El viernes 29 de diciembre 21 horas


Estàs invitado.

No me digas que no te avisè.

Pinochet


Murió en la cama, como mueren los abuelitos de buen corazón.

Nunca sintió el peso de la ley ni el de su propia conciencia, algo que nos daría la esperanza de un gesto de justicia.

Hablar de sus múltiples y aberrantes crímenes es redundar en datos, como aquel que detalla en un manual las propiedades de la materia fecal.

Dicen los que creen, que el infierno asigna el Séptimo Círculo para los traidores, en ese caso, a Judas Iscariote se le avecina un Golpe de Estado cobarde y sangriento.

¿Dios le habrá reservado una Eternidad de calvario o Satanás una sala Vip por su carrera meritoria?

Su muerte me sorprendió en pleno viaje y sin champán en la heladera.

Su muerte resaltó las divisiones entre los que lo veneraron en vida y los que lo padecieron en muerte.

Seguramente leyendo los diarios encontraré más detalles siniestros que me confirmen que el mundo se ha depurado un poco con su inexistencia, que debe haber tenido padres parecidos a los de otros genocidas, que lo dejaron huérfano de humanidad a edad muy temprana.

Murió en la cama, como mueren los abuelitos de buen corazón.

El caso Monforte


Fueron los cuatro disparos en la nuca los que determinaron la muerte de Alcides Monforte, hallado muerto en una cabina telefónica, y no la emoción de haberse comunicado, dictaminó en forma escueta el forense en su informe.

Los disparos no fueron a quemarropa, como aseguró la revista Crímenes y criminales, ya que las ropas del occiso no presentaban quemadura alguna y el informe de balística fue el que le dio al caso el misterio más difícil de resolver. Las cuatro balas fueron disparadas con cuatro armas distintas, lo que bifurcaba la pista policial hacia dos conclusiones: o fueron cuatro los asesinos de Monforte o se trataba de uno solo fuertemente armado.

Las fotos tomadas en el lugar del hecho por Esto es sangre fueron censuradas semanas más tarde cuando aparecieron en el aviso publicitario de Telefónica mostrando a Monforte en el suelo, en medio de un charco de sangre, con el tubo en la mano y la mirada perdida y una leyenda más abajo que rezaba : “Si no funcionan cuando más los necesita, nosotros tenemos la solución”.

Le asignaron el caso al sargento García, un gordo bastante irascible al que lo sacaban de quicio dos cosas: que lo llamaran sus compañeros a altas horas de la noche para decirle que vieron al Zorro o que dijesen que la policía era de gatillo fácil.

Nadie olvida que un comentario como ése en un bar de Lanús terminó en una balacera cuando García defendió el honor policial con los seis argumentos que tenía en su Itaka, parapetado detrás del mostrador.García llegó a las fuerzas del orden impulsado inicialmente por un espíritu artístico. Se ganaba la vida como fotógrafo de bautismos y comuniones y hacia changas para Vívalo donde más de una vez tuvo que alternar el uso de la cámara fotográfica con el del revólver que llevaba encima. Un teniente, observando el orificio de bala en la frente de un testigo de asalto a mano armada, le dijo”: Las fotos salen fuera de foco o mal encuadradas pero su puntería, mi amigo, es bárbara”.

Ahí estaba García, con los objetos hallados en los bolsillos de Monforte, buscando una lógica, cavilando.Sobre su escritorio había un manojo de llaves, dos cospeles, una libreta con números de teléfonos, algunos australes y un cabello rubio que luego asociaría con el galgo afgano que Alcides Monforte tenía en su departamento.

En la casa de Monforte no hubo nada que le llamara demasiado la atención a excepción del perro que le había mordido el tobillo al entrar, motivado más por el hambre que por su instinto guardián.No había en el departamento un solo cajón en su sitio, ropa y papeles desperdigados en el suelo, lo que hizo pensar a García que los ingresos de Monforte no eran suficientes para tener una empleada por horas que ordenara ese caos. Arrastrando al perro que seguía aferrado con sus dientes al tobillo derecho, recorrió las habitaciones buscando una pista.En el cuarto de baño encontró una prenda íntima femenina. Acá estuvo una mujer o Monforte tenía algunas desviaciones, pensó.

De vuelta al living y sin librarse del galgo afgano que había dejado de gruñir, demostrando una actitud más simpática hacia el policía, encontró en el suelo una media azul de hombre con agujeros muy parecidos ala forma de la dentadura del can. Alguien estuvo allí antes que García y corrió su misma suerte. Desenfundó la pistola para asesinar al perro pero pensó que éste podía haber visto algo clave para descubrir al o a los responsables de la muerte de Alcides Monforte.

Bajó por las escaleras porque no entraban con el galgo en el ascensor y recién en la vereda, el perro le soltó el tobillo para levantar la pata contra un árbol de la entrada del edificio. García pensaba. Cuando lo asesinaron estaba hablando por teléfono.¿Con quién? Puede ser uno de los que están en la libreta. ¿Hay alguna relación entre la llamada y el crimen? ¿Por qué teniendo sólo dos fichas le pegaron cuatro tiros? ¿Fue una venganza? ¿Fue el hombre de la media agujereada? Visitó a todos los que figuraban en la libreta pero al descubrirse el pie, ninguno presentaba señales de haber sido mordido.Bueno, éstos son inocentes, ¿dónde busco a los culpables? El sargento García no conciliaba el sueño.

A los veinte días del crimen se presentó en la oficina de García un tío de Monforte, único pariente que no negaba conocerlo. García desarrolló un hábil interrogatorio.

-¿Usted sabe de alguien que haya querido asesinarlo?- preguntó el policía.

- Si me da una birome, un cuaderno y dos semanas puedo hacerle una lista.-

-¿Desde cuándo sabe del peligro que corría su sobrino’-

-¿Desde que cursó primer grado y la maestra intentó dos veces sin éxito.-

-¿A qué se debía que tanta gente quisiera asesinarlo? –preguntó García.-

-A que sólo sabía despertar dos sentimientos: la repulsión o el odio.- Cuando nació mi hermano y su mujer lo abandonaron. No soportaban la mirada de Alcides.-

-¿Usted lo veía a menudo’-

-De vez en cuando –contestó el tío rascándose la barba.-

-¿Por qué se presentó’-

-Leí en el diario que tenía dos cospeles...-

-Entiendo...- García hizo una pausa-. ¿A qué se dedicaba su sobrino?-

-Había llegado recién de Colombia, de hacer un trabajo como letrista.- -¿Qué trabajo?- -No sé, en un cartel. Le pedí que me repitiera, se escuchó un ruido y nada más.-

-¿Usted cree que pudo ser un crimen político?-

-Puede ser. El de política no entendía ni jota. Lo último que me dijo fue que me esperaba en su departamento, que tenía algo para darme.- Nunca imaginé que fuesen dos cospeles.-

-¿Usted fue? –preguntó García.-

-No, no soporto a ese perro.-

-¿Se enteró de su muerte por los diarios? –preguntó García reclinándose en su sillón.-

-No, antes vi el afiche de los teléfonos. Dudé un poco si era él por la mirada. Nunca lo había vista tan tierno.-

García volvió a la carga en la investigación con la ferocidad de un Doberman lanzando al ataque, con la tenacidad de un vendedor de seguros, con la vivacidad de una momia egipcia. En la cocina del departamento del occiso encontró una extraña receta que decía:- Facha,250 grs. , Cacho 400 grs. ; Carlos, 2 kilos; Manucho, 50 y 50.- Monforte hacía compras comunitarias con los amigos – pensó en voz alta García arrojando a un cesto la lista. Encontró otra: Facha, Cacho, Carlos y Manucho deben la vieja más la nueva y quieren cortar el pasto. Además hacía jardines –pensó García- Buen tipo este Monforte.- Pero llegó a sus manos una lista que le paralizó la sangre: 1 Browning 1 Smith & Wesson, 1 Luger, 1 22.- Las armas con las que lo habían baleado a Monforte.-

Mientras revolvía en el tacho de basura buscando las partes que había tirado, escuchó un ruido de cerradura en la puerta de entrada. El hábil policía apagó la luz de la cocina y se escondió en la alacena. Escuchó cuatro voces:-

-Cuidado con el perro que puede salir de cualquier rincón.-

-Si aparece lo quemo.-

-Vos, Facha, buscá en el dormitorio. ¿Qué haces gil?-

-Una media, yo dejé una media acá.- -Nosotros buscando 2 palos verdes en merca y vos una media. ¿Cómo era?- -Azul, con agujeros.-

García estornudó en la alacena.-

-¿Eso qué fue?-

_Debe ser el perro.-

-¡Quietos, que nadie se mueva!- -gritó García empuñando su pistola con una mano y una botella de vinagre con la otra. Cacho intentó escapar pero la bala de García fue más rápida perforándole la frente a Manucho. La botella de vinagre se hizo añicos.-

-¿Qué es este alboroto? – preguntó el portero asomándose a la puerta de entrada- ¿Alguno de ustedes leyó el reglamento del consorcio? ¡Son las tres de la mañana!-

-¡Llame a la policía! – ordenó García apuntando a los tres con una mano y mostrando el carnet de Excursionistas con la otra.-

La pericia demostrada por el sargento García en la resolución del caso le valió el ascenso y ser designado responsable de la operación “Rastrillo” García y sus hombres jamás abandonaron ningún club nocturno sin una docena de sospechosos. En muchos casos el número de detenidos superaba al de parroquianos, éxito que le significó nuevos ascensos y condecoraciones.