Infelices pascuas

 


Todos los años lo recuerdan para estas fechas. Llaman a la reflexión, a la contracción, a la humildad, a la bondad, a la reconciliación, a pedir perdón y a perdonar.

Durante el año le agregan un clavo sus ministros en la Tierra con asuntos de pedofilia.

Consideran Santo el suelo que transitó pero allí se perpetran crímenes aberrantes.

Y los grandes líderes de la humanidad arman sus frases grandilocuentes, cargadas de profundos sentimientos religiosos y humanidad mientras invaden, someten, torturan y saquean.

Nada es cierto.

Infelices pascuas para todos


Faltan en mi mesa

 


En casa faltan mis hermanos,

se los llevaron una noche

tan larga como el cenit,

tan siniestra como la capucha del verdugo.

Faltan a nuestra mesa desde hace años,

sin aviso, sin recados,

sin señales de sus últimas horas.

Nos faltan las palabras de tantos corazones,

nos faltan los abrazos,

las rondas de mate y la poesía,

la palabra justa y la comunión para pasar el trago amargo,

la arenga reparadora en la derrota.

Nadie supo de ellos

y eran los mejores de los nuestros.

Tenían sueños que nos incluían,

un amor infinito para todos,

un andar por la vida inigualable,

una pasión inextinguible,

una lealtad arrolladora.

Lo poco que sabemos son datos oficiales,

testimonios crudos de sus paraderos,

de sus posibles destinos,

de sus traslados inciertos,

unas pocas confesiones

y ningún arrepentimiento,

oraciones que rezamos en silencio,

una marcha puntual que nos convoca

para jurar que no hay olvido,

para levantar sus banderas

y decir que no alcanzan las placas,

las siluetas que los representan,

los discursos, homenajes y obituarios.

El mantel está tendido como siempre.

En casa faltan mis hermanos.

El General tiene quien le escriba

 


Ha sido protagonista y testigo de las batallas por la liberación de América. Se ha negado a las órdenes del poder de turno de levantar su sable contra compatriotas como José Gervasio Artigas. Tuvo claro quiénes eran los enemigos de la patria, los de afuera y los de adentro.

Han intentado asesinarlo y prefirió el exilio. Fue calumniado por los periódicos locales que seguían las órdenes de un acérrimo enemigo personal: Bernardino Rivadavia.

Fue mucho más que un brillante militar. Fundó el primer hospital en nuestro suelo. Transformó en Perú a un viejo centro de torturas español en una biblioteca pública pensando en que existen otras formas de armar al pueblo.

Ha muerto sin ver las infamias que se perpetraron en su Patria.

Esta imagen de su monumento presidiendo una marcha popular como años atrás liderando sus tropas sea quizás un reflejo de dónde lo veríamos en los tiempos que corren.

La Fiesta inolvidable sin Peter Sellers

 


Fue el 3 de marzo de 1984. Hoy se cumplen 40 años. Terminamos definiéndola como la Fiesta inolvidable y se recordó entre los concurrentes en más ocasiones que el penal de Montiel a Francia.

 

Yo fui disfrazado de sacerdote y no me despegué en toda la noche de una enorme Biblia que sustraje de la casa de mis padres.

 

Era la fiesta de cumpleaños de mi amigo Gustavo Seva. Hubo solo dos cámaras de fotos. 93 personas. Los disfraces fueron espectaculares y de una producción y exactitud impecable. Hormiguita viajera, angelito, Quasimodo, dentífrico Kolynos, comandante guerrillero, clown. Hubo dos personas que llegaron disfrazadas de regalo y no podían pasar por la estrechez de la escalera que conducía a la terraza. Salimos en distintos autos a la calle. Dimos una misa. Parado en la caja de una pickup bendecía a la gente que cruzábamos a nuestro paso.

 

Las anécdotas son muchas. Con el repaso de algunas escenas vuelven las carcajadas de la primera vez y algunas son rescatadas de manera permanente.

 

Sobre el final de la fiesta el sacerdote de la foto estaba en la puerta de entrada de la casa donde se celebró la fiesta besándose con una odalisca. Un hombre muy mayor en bicicleta nos vio y por no perder de vista la escena pegó la rueda contra el cordón y cayó desparramado a unos metros de nosotros. Tuvimos que ayudarlo a incorporarse.