ogro que tiene, no sabés con qué ternura habla con los chicos. Nunca me atreví a preguntarle si tenía hijos por miedo a meter el dedo en el ventilador y hacerlo sufrir. Pero cuando lo ves tratándolos con tanto cariño, es imposible no imaginarse algo lindo. Debe haber sido muy guapo cuando eran joven. Esos ojos profundos que tiene! Además se nota que tuvo una buena educación. Jamás lo ví maloliente ni desprolijo. Siempre que lo encuentro en la plaza está leyendo algo. Yo soy medio burra y me da mucha vergüenza preguntarle qué es lo que lee, porque por más que me cuente y me explique no creo que pueda entender mucho. Al fin de cuentas son tantas las cosas que no nos dijimos ni nos preguntamos que parece que fuéramos extraños. Mirá con lo que me salís. Ya estoy vieja para pensar en esas cosas. Ya no estoy en edad de hacerme la chiquilina. Además, que me guste hablar de él no significa nada. También hablo mucho de las cosas que no me gustan. Pero me da bronca que tarde tanto. Justo hoy que pude lavarme un poco en el baño de la estación. Cada vez me cuesta más trabajo, no lo voy a negar. Me resulta imposible levantar las piernas hasta los piletones. Decí que cuando nadie me ve aprovecho cualquier charquito para darme una enjuagadita ligera nomás, como para mantener un poco la higiene.

Mirá ese chiquilín con la estampita. ¿No se te parte el alma? No debe llegar a los ocho y ya está en la calle. Me da tanta bronca ver a estos tan chiquitos y ya trabajando y esos grandulones con cara de malos, con esa ropa negra rara y los pelos parados jodiendo en la calle a todo el mundo. Si, esos locos que andan de negro, con cadenas los muy guapitos. Una noche, estaba durmiendo en este banco y me tiraron un pucho prendido. Alcancé a verlos cuando corrían por el andén. Encima cagones. Se habrán creído que me iban a echar de acá. Justo a mí. La otra noche se me hizo tarde y llegué muerta a la estación, con dos bolsas de cartones llenas, un poco de fruta vieja, pero que estaba buena todavía y acá sentados había una pareja, abrazados, con cara de sueño. Me les paré al lado y los miré fijo a los ojos. Se levantaron y se fueron. Al fin de cuentas el banco es mío, no?. Bien que mantengo esto arregladito para que nadie me diga nada. Lo único que falta es que venga y encuentre a alguno atorranteando. Yo no molesto a nadie, así que tampoco quiero que nadie me moleste.

Decime Pancha, vos sos católica? Porque nunca te vi rezar. Pero m´hija cómo no vas a creer en algo? En algo hay que creer. No se puede vivir sin creer en nada. Vas a ver que si pedís, si rezás un poquito todas las noches, algo vas a recibir. Si no mirame a mí. Todo lo que tengo lo conseguí un poquito por mí y otro poco porque antes de dormir rezo. No mucho, un padrenuestro y un avemaría es suficiente. Además, vas a ver que sentís mejor. Es como si alguien te escuchara. Te desahogás, todo parece distinto. Ya sé que no te llevás bien con el cura. Pero bien que vas a tomarte el plato de sopa todas las tardes, no? Un día discutí con Lucas por eso. El le había dicho al cura que es fácil hablar del reino de Dios y las bienaventuranzas con el estómago lleno. Yo le quería hacen entender a Lucas que el Padre era un ministro de dios y el me dijo que con ministros así es que estamos como estamos. No sé, a veces no le entiendo a Lucas que me quiere decir. Y cuando le dije que tenía que estar orgulloso de llevar el nombre de un santo famoso no me acuerdo con qué barbaridad me salió. A mi me pone tan bien llamarme Eva... Como la Duarte, si. Cómo? ¿ Tampoco sos peronista? Pero, en qué país vivís? ¿Cuándo se estuvo mejor que con Perón? Decime,  cuándo? Te acercabas a la Eva a pedirle cualquier cosa, lo que necesitaras y te lo daba. Esa sí que era una santa. Lloré tanto cuando murió. Nunca vamos a ver otra así. Tan comprensiva y con tanto amor para dar. Pero, vos que vas a saber si siempre visite en la luna? Preguntale a Lucas, que te cuente sobre el 45. No, yo siempre fui peronista. Mucho antes de conocerlo a él. Que vos no lo supieras es otra cosa. Aunque a Eva yo ya la quería más que a él. Debe ser porque era mujer y la entendía, sentía admiración o que sé yo. Si la hubieras visto en el balcón hablándonos a todos como si fuéramos sus hijos. Ya sé que eran otros tiempos, pero el pueblo es el mismo. El pueblo no se va a olvidar quién fue Eva. Mejor, mejor no hablamos de política. Como dice Lucas, en política y religión todos tienen razón. Vamos a terminar peleando y para qué. Haceme el favor y alcanzame otro mate. Mejor, el azúcar hace mal.

Me parece que Lucas ya no viene. ¿No tenés algún diario para envolverme un poco las piernas? No importa, con tal que no esté mojado. De tanto ponerme diarios se me están rompiendo los zapatos. Pensar que cuando me los regalaron estaban casi nuevos. Me daba tanta lástima usarlos. Pensaba guardarlos para algo importante. Seguí con esa pavada vos. No será que estás celosa porque me habla a mí y a vos no te da ni la hora? Pobre de vos. No viste como se interesa por mí cada vez que me encuentra? Es todo un caballero. No me importa, algo lo habrá demorado. El nunca me dejó plantada. Es cosa de él, conmigo no tiene ninguna obligación. Mirá, mejor, mejor será que te vayas a tu banco y me dejes dormir porque tengo mucho sueño. Lo único que faltaba es que ahora se te de por echar leña al fuego.

Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, agradecemos todo lo que nos das, el pan nuestro de cada día... Bendícenos a tos... Amén. Pancha, Pancha, dormís? ¿En serio pensás que puede tener otra?