Torneos y Contendencias

Creo que es mejor que no haya almanaques a la vista y que no sepamos qué día es hoy. Pese a la terapia y todo lo que pudieron borrar con ella, empecé a darme cuenta de todo en los 90 y que mi búsqueda obsesiva me condujo a este lugar y que en este peregrinaje hasta mis parientes no me reconozcan. Cada vez son más esporádicas las visitas.
He escrito algunas cosas, pero en cada ocasión en que revisan mi habitación terminan llevándose todo para analizar. Es probable que pretendan entender las razones del diagnóstico.
Si hubiese nacido en otro lugar quizás no hubiesen pasado por mi cabeza todas esas imágenes, esos flashes que me impulsaron al análisis del porqué de los cambios.
Soy de Rosario y Rosario pese a que está dentro del territorio nacional, es un país aparte.
No solo somos cuna de grandes artistas, somos un lugar en el mundo donde la verdadera pasión popular tiene límites claros, hasta geográficos diría yo, donde se define si uno pertenece a un tipo de persona o a otra.
Durante años en Rosario había dos formas de ser rosarino. Eras leproso o eras canalla. Como los opuestos del ying y el yang, como el cielo y el infierno, sin puntos intermedios. Yo sostengo que el cambio empezó en los 90. Allí empezó a desdibujarse la antinomia, en ese tiempo empezaron a verse otros colores de camiseta, otras tendencias.
En las charlas de bar hablábamos de los mismos temas pero en la calle se veía otra cosa. Yo me di cuenta.
En los setenta de vez en cuando veías una bandera o una camiseta de otro club, siempre hay un descolgado que quiere ser foráneo, que toma distancia con sus raíces, iluso con pretensiones de distinto.
Pero un domingo de clásico la ciudad se paralizaba, un adelanto del Carnaval, una fiesta de otro planeta.
Como toda transformación gradual y lenta, no nos dimos cuenta cuando fue, pero antes que nada empezamos a discutir entre nosotros, como si el enemigo ya se nos hubiese infiltrado, aquello que en las guerras llaman quinta columna.
En el bar, los lunes, después de los partidos nos juntábamos a hablar de cómo habíamos jugado nosotros y como nuestros enemigos de siempre, pero las conversaciones eran cada día más cortas, y esa poda verbal, intuía yo, tenía relación directa con el tiempo que la televisión le dedicaba a nuestros partidos, a los que a nosotros nos interesaban de verdad, los que jugaba Rosario Central y Newells.
Entonces quise reafirmarlo con cierto rigor científico y me senté cada domingo, cronómetro en mano, a medir el espacio de cada resumen deportivo. No había caso. No importaba cómo jugáramos ni cuantos goles hiciéramos en cada fecha, no importaba quien iba primero o deslumbraba con su juego vistoso. Los clubes de Buenos Aires tenían siempre un espacio mayor que cualquier equipo del Interior.
Entonces era lógico ver en una ciudad como Rosario camisetas de Racing, Independiente, Velez, cuando en otro tiempos eso era posible si un intrépido descolocado, un desaprensivo de la vida de la hinchada visitante se atreviera a pasearse por la ciudad antes o después del partido.
Expuse mi teoría en las reuniones de café pero la fui ampliando a otras instancias y también observé que los noticieros marcaban una tendencia, que podían dedicar notables espacios a la violencia si de la violencia se quería hablar en esos días, a las denuncias que nunca llegaban a comprobarse fehacientemente, y que si eso sucedía, días más tarde pasarían al olvido.
Observé que los programas de entretenimiento cumplían la misión de vaciarnos, de hacernos hablar de estupideces en los trabajos, en las reuniones familiares, como si la vida de los famosos fuera más importante que nuestra propia vida, y que la gente dejaba de creer en sí misma para intentar parecerse a los modelos que aparecían en todos los medios.
Era llamativo ver como un escándalo de la farándula ocupaba horas y horas de televisión mientras que fraudes, estafas, problemas ecológicos o sociales quedaban en la nada.
Me di cuenta que la política se frivolizaba, que artistas de medio pelo ocupaban cargos, ganaban elecciones, gobernaban, exponían sus ideas, tan vacías como ellos mismos, vacías pero con el fin ideológico de dejar las cosas como están. Se borraba definitivamente el concepto de militar, de pertenecer a una fracción, de defender una idea, un modelo de vida, los que así pensaban o sentían se los consideraba nostálgicos incurables.
Todo se degradaba poco a poco, todo espacio cultural perdía interés, la meta era llegar a casa para poner la mente en blanco viendo la vida de los otros. Y no terminó en los detalles de los programas generales, aparecieron los talk shows, los Gran Hermano, la participación de la gente en ese mundo mediante los votos a través de los mensajes de texto, con los cuales una sociedad vacía, sentía que eliminaba a alguien del que no gustaba y favorecía a quien consideraba bueno, inteligente o por alguna causa particular merecedor de su apoyo y simpatía, el monstruo se alimentaba de lo que la gente le daba y cada día era mayor. Aparecieron los programas que ponían como bandera los sueños de la gente y horas y horas de la noche perdidas viendo cosas que no tenían relación alguna con lo que en realidad nos estaba pasando a todos.
Desaparecían poco a poco los programas de humor, las ficciones y día a día ganaba protagonismo la basura, el consumo sobre todo aquello que ponía la mente en blanco.
La primer discusión acalorada fue en la oficina. Dejé de ser simpático por lo que le decía a mis compañeros y porque ellos alcanzaban a darse cuenta que intentaba señalarles que los estaban idiotizando. Hubo un par de advertencias de la oficina de personal. Me echaron unos meses después argumentando reestructuración. Mi familia empezó a pedirme con mayor énfasis que comenzara un tratamiento, mis amigos en el bar dejaron de reunirse, se ocupaban de otras cosas que no eran de mi interés.
Reuní mucho material en video, tomándome el trabajo de emparentar el bombardeo sobre determinado tema con una noticia real de fondo que no salía al aire porque no convenía, cómo se callaban o no se publicaban determinadas voces, como llevaban lentamente a la gente a hablar y opinar y votar, a marcar tendencias. Como aparecían de la nada indeseables en las listas de las elecciones y como las propagandas bien diseñadas les daban un lugar en el gobierno a personajes contrarios al bienestar general.
Me visita poca gente y tengo pocos recursos para enterarme de lo que pasa afuera. Apenas algunos datos que confirman mi teoría y que sistemáticamente levantan para analizar cada vez que revisan mi habitación.
Pasa el tiempo y se menos del país y del mundo, me entero de algo cuando en algún descuido puedo robar un periódico de los guardias y colocarlo debajo de mi delantal para leerlo en profundidad en mi habitación. Se que hay el mismo caos de siempre y que alguien que no conozco, un tal Ricardo Fort es el nuevo presidente.

Canciones magníficas que nadie nombra

El rock nacional se ha difundido en canciones-himno que nutrieron fogones de playas, campings, jardines. Algunos con alma de hippie evocaron y contribuyeron a una propagación íntima, casera.
Las canciones que tuvieron mejor recepción y que siempre se nombran son aquellas que pueden interpretarse facilmente con una guitarra y compartirse con un "una que sepamos todos".
Esta cultura se ha ido diluyendo. Hay menos fogones y menos espacios para compartir lo nuevo del rock. Nadie pide en un fogón Pink Floyd.
Pero uno habla en reuniones de temas que marcaron una época, que nos influenciaron, que nos conmovieron, que son especiales.
Me he dado cuenta que nombro poco a Spinetta como el músico-poeta de referencia.
Luis Alberto Spinetta es un grande de nuestro rock, lugar de privilegio, que a mi modesto entender comparte con Charly García.
A Luis lo identificamos por Muchacha, una de esas canciones-himno de nuestro rock.
Pero yo siempre recuerdo ésta que no es difundida.
Hay dos versiones en este blog. La original de Almendra y la que con orquesta, el flaco grabó para la MTV.
Laura va. Una canción notable que siempre, siempre, siempre me emociona.
Que lo disfruten.



Me asiste la razón


Me asiste la razón y no la visión del crítico imparcial y despojado de influencia alguna.

Me asiste el gusto, mis preferencias musicales y el haber buscado hasta el cansancio más de una vez algún acorde que nunca apareció.

Me asiste también el eco de mi sangre que no filtra ni distorsiona monitor aún fabricado.

Pero pude observar a mi alrededor y entender que a los que me rodeaban les pasaba lo mismo, que sonreían por el camino imprevisible que había tomado la letra o la sorpresa donde nos condujo involuntariamente la melodía.

Sobre Aye ya hay otros textos en este blog, no descubro nada, más que esta cuota de orgullo personal siempre latente.

Nos regalaron según sus propias palabras ocho canciones repiponas y un cover tremendo.

Nos regalaron una comunicación profunda entre ellos y de ellos para nosotros.

A Aye la amo.

A Nico le admiro la valentía, la indomable naturalidad, el desenfado y el sentirse en el escenario más cómodo que en el living de su casa.

No me sorprendieron gratamente. Me emocionaron. Y esto es todo lo que justifica cualquier hecho artístico. Para comunicar la fibra íntima está el arte. Y arte fue lo que nos dieron en ocho canciones repiponas y un cover tremendo.


Mirada clara


Cuando el sargento Mario Terán atravesó la puerta del aula de la escuelita de La Higuera donde permanecía herido el guerrillero argentino Ernesto Guevara, no sabía que luego de enfrentar la mirada clara y sostenida del comandante enemigo, hacía unas pocas horas capturado en acción, le temblaría el pulso al sostener el arma de fuego, y que con las indicaciones del prisionero sobre cómo disparar o rematar a un hombre, cumpliría con la orden telegráfica de la embajada estadounidense, un escueto mensaje en clave de una sola frase: "Di buen día a papá", con el que se sellaría definitivamente el destino del revolucionario, su peregrinaje y su sueño de traer a Sudamérica el socialismo germinado en Cuba.

Tampoco supo que su nombre y apellido atravesarían los límites de los partes de guerra del ejército boliviano, el de los informes militares, memorandums, listas de aprovisionamiento, para pasar a ocupar un lugar en las crónicas de los diarios de esos días inicialmente y luego en los miles de renglones que se escribirían sobre vida, obra y muerte de quien hacía pocas horas lo había enfrentado en combate.

Terán había entrado al aula en otras dos ocasiones y soportó en silencio las bromas de sus camaradas de armas por no poder rematar a ese hombre herido e indefenso, que lo miraba fijo, que le aconsejaba con magnífico valor cómo disparar, manteniendo el pulso firme y halando lentamente del gatillo, mientras ellos, envalentonados y eufóricos por el alcohol, habían ultimado a culatazos hacía unas pocas horas al Chino Navarro, otro de los prisioneros capturados en la Quebrada del Churo.

El sargento no compartía el alcohol ni la desbordada excitación de sus compañeros, como tampoco eran de su interés los objetos personales de los prisioneros disputados por la tropa. Algo en su interior le decía que los diálogos que mantuvieron sus superiores con el comandante enemigo podían estar contemplados en el código militar pero adolecían de respeto a la figura y rango de un hombre que en las condiciones en que se encontraba, demostraba valor, hidalguía y una indeclinable dignidad.

El cuerpo de Guevara fue trasladado atado a los patines de un helicóptero a Vallegrande y luego que se comprobase que era realmente él tras el exámen de los especialistas de la Central de Inteligencia Americana, fue enterrado en una fosa sin identificación, que sería descubierta treinta años más tarde por una comisión compuesta por médicos cubanos y forenses argentinos.

El sargento Mario Terán, fue el único que sobrevivió a lo que la gente llamaría "la maldición del Che", que iría acabando con la vida en distintos accidentes y atentados de todos aquellos que, directa o indirectamente tuvieron que ver con su muerte.

En marzo de 1968, el sargento Terán se presentó en la oficina del entonces ministro del Interior boliviano, Antonio Arguedas para reclamar la recompensa prometida, ya que solo le habían entregado un reloj ordinario, y en cambio otro suboficial de su mismo apellido había sido enviado por error a la sede de los "boinas verdes" estadounidenses en Panamá a disfrutar de la beca que a él le correspondía.

La burocracia para la solicitud de entrevista con tanta antelación y la espera en la antesala del despacho del ministro Arguedas le dio una cabal dimensión de la vertiginosa devaluación de su rol en el operativo. Su foja militar no se enriquecería para un posible ascenso. Tuvo, hasta aquella mañana en La Higuera, una especial percepión sobre las consecuencias de cada uno de sus actos. Recordaba que entendió la real gravedad e importancia de las maniobras en la selva boliviana, cuando advirtió la presencia de tropas gringas, a las que sus oficiales denominaban Rangers.

Fue la última vez que habló de manera oficial ante un superior de esa muerte, permaneciendo en el más cerrado anonimato por seguridad, evitando todo contacto con la prensa durante años, rechazando ofertas por las entrevistas que nunca se concretaron, manteniendo un riguroso silencio, cerrando todos los caminos que hicieran trascender su imagen, quedando en la memoria colectiva como uno más de los tantos nombres que tuvieron que ver con ese personaje tantas veces fotografiado, tan carismático, incluso hasta después de muerto.

Terán supo acostumbrarse a una escena que se repetía en las distintas unidades militares a las que fue trasladado, en los momentos de reunión y distención de la jornada en el casino de suboficiales, cuando quedaba a solas con sus camaradas de armas, se producía el temido y profundo silencio que predecía a las palabras ¿es cierto que...?. Y Terán no modificaba las imágenes, no dilataba los momentos ni intentaba seducir a la audiencia expectante con tonos de dramatismo.

Recordó muchas veces las explicaciones de sus superiores sobre los objetivos políticos y militares de quienes debían aniquilar, en qué se convertiría su Patria si estos guerrilleros triunfaban, porqué las revueltas de los mineros, tantas veces reprimidas por ellos a sangre y fuego, como la de estudiantes, como la de maestros, estaban emparentados con esta rebeldía con la que simpatizaban, seguramente contaminados por la lectura de esos libros que jamás pasarían por sus manos porque no los comprendería, esos absurdos sueños de igualdad, cuando todo, como la vida militar, tiene un orden, una jerarquía y una ley que debe cumplirse para que todo siga como corresponde.

Algunos soldados de extracción humilde como él, ingresaban a la carrera militar soñando registrar sus nombres en las placas de bronce del murallón de entrada de la escuela de guerra, sitio donde se pretende perpetuar momentos fugaces de gloria para las generaciones que con paso marcial desfilan año tras año.

Así como se desvanecieron su fama y su gloria, con su pase a retiro de las fuerzas armadas bolivianas, concluyó su ciclo como soldado, lejos de aquellos sueños que lo impulsaron alguna vez a enrolarse, ignorante de su lugar, de su función de eslabón en el engranaje de un sistema enorme y complejo, dinámico y perfecto, según lo definían los analistas políticos de la época, tan perfecto que con una simple orden telegráfica, emitida a miles de kilómetros, podía contar con un brazo ejecutor del que desconocía origen ni señas particulares.

Su mundo se redujo al ámbito familiar, a unos pocos amigos, conservando algunas rutinas de la vida del cuartel, levantarse al alba, ordenar su ropa, doblarla y acomodarla como en los momentos del orden cerrado, la misma serie de movimientos prácticos previos a una revista en la escuela de suboficiales, donde aprendió también a cumplir órdenes sin preguntar, donde comenzó un camino que culminaría en un acto que no fue considerado heroico ni le ayudó a ganar un lugar de respeto entre sus pares.

Mario Terán, ciudadano común, viajaba en autobús y formaba la cola en el banco para cobrar su pensión militar, no le interesaban los análisis políticos ni donde lo habían encolumnado los ideólogos dentro de la batalla mundial de los sistemas, qué se detuvo y qué comenzó luego de aquella tarde en que apretó el gatillo de su Garand en la escuelita de La Higuera, qué se proponían hacer en su país ese grupo de locos desarrapados que había enfrentado en combate.

En el dormitorio de su humilde casa, sobre una vieja cómoda, algunas fotos familiares y otras de su vida militar, se fueron borroneando en los últimos años, haciéndose confusas igual que la memoria, por una nube gris y espesa que cubría sus ojos, cada año que pasaba más persistente y opaca, a la que los médicos diagnosticaron como cataratas.

Había viajado varias veces a la capital para oscultarse con oftalmólogos del ejército, pero su condición de militar retirado le impedía acceder a las intervenciones quirúrgicas de ese tipo, y hacerlo en un lugar privado, era imposible para su condición de retirado.

En cada uno de sus viajes se confundía con los escenarios y los repentinos cambios, dudaba en atribuirle este desconcierto a los defectos de su visión o a una nueva, desconocida y perturbadora anomalía que estaba dañando la salud de su mente, los pasos más lentos al caminar y los olvidos que en los últimos meses se fueron haciendo cada vez más frecuentes.

Solo en algunos momentos, con mayor exactitud en los ocasos, recordaba lo que en su juventud había imaginado para sí, una vejez apacible, sosegada, al lado de hijos y nietos, que no serían militares como él, pero mirarían con respeto y orgullo al abuelo que perteneció a las fuerzas armadas de su país, soñando un futuro cuando se enroló, que defendió a la Patria sin pretensiones de prócer, al que se le hubiesen cumplido los íntimos deseos, si el destino no lo hubiese enfrentado a encontrarse en una hora precisa en un pueblo llamado La Higuera, convertido hoy en santuario y punto de referencia ineludible de todo turista peregrino gracias a la acción involuntaria de su mano.

Jamás hubiese imaginado que algunos años después un indígena sería presidente de Bolivia, un hombre de extracción parecida a la que en otros años había reprimido en cumplimiento de órdenes precisas en las huelgas de mineros, y mucho menos que sus ojos fatigados observarían que a vertiginoso ritmo se producirían cambios que podían confundirlo tanto como su deficiencia en la visión, sorprenderlo, que luego de acordar un operativo para encontrar el cuerpo del Comandante Guevara en aquella fosa común de la que nunca pudo olvidarse, su país, por el que había luchado, estrecharía vínculos con el gobierno cubano, y éste en señal de solidaridad, enviaría médicos de la isla y pocos meses después desembarcaran en su país para llevar a cabo un plan sanitario donde se recuperase la visión de aquellos ciudadanos que no tuvieron acceso a la salud, marginados del sistema, y que su nombre y apellido, Mario Terán, volviese a aparecer en una lista oficial después de tantos años de voluntario anonimato, entre los miles que fueron operados de cataratas por médicos cubanos, mueca hirónica del destino, médicos, como aquel combatiente que una tarde de octubre ejecutó en un pueblo llamado La Higuera.

Sin flores

Hoy hace un año y no te llevo flores
porque a flor de piel te llevo de alguna forma,
cuando entiendo a los amigos y discuto con ellos y conmigo,
porque entre ellos y yo hay pocas diferencias,
cuando leo la calle, cuando veo el dolor,
cuando veo jugar a River y me hace doler los ojos,
cuando entiendo qué ley nos hace personas, compañeros, hermanos.

Hoy hace un año y no voy a rezar
porque la religión primera es ser buena persona,
como siempre me enseñaste, sin malicia ni segundas intenciones.

No fue ayer cuando te di la mano,
pero fue seguro ayer cuando te sentí presente,
en esos gestos que te hacían sonreìr y pensar que yo estaba loco
y yo, naturalmente, te los dedicaba.

Fue para vos la primer pàgina de mi libro sin duda alguna,
con vos aprendí que el humor es cosa seria
y no hay mejor bandera para andar por la vida
ni mejor remedio, ni mejor refugio para los granizos.

Lo que soy en parte te lo debo,
algo que no siempre entienden nuestros analistas.

Tengo un par de fotos tuyas cerca de mi escritorio
y me alivian la jornada y me ayudan a entender
que parte de vos sigue latiendo.

Hoy hace un año y no te llevo flores.

La fuerza de la sangre

Los destinos que Dios no alcanzó a trazar suelen quedar en manos de simples mortales, de seres comunes, desprovistos de todo encanto y todo poder.
Flavio nació en una familia de abolengo, de refinada estirpe, que supo engalanar y presidir las fiestas de la mas rancia y aristocrática sociedad brasilera, privilegiados desde sus orígenes por el poder y aquellos que con el poder gobiernan.
Flavio siguió el camino natural de esa tradición hasta que decidió ser arquitecto de un destino nuevo, timonel de un rumbo errático y disloco para unos parientes que podían aceptar y comprender un futuro religioso como primera elección, pero que jamás de los jamases acordarían, que con la intensa práctica de esos conceptos y sus dogmas, que con el recorrido en el dolor y la pobreza de los creyentes y la lectura de diabólicas escrituras, haya abrazado como a la fe la doctrina comunista.
Flavio salió a andar el mundo porque Latinoamérica lo es en todas sus formas y recaló en Uruguay, donde conoció a María Teresa, una mujer de ascendencia indígena con la que viajó a Argentina huyendo de la persecución política, que no hacía otra cosa que reafirmar lo acertado de su elección, la convicción de sus ideas, su fervor de lucha.
Su mujer, persona de escasa formación académica aprendió a asociar las teorías que argumentaba su marido en las tertulias de intelectuales, con lo que su vista agudizaba para entender que las heridas ancestrales de los pueblos que ella recorrió tenían un origen común, un génesis de otra Biblia que escribió un apóstol distinto a los que nombra el clero en las homilías, conocido como Karl Marx.
El derrotero de esta familia que ya contaba con una hija variaba al compás del devenir político del sitio que les acogiera en cada periplo. Flavio fue preso. María teresa no tuvo demasiadas alternativas con otro hijo en camino, que erigirse como único sostén y quizás haya lamentado, hasta el arrepentimiento, haber confiado por recomendación de su esposo a su hija Solange a la familia de éste, quienes la recibieron mas que por obligación de la sangre en solidaridad, como garantía de la derrota del hijo descarriado. El frente familiar se había conformado. De un lado los triunfadores y su inagotable riqueza, del otro, quienes creen que el mundo se gesta con teorías, puños en alto, lucha de clases y todos esos enunciados panfletarios que conducen hacia donde Flavio ha elegido: la prisión.
Flavio ignoraba en otros tiempos que su núcleo familiar tenía en claro el nombre y apellido de los responsables de tanta locura, y a la lista de quienes fundaron el socialismo le agregaron los de una desconocida uruguaya, de origen indio, de creencias vulgares, de aborrecibles rasgos, de insana ideología y dudosa moralidad que bajo ningún concepto podía hacerse cargo ni siquiera de su propia vida.
Por eso esa familia, como quien se coloca un barbijo para evitar el contagio, con obsesiva prolijidad se encargó año tras año de ir borrando en Solange las huellas del pasado. En cada envío de correspondencia desde el extranjero, separaban las fotografías que recibían y con cuidadoso esmero y dedicación recortaban la imagen de quien Flavio había elegido como compañera hasta su muerte.
El recorte de las fotos para ignorar una existencia, precedió a la firme decisión de desheredar a quien había intentado manchar el buen nombre familiar.
Solange fue enviada a otra finca familiar para ser educada en los más nobles preceptos que la sociedad impone, libre, apartada de sus orígenes, de sus hermanos y de su cultura.
Los años en el exilio, la trascripción del contenido de las cartas para autorizar lo conveniente a las buenas costumbres familiares, la selección de y de los relatos que Solange podía escuchar, las fotos amputadas y el agregado de un nuevo mensaje y una infamia: “tu madre te ha vendido a nosotros”.
Los destinos de ambas familias fueron distintos, una novela que nadie escribió con dos versiones distintas a uno y otro lado de una frontera que no registran los mapas.
Las nuevas tecnologías hicieron que se encuentren Solange con una de sus hermanas a través de Internet. Desde el primer contacto cibernético al cara a cara pasaron muchos días, pasaron días como antes pasaron años.
La sangre puede más y explica muchas veces lo que no pueden las palabras. Por eso ambas entendieron sus verdades tan distintas sobre las mismas personas.
Por eso ambas se entendieron en silencio y supieron que una y otra hablaban con el corazón.
El destino no se lee como un mapa. El destino es imprevisible y muchas veces escabroso.
Pero aún más escabrosa es la decisión de quienes trazan el de otros con rasgos torpes, forzados, crueles.
La sangre se parece al río. Tarde o temprano retoma su cauce.

Títulos de Nobleza

Amigos como Fabián intentan engañarme. Y yo, que intuyo su estratagema, me hago el distraído. Martín hace algo parecido con idénticos resultados.
Ambos dicen que sus hijos me quieren y me ofrendan títulos nobiliarios, que afirman mi condición de amigo y me bendicen. Porque si hay un buen antioxidante, un antídoto contra la vejez, ése es jugar con un niño como si uno fuera un par.
Y aunque ellos al condecorarme digan y juren que me lo gané en buena ley, yo sé que no es cierto, que esos niños reciben información tendenciosa, se aprovechan de ellos y de su inocencia.
Cuando yo me encuentro con esos niños soy bienvenido con la sonrisa que solo un niño puede brindar y con un abrazo que me transfiere las mismas propiedades químicas del cuerpo indestructible de Highlander.
Cuando les cuento un chiste y lo festejan, cuando les enseño a no temerle a la oscuridad ni a las tormentas, cuando me invitan a participar de una invasión a otra galaxia o a compartir un secreto guardado con siete llaves bajo el mágico influjo de una toalla de nuestro exclusivo uso, que tiene la propiedad de aislar la charla y su sonido del mundo circundante, lo hacen bajo inducción.
Cuando alguno de ellos se lastima o está triste o se rebela ante esos monstruos con forma de libro yo los llamo.
Para esos niños soy un héroe. Porque sus padres hablan de mí en las charlas familiares, y cuentan historias como quien narra una hazaña, hablan de mí y no del amor que les profeso, porque ellos ignoran lo imprescindible que me resulta escuchar sus voces cercanas.
Esos niños me colman de gustos y regalos, posan conmigo en fotos, me invitan a cumpleaños.
Son hijos de mis amigos. Son sobrinos.

La lìnea divisoria

Es una bendición que existan los límites.
Sino todo formaría parte de la misma geografía y sabemos desde hace algunos años que dos cuerpos no pueden ocupar el mismo espacio.
Las línea central de un campo de fútbol marca en qué lugar se encuentran los nuestros y donde los rivales. En un campo de batalla están claros los límites que separan a los dos enemigos a muerte.
Intentan hacernos creer que hoy todos viajamos en el mismo autobús, pero yo sospecho que esto no es cierto. Hay quienes dicen ser imparciales, simples espectadores, neutrales, pero el silencio, la inacción, termina colocándolos aunque no quieran sus nobles intenciones en un lugar del tablero.
Ayer, por ejemplo, leí en un mail que el Golpe de Estado en Honduras era democrático. ¡Santos caracoles, Batman! Y yo que había visto las fotos con tantos hombres de casco que no tenían que ver con la construcción y que identifico como militares. Y no recuerdo golpes militares calificados como democráticos.
Hace poco me contaron de un hombre mal trazado, enfermo y peor alimentado que vino desde el Interior a curarse a la Capital de una dolencia crónica y no tenía recursos para volver a su provincia.
No se si saben que el Congreso cuenta con pasajes de micro para estos casos y el hombre que sí lo sabía, allí se dirigió.
La suerte le era esquiva ese día. La seguridad del edificio no lo dejó pasar. Alguien, al verlo, se apiadó y le dio comida pero como era un mal espectáculo ver a un hombre en esas condiciones comiendo en la entrada del edificio del honorable Congreso de la Nación, lo expulsaron.
Distintos bloques de su provincia se enteraron. Todos pasaron de hacer nada a estar muy ocupados y cuando se preguntó qué se podía hacer por él, la respuesta fue cualquier cosa, menos hacerlo pasar.
Ese hombre, en uno de los días de mayor frío en Buenos Aires, había quedado a la intemperie, como la noche anterior en que durmió en la Plaza Miserere.
No es grato ver la inequidad del sistema. No es grato ver la miseria. No es saludable ver a un semejante en estado de desesperación. La gente saludable sale en la revista Caras, Hola, Papparazzi, Gente. A la otra, a la gente como éste hombre, tan parecido físicamente a cualquiera de nosotros, hay que esconderlo debajo de la alfombra, detrás de los árboles, del otro lado de los muros, para que la ciudad se vea linda, iluminada, transitable como se la tendría que ver.
Los asesores, los secretarios, los asistentes, los colaboradores, los tercerizados, todos, no querían ocuparse de ocuparse. Mi hermana Tere, que siempre tuvo una visión de rayos X lo vió.

Mi hermana Tere no es Superman ni tiene con él ningún parentezco. Mi hermana lo vió. Y se ocupó de ocuparse mientras el resto ya había logrado olvidar que en planta baja había un hombre pidiendo ayuda.
Es un hecho puntual en un mundo global con un serio problema global de hacer la vista gorda ante la injusticia.
Es un mundo que empezó a regirse con otras reglas, a aceptar lo que hasta ayer era inaceptable.
Es un mundo maltratado que tiene un nuevo tratado para sus nuevos principios de supervivencia.
Es un mundo que pretende hacernos creer que la línea divisoria entre buenos y malos no está bien trazada, que varía, que un día limita a unos y al siguiente a otros.

No crean en esta idea. No es cierta.

En los bosques de Sherwood

Cuando era un niño tenía durante el día dos o tres momentos mágicos.
A la hora de la siesta me esperaba mi nave espacial en el fondo de la casa paterna. Era una nave con forma de higuera.
Ascendía colocando la punta del pie en un agujero natural del tronco a medio metro del suelo. Dos ramas en forma de V servían de sillón, y otra más alta me permitía superar en altura los techos de las casas bajas del barrio y tener, hasta donde llegaban mis ojos, una perfecta visión y custodia de mi comarca.
Una rama que desde el tronco se extendía verticalmente me servía de pasillo que me comunicaba con la sala de máquinas y servía además como eventual salida de emergencia ante el ataque de alguna comunidad intergaláctica.
Con Ana, la mayor de mis dos hermanas y dos vecinos de los cuales nos separaba un cerco apenas más alto que nosotros, hacíamos nuestras historias que terminaban en la merienda para continuar al día siguiente como una temporada de Lost.
Mi hermana Ana sostiene que los guiones terminaban favoreciéndome siempre. Nunca moría, nunca perdía.
El segundo momento llegaba después de la cena. Tomaba el mazo de cartas españolas y desafiaba a mi abuelo a un partido y revancha de escoba de 15. Mi abuelo confesaba que sentía temor de iniciarme en el vicio de los naipes y de vez en cuando se excusaba: “Hoy no que hace frío”. “Hoy no que hace calor”.
Ganarle a mi abuelo era acariciar la gloria.
El tercer momento era antes de dormir. Tenía en mi pequeña biblioteca varios libros de la Colección Robin Hood de tapas duras de color amarillo.
Justamente Robin Hood me hizo viajar muchas noches a los bosques de Sherwood, me hizo cómplice de su sed de justicia. Un héroe que le robaba a los recaudadores de impuestos del rey para repartir el botín entre los pobres. Qué lejos quedó ese siglo.
Cada noche de mi niñez conté con héroes que me transportaban a otros mundos, a otros siglos y que leales como pocos, me esperaban en la mesa de luz de mi cuarto, cerca del velador, perfectamente señalado el punto de despedida de la última lectura.
Gran parte de los libros los he leído antes de conciliar el sueño y se que en mas de una oportunidad han transitado el sendero de la imaginación para deslizarse como polizones en el laberinto inexpugnable que no distingue los verdaderos estados de vigilia.

Declaraciòn

Quizàs fue sopesando el crucifijo de oro macizo que colgaba de su cuello, o bajo la influencia de las sobrecojedoras imàgenes de los frescos del techo de su sala, el papel satinado en blanco inmaculado con el timbre al agua del sello oficial, o el sutil diseño que los sastres confirieron a su ùltimo hàbito. Lo cierto es que con decisiòn y delicadeza, quitò el capuchòn de su estilogràfica Mont Blanc 888 y con la mano izquierda sobre la frente en clara señal de agobio escribiò: "La pobreza es un escàndalo". Satisfecho, el Papa Benedicto XVI pidò que la frase fuese publicada en el boletìn oficial del Vaticano.

Trío


Nos conocimos en el 98 porque compartíamos el mismo teatro y el mismo camarín, un horario central y la mejor parte de la gorra que en ese tiempo se podía recaudar en El Bululú. Con idéntica suerte y sueños parecidos, quiso el destino que tuviésemos la posibilidad de ver cada uno el trabajo que hacía el otro y admirarnos mutuamente.

La vida ató y sumó mas cabos a los que existían profesionalmente y conversamos de otras cosas bien distintas a las luces, las puestas en escena, el criterio ético y estético de una obra. Mientras una pequeña luz de trabajo en conjunto se encendía otra pequeña luz en el cuerpo de Agostina, su hija, se apagaba.

Sobre mitad de año del 99 encaramos un ambicioso proyecto para presentarlo en Puerto Madryn, donde Roberto ya había trabajado otras temporadas. Y durante meses hicimos más borradores que producción hasta que una noche jugamos a colocarnos el traje y el alma de dos personajes distintos que terminaron siendo el verdadero eje y suceso de la obra.

Llegué a Madryn unos días antes del estreno y en la puerta del inolvidable Teatro del Muelle estaba colocado nuestro afiche anunciando “Se fue pero no se nota”, en clara alusión a la partida de uno de los presidentes más infames de la historia nacional. En el afiche siempre aparecimos dos pero el secreto radicaba en que en realidad siempre fuimos tres.

Teníamos nuestras rutinas cómicas solos en el escenario a lo largo de la obra y la entrada siempre desopilante de dos técnicos (Zeta y Sergio) que aparecían con sus linternas y su ineptitud cada vez que el escenario quedaba a oscuras.

Fue un éxito. Y en Buenos Aires lo hicimos una vez en El Bululú con tanto público como colegas, curiosos de ver la alquimia de dos estilos distintos en escena.

Roberto y yo, minutos antes de cada función, sufríamos de parecida taquicardia. Y si había algo que oficiase de bálsamo era Mónica Rafael a cargo de la dirección y las luces, la producción, la contención, la arenga, el oído, el espíritu y el ojo crítico para decirnos “Esto no es lo mejor” A ella le debemos (creo que el negro avalaría este comentario) todas las veces que nos subimos a un escenario, incluídas obviamente, las del Interior.

La negra volvió a Madryn para hacer un camino propio y obligarnos a nosotros con nuestra reciente orfandad a hacer el nuestro.

Cuando repasamos las pequeñas anécdotas de tanto trabajo hay tres que pintan como un distintivo.

A la negra le había llamado la atención mi monólogo sobre Julio Argentino Roca. La tarde que fuimos a ver el teatro se arrimó tímidamente un descendiente de cacique Sayhueque. Cuando me enteré quién era lo invité a ver la función. Dudó.

Cuando terminamos la función, alguien tocó a la puerta del camarín para decirnos que en la sala nos esperaban dos personas. Allí estaba Sayhueque y su mujer, empilchados con sus mejores ropas de salida, regocijado de escuchar aplaudir un monólogo con el que pretendí hacer justicia con mano propia.

El Teatro del Muelle pertenecía a la municipalidad de Madryn y una tarde nos pidieron una reunión para decirnos que el seguidor que utilizábamos no estaba en el presupuesto que habíamos acordado y que teníamos dos alternativas: o pagar por él en cada función o compensar yendo a trabajar a un programa de espectáculos en los barrios periféricos de Madryn. Era lo que queríamos hacer, trabajar en los barrios.

En nuestra primera participación, en un barrio marginal, esperamos nuestro turno con un público deseoso de escuchar tocar a su grupo de cumbia “Marea” , mientras arrojaba sobre el escenario todo tipo de objetos a aquellos que como nosotros éramos artistas invitados. No respetaban condición ni género cuando disparaban lo que encontraban a mano. Pude ver un cascote estrellarse contra el escenario cuando una excelente cantante de tango, con cuatro meses de embarazo interpretaba. Quise buscar un casco cuando vi que un trío pretendía interpretar "El vuelo del moscardón". Ay mi Dios.

Temimos por nuestras vidas. Nos cambiamos en una casa cercana al lugar donde se había montado el escenario. Salimos a escena. El negro y yo hacíamos un diálogo entre dos políticos que se atacan en sus discursos con frases vacìas de contenido pero terminan a los besos. Cerrábamos con una canción. La primer fila daba golpes de puño sobre el escenario doblándose de la risa. Fue ovación. El funcionario y actor que nos obligó a actuar en compensación del seguidor que utilizábamos, tomó mi guitarra cuando bajábamos como si fuese el plomo de una superbanda y salimos detrás de él al mejor estilo Rolling Stones. Inolvidable esa noche de lujo.

Gira a Santa Fe. Habíamos dado una función impresionante en San Gregorio, nos tocaba María Teresa, cuyo escenario estaba sin terminar y los dos sectores donde el negro y yo entrábamos y salíamos no se comunicaban entre sí. En medio de uno de los sketches yo salgo a cambiarme para una nueva rutina. Salgo al escenario y luego de una breve intervenciòn, introduzco mi mano en el bolsillo para sacar un papel con un discurso. No está. Meto la mano en todos los bolsillos y percibo objetos extraños como lentes, totalmente desconocidos al tacto. Salgo del escenario en medio de mi rutina desesperado y le digo al negro: “el texto, no encuentro el texto” revolviendo todo. Vuelvo a salir con el lógico desconcierto del público y por primera vez en años digo el discurso de memoria, como si leyera. Nuestras cosas se habían mezclado y yo necesitaba algo que estaba a la izquierda del escenario. Cruzo en un Black out y la negra manda luces y se me ve a mí pegado contra la pared como intentando evitar que alguien me viera.

En la última rutina nos encontrábamos en el escenario. Allí nos dimos cuenta que yo tenía el saco del negro y el negro el mío. Uno tenía pantalón azul y saco negro y el otro saco negro y pantalón azul. A mi me quedaba corto, a él le quedaba enorme.

En el tablero de luces, la negra moría de risa mientras el público nos miraba con desconfianza. Ella que vio tantas funciones y ensayos sabía los textos y los remates mejor que nosotros.

Eramos un trío. Siempre fuimos un trío.

Vuelve el más grande

Lo dicen los afiches en la calle.
Vuelve Charly García, como antes volvió del Infierno y de los lugares que ven unos pocos.
Vuelve uno que siempre me conmueve porque toca las notas que suenan familiarmente cómodas en mi interior.
En la catedral de mi adolescencia uno de las columnas centrales fue la música. Y una de las vigas de esas columnas fue Charly García, a quien conocí gracias al negro Ariel, un amigo que aparece en las fotos de tapa de Adios Sui Géneris.
Porque Charly cantaba lo que nosotros queríamos gritar y gritaba lo que queríamos cantar.
Vuelve un músico que con un piano y sus letras pintó una época terrible y sus horrores más punzantes.
Cada una de sus canciones reflejaba algo del inconsciente colectivo. Cada una de sus canciones tenía un lugar para nuestros estados de ánimo.
Vuelve nuestro Mozart de oído absoluto, ese que pudo hacer la alquimia perfecta entre la música clásica y el rock nacional.
Vuelve García. Vuelve para emocionarnos otro rato.
Gracias Charly.

La mejor parte de mi

La mejor parte de mì aparece cada dìa.
Aparece unos segundos y se mantiene firme.
La mejor parte de mì se refleja en mil destellos.
Se refleja y se mantiene firme.
La me parte de mi se potencia.
Se potencia cuando te veo y me quedo sin palabras.

Hay algo

No tendrìa porquè hacerlo.
Como quien trata de interpretar los sueños, la fìsica cuàntica, las leyes de la Naturaleza.
No hay explicaciòn.
Pero si hay causas.
Solo se que es màs fuerte que yo
y que no sucede siempre, como los misterios.
Es un instante o varios,
es un momento a solas con vos.
Es entender tu encanto, tu magia, tus embrujos,
Es percatarme de algùn gesto, una pose, un movimiento felino.
Y sentirlo vibrar adentro sin aviso.
No hay contacto fìsico, o sì, pero en otra dimensiòn.
Hay muchas palabras y bastante de tu actitud
que potencia la mìa para situarme frente a vos de otra manera,
un poco màs animal y desprovista de pensamiento alguno.
Es para vos tan reconocible como para mì.
A veces inmediato, otras tardìo,
pero siempre presente.
No es todos los dìas, ni en todas nuestras charlas.
Hay en vos una chispa, un torbellino, una pregunta,
hay en vos una postura, un no se què, alguna alarma.
Y hay en mì tantas cosas increìbles.
Que solo se dicen en miradas.
Que carecen de argumentos.
Pero hay algo.

Yo no acepto

Con el tiempo las reglas cambian, las innovaciones, las transformaciones culturales exigen nuevas reglas.

Este documento me llegò en dos oportunidades en muy poco tiempo y es pesado para enviarlo por mail.

Pegale una ojeada. Porque estas son las nuevas reglas. Reglas que tàcitamente apoyamos con nuestra participaciòn o nuestro silencio.


El amor y la cumbre del Himalaya

Perla siempre le prestó atención a las cosas importantes de la vida.
“La cumbre del Himalaya, cuyas nieves hasta ayer eran eternas, se está derritiendo”.
Por eso siempre Perla cruzó las calles y avenidas sin mirar con atención al tráfico, por eso vive con el candor de la adolescencia con mejor suerte que las nieves del Himalaya. Perla es una novia permanente.
A los 16, cuando ya era la mujer de la vida de Armando, cruzó sin mirar la avenida San Martín y un auto casi la atropella. Armando corrió detrás de ella. Pasado el susto Perla dijo: “¿Qué haría yo si le pasa algo al futuro padre de mis hijos?” Tuvieron dos: Silvina y Alejandra.
Perla y Armando son ese tipo de parejas que simbolizan la historia de amor que Shakespeare no pudo escribir.
Armando tiene códigos inviolables, inalterables, innegociables. Armando puede renunciar a todo, menos a Perla, por aquello que considera justo, noble y necesario. Su vida fue siempre así y eso lo coloca en el lugar de terquedad que solo tienen los indispensables. Doy fe.
Y con cada decisión de Armando, Perla acompañó, estimuló, apoyó.
Y dejaron todo o casi todo, menos a ellos y se fueron a La Falda.
Y sortearon vientos, lluvias y granizos como aquella tarde sortearon los autos que no se detenían en la avenida San Martín.
Perla se descompuso. Fueron al hospital.
Armando lloró una hora sobre el hombro de la doctora que le dio el diagnóstico. Luego prometió transmitírselo a Perla pero no pudo. No era como sortear los autos, las lluvias, los vientos y los granizos.
La médica entró a la habitación de Perla y sentada en su cama hablaron un rato y lloraron juntas. Armando esperaba afuera.
Cuando la médica abandonó la habitación Armando le preguntó qué le había dicho. La médica lo miró a los ojos y le dijo: “Lo primero que me preguntó es ¿cómo está Armando?”
Perla siempre le prestó atención a las cosas importantes de la vida.

Tecnologìa de alto vuelo

A la vuelta de la casa de mis padres habìa uno. Era màgico. Allì introducìamos las cartas que en algùn momento viajaban al otro lado del mundo, por ejemplo, a Australia, donde vivìa mi tìa Rosa.
El buzón era un milagro de la tecnología. El barrio entero dejaba sus cartas y en el horario que anunciaba un cartel colocado en la portezuela del medio pasaba la camioneta que retiraba las bolsas y las llevaba al correo para que sean despachadas.

Escribir cartas forma parte de un ritual que conservo hasta hoy. Algunas personas pueden dar fe que sigo enviándolas aunque los destinatarios vivan a menos de cien metros de mi casa.
Enviarlas fue siempre todo un proceso.
Cada tanto había que comprar papel para Vía Aérea para las cartas a otros países o común para cartas de destino nacional. Cada tanto había que comprar estampillas para pegarlas personalmente en el margen superior derecho del sobre.

Empecé a mandarlas de puño y letra desde chico y luego, con la llegada a casa de mi Olivetti Lettera 32 que aún conservo aunque utilice con poca frecuencia, las tipeaba con el mismo énfasis y emoción que las manuscritas.

Cualquier mensaje tiene una trascendencia única. Es la prueba física de que alguien estuvo pensando en nosotros mientras la escribió, cuando dobló el sobre y colocó el remitente, cuando la transportó hasta el correo y cuando esperó una señal que confirmara que ya estaba en manos de la persona que la había inspirado.

Ese rito es sagrado.

Hoy el correo electrónico nos impulsa a la inmediatez, al llega en dos segundos, no hay espera, no hay pausa, no hay demora, no hay ansiedad.

Los buzones han ido desapareciendo a la misma velocidad que cientos de empleados de correo que hoy no tienen que transportar porque la gente no escribe ni ensobra: manda mails o mensajes de texto, como se desvanece el uso de la estilográfica, pieza de lujo indispensable para tener verdadera dimensión de lo que significa escribir de puño y letra.

Cuando dos amigos partieron a encontrarse con su destino en otras tierras, la correspondencia epistolar fue el único puente de comunicación posible. Adriana viajó a Italia. Las cartas que nos enviamos durante 10 años terminaron recopiladas en una novela "Arezzo-Buenos Aires, 10 años" que resume un poco la vida de ambos en dos lugares tan diferentes.
Ariel y su familia viajaron a Estados Unidos. Cuando Ariel partía para dar clases en la universidad, antes de salir, revisaba el buzón del correo. Si encontraba una de mis cartas, la guardaba en la agenda para leerla a la noche, en la cama, antes de conciliar el sueño, porque decía que le causaba mucho placer, que era una conexión particular, un momento parecido al de tomar un café en un bar con un amigo, esos cafés que tanto disfrutamos los dos cuando vuelve por unos días a Buenos Aires.
Los buzones se fueron retirando de las esquinas. Yo creo que en una clara expresión de perfidia.

Virus virulento


Para terminar con el flagelo de la Gripe A, el Ministerio de Salud lanzará una Campaña bajo el slogan "Pido gancho, el que me toca es un chancho" que comprende un agresivo plan de lucha conta el virus.
Dentro de las medidas y en sociedad con el Ministerio de Transporte, se han suspendido los controles de inspectores en trenes y ómnibus. Los voceros de la iniciativa afirman que sin el chancho a bordo, la posibilidades de contagio en los medios de transporte se reducen notablemente.
Quedan suspendidos todos los servicios de lunch, catering, restaurantes, casas de comidas y deliverys para que pierda fundamento aquel refrán que dice "La culpa no es del chancho sino del que le da de comer"
Quedó terminantemente prohibido "El chancho" en los juegos de naipes y si se permite "el culo sucio" siempre y cuando los participantes se comprometan a lavarse las manos una vez terminada la partida.
El Ministro de salud dijo en conferencia de prensa hoy a la mañana: "No hay que alamarse. Virus, virus, lo que se dice virus, es el que me entró en la computadora el mes pasado. Esto lo arreglamos en dos días. Este virus no vuela, solo se desplaza caminando y esto con un buen seguimiento y algunas escuchas telefónicas sabremos a dónde se dirige y porqué".
El movimiento del virus sometido a observación mediante microscopio hace que se detecte al primer golpe de vista porque este malévolo microorganismo, al desplazarse, se hace el chancho rengo.
Se ha ido fortaleciendo con el paso del tiempo. Los virus tienden a mutar con mayor celeridad y virulencia que los políticos aunque a diferencia de éstos no dejan promesas incumplidas, cuando dice que ataca, cumple, declaró a los medios un importante infectólogo.
Se desplaza rápidamente gracias a su tracción delantera y su caja de cinco velocidades. No respeta nuestras advertencias ni hace caso a las ordenanzas de tránsito, sino ya lo hubiésemos pescado en algún semáforo.
Los laboratorios corren por la vacuna pero no muy deprisa. El virus se ha convertido en un negocio porque sumado a la gripe aflora el pánico y contra el pánico tienen muchos más medicamentos que contra la gripe.
Se ven escenas extrañas en la calle. Gente con barbijo nos mira de muy mala manera a aquellos que osamos toser o estornudar. Hoy un hombre entró al subte con antiparras.
Ayer, en una farmacia atestada de gente, entró un hombre con barbijo y sin respetar la cola que lo insultó airadamente, sacó un arma y se llevó la recaudación de la caja. Algunos testigos afirman que podría estar infectado porque antes de irse cometió la chanchada de escupir en el suelo.
Los mantendremos informados.

Mi tablero de comando

Mi pequeño altillo,
el vèrtice de mi Universo,
un lugar a veces calmo y otras tormentoso,
capricho de mis làgrimas,
bitàcora de las alegrìas,
arcòn de los sueños,
de merecidos triunfos y derrotas,
de cortejo con la pluma,
eslabòn de las palabras,
mi coto de caza,
comarca inexplorada,
callejòn del barrio de amigos,
seres amados, extrañados, entrañables,
siempre cerca.

Cuarto oscuro

El sitio al menos ha tenido una definiciòn perfecta: cuarto oscuro, aunque el tipo de iluminaciòn oscura nos espera al salir de èl.

Durante años, los elegidos han logrado perfeccionar sus mètodos para que los electores vuelvan a cometer el mismo error de creer que la soluciòn llegarà luego de introducir un sobre cerrado que contiene una boleta en una urna. Pongo el voto y se arregla todo.
Invariablemente en estos acontecimientos cìvicos hay mucho ruido.
Voces estridentes hacen promesas, voces desaforadas anticipan el fin de los tiempos, la llegada fatal de los Siete Jinetes del Apocalipsis, puños en alto reclaman, dedos acusadores señalan errores, vaticinan seguros conflictos, remarcan incumplimiento de planes, mentiras.
Se habla tambièn de campañas sucias. Esto hace suponer que existen las limpias a las que nunca tuvimos el gusto de conocer.
Desde tiempos inmemoriales todas las campañas han sido sucias.
Porque como dice mi amigo Hugo Capuya si hubiese una idea salvadora y revolucionaria ya se hubiese implementado, al menos que alguien se la guarde para cuando triunfe en las elecciones y no tenga la amabilidad de decìrnosla hasta entonces a quienes con ansias la esperamos con los brazos abiertos.
Porque si veo que a quienes les pagamos un sueldo carìsimo para lo que producen a diario no van a trabajar como diputados, porque estàn haciendo campaña, cerrando alianzas, activando pactos a escondidas, cambiando nombres y apellidos de listas, tramando futuros negociados, especulando con el nùmero de bancas, siguiendo con miserable atenciòn las encuestas, calculando mentalmente cuànto han de robar en el pròximo perìodo, creando chicanas, respondiendo con sarcasmo slogans partidarios opositores, organizando pegatinas, gestinando el accionar de punteros polìticos (sus dealers). Fijaos cuànta energìa derrochada en lo que hoy consideran prioritario, màs allà de los hospitales colapsados, de la educaciòn, del desempleo, de la planificaciòn a futuro.
Estamos en el horno.
Estamos en el horno pero sin papas. Porque se han tomado el cuidado de quitarlas para que no nos las comièramos durante la cocciòn.
Comparado con nuestros polìticos, Judas Iscariote era un buen muchacho.
No hay lìderes naturales porque la primer cualidad de un lìder es la honestidad y èsta es una palabra que ha caìdo en desuso.
No es una realidad exclusivamente argentina. Responde a un orden mundial. Los malos ejemplos son de aplicaciòn inmediata, urgente, incuestionable. Las recetas que dan buenos resultado para los mismos de siempre se perfeccionan en otros lugares del planeta. Miren Italia sino.
Dice mi amigo Miguel que la receta es una sola.
Algunos circos que recorren el Mundo tienen en la arena un elefante con una pata atada a una delgada cuerda. El elefante se la quitarìa estornudando nada màs.
Sucede que al elefante desde pequeño se le fijò a una de sus patas una argolla de acero unida a una cadena bien gruesa y esa cadena amarrada a un àrbol. El elefante tirò y tirò, quiso zafarse hasta que su voluntad fue quebrada.
Ya adulto, cuando siente que ajustan algo a una de sus patas, entiende que està amarrado, que no puede salirse de los lìmites y tampoco lo intenta.
A alguien se le ocurriò que los elefantes, animales muy inteligentes, se parecen a los seres humanos.
Y cuerdas que nos sujeten en el Mundo sobran.
No hay que desesperanzarse. La Historia tiene paciencia y tiene sus ciclos. Cada tanto aparece uno al que no pueden domesticarle los sueños y empieza a encender conciencias que no hay cadenas que las sujeten.

Información Celeste


A Dios se le cayó el sistema
La noticia surgiò de fuentes bien informadas que durante meses estuvieron investigando el porquè de tantas dificultades mundiales juntas como nunca en la historia de Dios.

Si bien algunos analistas responsabilizan al Supremo por haber abierto varios programas a la vez y no tener una notebook que soporte tantos procesos, hay quienes creen que los mejores hackers que circulan en la red de la galaxia trabajan para el Diablo.
La actualización de los sistemas de seguridad fue precaria. Tomemos como dato que Ira.exe (programa que alertaba sobre las consecuencias si se desata la Ira Divina abriendo ventanas en todos los usuarios con imágenes de Sodoma y Gomorra y el Diluvio Universal) ya dejó de tener su valor como alerta extrema y a la Humanidad en general no le sirve como advertencia.
Mandamientos.eng mantuvo su vigencia por miles de años, pero el Mundo hoy, en manos de polìticos, banqueros, dueños de laboratorios, fabricantes de armas, se ha devaluado lo suficiente como para intentar su aplicaciòn y uno debe conformarse con portarlo de la misma manera que una cartilla de obra social. Es informativa pero exigir su cumplimento es completamente inùtil.


El Sistema Universal, como el Solar, ha dejado atràs su època de expansiòn para encojerse como los agujeros negros -afirmò un estudioso escandinavo.
"Las distintas versiones que a lo largo de los años han salido al mercado con poderosos softward pero sin un hardward que los soporte, hicieron que colapsara el orden" -dijo sin sonrojarse un Arzobispo chipriota.
"El Mother (el corazòn de toda computadora) dijo basta y se teme que se hayan perdido sin remedio varios archivos de Mis Documentos, donde Dios guardaba los procesos que durante siete dìas aplicò para crear el planeta que hoy conocemos".
El Vaticano saliò a desmentir una noticia aparecida en el Washington Post. "No es cierto que Dios haya cerrado cesiòn y no recuerde la contraseña. No estamos perdidos ni a la deriva. Seguimos en sus seguras manos que sobre el teclado o el mouse, nos daràn una señal de esperanza."
Importantes miembros de entidades religiosas consultaron a quienes en la ùltima dècada mantuvieron comunicaciòn directa con el Altìsimo. George Bush, uno de los consultados, dice que ya le ha dejado dos mensajes en el contestador y le extraña y le preocupa la falta de respuesta.
Carlos Bianchi, tècnico de fùtbol argentino a quien la prensa deportiva señalò como uno de los pocos que tenìa el celular de Dios para resolver distintos desajustes estratègicos, afirmò que al cambiar su equipo celular no trasladò todos los contactos y que en la ùltima semana solo tuvo tiempo para buscar un nuevo responsable en la conduccciòn del primer equipo de la ribera.
En el Vaticano afirman que Dios no està entrando al Facebook ni se postea en el Fotolog. "Creemos que una cadena de oraciones que recorriò los cinco continentes ha sido identificada como Spam en el Outlook de nuestro Señor y fue directo a la bandeja de Elementos Eliminados.
Google, colpasado por los requerimientos de las ùltimas horas, suprimiò a Dios de sus buscadores. Un alto ejecutivo de la corporaciòn expresò: "Dios està en todas partes pero no en este sitio web".
La esperanza es lo ùltimo que se pierde.
Buen momento para los analistas de sistemas.

Chau, Mario


Con vos se fue un capìtulo de nosotros mismos. Aquel que hablaba de personas entrañables, que tuvieron su primavera con una esquina rota.


No puedo recordar todos los tìtulos que pasaron por mis manos, pero si el sabor que me dejaron tus novelas, tus cuentos, tus poemas.


La noticia llegò urgente, con la misma premura que la muerte, digna de este mundo prisionero de la inmediatez, que abandonò el saludable ejercicio de redactar cartas manuscritas y se perdiò parte de tu esencia pueblerina.


Recuerdo mi pausa para tomar aire al llegar al punto final de "Sàbado de Gloria". No nos diste tregua en tu relato, humanizando hasta la mèdula el exilio, las nostalgias, la tristeza, el dolor de los años de plomo, la derrota y su respuesta al fin de los tiempos y las utopìas.


¿Porquè cantamos?


Nos quedan tu palabra y tus libros, tu pensamiento polìtico y tu compromiso, sustantivos en extinciòn para quienes hoy actùan segùn soplan los vientos.


Te agradezco las emociones que derramaron tus versos, las letras que otros se atrevieron a musicalizar.


Te agradezco la simpleza y el decirle al Mundo que en el Rìo de la Plata habìa una sudestada que se estaba llevando a los buenos y a los nobles.


Una parte de nosotros fue un capìtulo tuyo.


Los distintos

Escribì sobre ellos hace unos cuantos meses. Dije que eran los Monty Python. Humor inglès, refinado pero por sobre todas las cosas, delirante, disparatado.
He visto cine de ellos y sus pelìculas me han fascinado.
Tuvieron su brillante ciclo de sketches en televisiòn.
Sin mas detalles.
Los Monty Python


Verano del 84


En el verano del 84, unas veinte personas que no se conocìan, concidimos en un punto geogràfico: Villa Gesell.
Las amistades que comienzan en un camping, al amparo de la sombra de unos pinos, magnificadas por la cercanìa del mar y de la playa expiran magicamente con llegada del otoño, de manera parecida a las brasas del fogòn.
No fue el caso.
En la semana del regreso a Buenos Aires nos reunimos para organizar la vuelta a Villa Gesell, creo yo, con la melancòlica esperanza de detener el tiempo, recuperar la magia y que la vida transcurriese allì.
Como Peter Sellers, tuvimos nuestra fiesta inolvidable en la casa de Gustavo. Alguien recuerda los detalles de cada disfraz, la producciòn, el esmero puesto en una fiesta que durò dos dìas y cuyo eco perdura.
Soy padrino de uno de los cuatro hijos que tuvieron mis amigos, celestino de una historia de amor que trasciende la muerte, padrino de boda, por citar lo que conozco inmediato a mi nariz y a mi ombligo.
Con la mayorìa de ellos nos seguimos encontrando con tan distintas como intensas frecuencias, compartiendo vino de por medio, anècdotas a las que el tiempo no pudo teñir de sepia.
Desayunàbamos juntos haciendo fogòn, compartìamos el almuerzo y las responsabilidades de conseguir leña, alimentar el fuego, cocinar, lavar las ollas. Largas tardes de playa, la vuelta al camping, la cena y el fogòn con la guitarra hasta la madrugada donde el ciclo volvìa a empezar como todos los dìas.
Fue tan dificil separarse para regresar a Buenos Aires como olvidar estos momentos que cumplieron 25 años.
La nueva generaciòn propiciò el reencuentro de un grupo de personas que creciò y se educò con con el repiquetear de los tacos de las botas militares.
Tenìamos corazones jòvenes y del lado del corazòn las ideas. Abrimos los ojos de otra manera en la primavera alfonsinista. Una paradoja extraña fue que a pocos dìas del primer reencuentro repasàbamos las fotos de una dècada que fue nuestra por tv porque Alfonsìn se habìa ido al otro barrio.
La virulencia de los embates econòmicos que llegaron con el gobierno siguiente, le abrieron a varios la esperanza de emigrar intentando cambiar la suerte. Y fue Adriana la primera rumbo a Italia, con quien mantuve una correspondencia epistolar que se transformò en novela con diez años de cartas entre Arezzo y Buenos Aires. Años màs tarde fue David, Carla y sus cuatro hijos.
Todos sobrevivientes de las distintas crisis que socavan los ahorros o la razòn, nos fuimos alejando en cien mudanzas de casas, nùmeros telefònicos, trabajos, parejas, matrimonios, surfeando el dìa a dìa con fiereza y convicciòn.
No somos de los que representan los años con la gordura o flaqueza de las vacas, no hablamos de rachas ni de lluvias, ni de sequìas. Cargamos otras cosas en las mochilas muy distintas a las carpas y cacharros de aquellas èpocas. Tenemos hijos y sobrinos en edad de vivir una experiencia semejante a la nuestra, de hecho, hace muy poco, los dos hijos mayores de David recorrieron el Norte y unos dìas despuès, en idèntica direcciòn lo hizo mi hija.
Suelo pensar en aquellos a los que perdì el rastro y las señas particulares.
Cuando nos reencontramos vimos las canas y la calvicie, las transformaciones que hace el tiempo. Y entendimos que venimos todos de la misma cultura de vereda y barrio, que tenemos otras cosas en comùn ademàs de haber compartido inicialmente quince dìas de veraneo en Villa Gesell.

Mariposas

Canción especial.
Nació en una conversación en una madrugada en la playa de Puerto Madryn hablando de lo efímero que es todo, de acuerdo a las circunstancias. Y pensé en la corta vida de una mariposa y cuan breves debían ser sus sueños.


Los viajes y la Cultura

Solemos viajar a lugares fantàsticos, armados con càmaras fotogràficas y la voracidad necesaria para deglutir por la lente todo lo que intentamos digerir por los ojos.
Hace unos cuantos años, en una magnìfica revista llamada Expreso Imaginario, en un reportaje a Atahualpa Yupanqui, el periodista le preguntaba què era la cultura. El viejo hizo una pausa como un silencio de redonda y contò una anècdota.
“Estaba tocando en los cerros para un grupo de arrieros, era el monte y mi pequeña voz y mi guitarra. Uno de los embelesados espectadores tenìa una chala (cigarrillito armado a mano) entre los dedos y la brasa ya le comenzaba a hacer una llaga, pero esperò a que Atahualpa terminara de tocar para arrojarla. ¿Se quemò? –le preguntaron. Casi... respondiò.
No quiso arrojar la chala para no interrumpir el clima. Eso es cultura”
Mi hija viene del Norte, de un viaje de 47 dìas por varias provincias. Estuvo en territorio indìgena, en pueblos a los que no rastrea el GPS ni el satèlite, en rìos torrentosos como la sangre de la tierra misma y a los que hay que cruzar por desfiladeros varias veces, de ida y de vuelta para llegar a destino. Pasò por Pumamarca, Yavi, Cafayate, La Quiaca, Tafì Viejo, tierra cercana a donde naciò su abuela paterna. En la pequeña plaza de Amaicha se cortò su larga cabellera, la metiò en la mochila y la enterrò en San Isidro. Y ella cuenta a su manera: Me lo cortó la Cordobesita, en Amaicha, sentadas en la plaza... está cortito, me gusta... la última vez que me bañé me zarpé con el shampoo... jajaja.Voy a enterrarlo cuando pueda, en algún pedacito de tierra, intentando desprenderme aunque sea un poco, con esa parte de mi, de todas las cosas que ya no quiero, que no me ayudan a seguir creciendo y a ser feliz. En ese momento también van a estar conmigo, soltando el pelo, y dandome la mano.
Mi hija volviò ayer a la noche y entrò a casa tocando un charango que habìa comprado en Bolivia. No llevò càmara de fotos para este viaje. La cultura se la trajo puesta.


Noticias

Soy sadomasoquista. De vez en cuando, como hoy, compro el diario.
Compro el diario y lo hago con la estùpida esperanza de encontrarme con noticias frescas, un aire innovador, y tarde o temprano encuentro lo mismo de siempre, las mismas noticias.
Macri convoca a Solà. Solà sigue la tradiciòn de cambiar de bando como de papel higiènico, total los acuerdos y los compromisos polìticos tienen la misma funciòn que el papel.
Todo en aras de votos y poder y ahì se termina todo, no esperen otra cosa, no se pone en discusiòn què van a hacer con esos votos y èse poder. De hecho Macri ya lo està demostrando con su gestiòn en la Capital.
Cristina busca cerrar en Madrid el conflicto por Aerolìneas. Si vemos los archivos estamos con este tema desde los 90. Somos demasiado lentos para los aviones.
Argentina fue invadida por capitales criminales. A la mierda. Esto si que es un noticiòn que no decimos nosotros sino un joven escritor italiano llamado Roberto Saviano. Saviano vive protegido en Italia porque su libro Gomorra desbaratò una red de operaciones mafiosas. a me olfateaba yo algo extraño en las inversiones. La Camorra factura 60 veces màs que FIAT y 100 màs que Benneton. Decime quièn investiga y te dirè cuànto vale.
El Impacto de la sequìa ya se siente en las ciudades. Se acaba el agua. No llueve. No llueve porque un grupo de señores y sus empresas provocan un desbarajuste tal en el Planta que los ocèanos cambian la temperatura de sus aguas. Estos empresarios son los que en unos años no van a vender el agua perfectamente embotellada. No es un dato cierto èste, es algo que pienso yo.
Las bandas que aterrorizan la Isla Maciel. Existen dos situaciones de inseguridad extrema para cualquier argentino. Caer en manos de una banda criminal y caer en manos de la Policìa. No se puede determinar la diferencia de gravedad entre uno y el otro. Si tenemos policìas que secuestran, no es mejor caer en manos de quienes no usan disfraz?
El Obispo que niega el Holocausto desafìa al Papa y no se retracta. La Iglesia sigue agregando clavos a la cruz de vez en cuando. Convengamos que el Holocausto es muy reciente. Tardaron 500 años en admitir que la Tierra era redonda.
Pigna habla de Rivadavia y nos demuestra que la historia y los diarios son iguales desde siempre.
Mendoza: el 30% de los alumnos no pasa de año. Un porcentaje similar representa la mortalidad infantil en los indìgenas del Chaco.
Respiro sobre el final con el maestro Cortàzar. Arranco la pàgina y tiro todo el resto. Cortàzar, muerto hace 25 años es lo màs novedoso que puedo leer en el diario de hoy.

Un grande, Tato

Los domingos a la noche, esperàbamos este momento frente al televisor, con la inclinaciòn corporal que merece todo acto religioso.
Con una sobervia dicciòn y una memoria prodigiosa, nos dio clases magistrales a todos los humoristas, clases gratuitas.
Està entre mis ìdolos.
Seis minutos impresionantes de monòlogo para repasar 30 años de la historia nacional. Dos entregas. Las dos me gustan mucho. Las dos me siguen haciendo reìr. Y me siguen haciendo reìr diciendo la màs triste y cruda verdad.
Ponete còmodo.




Mi amigo Marcelo Gabella


En feroces circunstancias, de las cuales suelen rescatarse individuos de valor y fieles en las artes de la camaradería, soportando el clima marcial del año 81, que sin oportunas premoniciones nos conduciría al temporal bélico del 82, conocí a un sujeto, estudiante de arquitectura, maestro de profesión, del cual sus documentos personales señalaban como Marcelo Eduardo Gabella.
En el oscuro y tristemente célebre Batallón de Arsenales 601 Esteban De Luca, nos hicimos de un jeep cierta tarde y a los gritos de Dakatari probamos como quien prueba a un potro su resistencia, hasta provocarle una hemorragia de aceite que lo pasaría inevitablemente a mejor vida.
La vida nos fue presentando sus distintas rutas y en más de una oportunidad nos separó.
Cambiamos domicilios, teléfono y con la calvicie algunos rasgos personales.
Hemos llorado sin amargura y reído sin excitación.
Hemos amado con la misma profundidad con que se marcaron nuestras cicatrices.
Jamás nos preguntamos de qué se trata la amistad, los códigos de honor, las incontables muestras de afecto.
Tenìamos nuestros ritos. Nos sentàbamos a beber y pedìamos tres vasos. En el que quedàba libre colocàbamos los relojes de pulsera y asì el que se emborrachaba era el tiempo y asì la vida transcurrìa.
Hay silencios que lo dicen todo y miles de palabras pensadas que no alcanzan a completar la descripción de un milagro.
Este camarada, compañero incondicional de miles de kilómetros de ruta, de líneas de planos, de litros de tinta, de incalculables pasos de la mesa a la barra de un bar imaginario, no conforme con contaminarme con sus incurables señales de amistad, ha pintado un cuadro que refleja una actuación mía, tan especial como él.
Para preservarme del infarto, tuvo la deferencia de mostrármelo inconcluso el día de mi cumpleaños.
Mi hija es amiga de sus hijas como corresponde a las leyes elementales de la física y de las Ciencias del Corazón.
Hemos compartido en estos últimos dos años momentos que a otros les lleva una vida, pasando y repasando como en el cine de barrio de la infancia, recuerdos, fotos familiares, secretos guardados con siete llaves, escenas que deseamos abandonar en el altillo del olvido.
Ahora se ganó con un cuadro tan bello como su persona, un lugar físico en mi casa, como antes se lo ganó en mi corazón.
No quisimos con Martìn, su hermano y tambièn el mìo, que la obra se perdiera sin el conocimiento de la gente, asì que en complicidad con su hija Martina, armamos unos pequeños videos.
En el primero estàn sus cuadros y la preparaciòn de la muestra.
En el segundo lo que la gente fue escribiendo, amigos, vecinos, visitantes ocasionales en un cuaderno que dejamos para tal fin.
Lo extrañamos mucho.




El presidente que todos votaron alguna vez

La mayor parte de los presidentes latinoamericanos tienen dos sueños recurrentes: terminar su mandato sin que lo interrumpa un golpe de estado o un extraño accidente mientras beben té, y ver su busto y su nombre en una plaza donde las palomas le devolverán en cuotas lo que ellos descargaron sobre su pueblo alguna vez.

Elpidio Buffarretti no fue la excepción aunque su mandato dejó una huella imborrable entre los historiadores, al analizar la increíble capacidad creativa del ex funcionario para resolver diferentes problemas de la vida pública de su país.

Los diarios de la época cambiaron radicalmente su formato durante su presidencia y no había ni siquiera en el período de vacaciones una tapa que no tuviera titulares con letra de molde catástrofe. Algunos de esos títulos, los más llamativos, fueron recopilados en el best seller del periodista Benito Atilio Lenefregga.

Fin de año a todo o nada!!!!
Ruido en los cuarteles
Se dividió la CGT
No somos nada
Últimos en el ranking del Banco Mundial y sin miras de mejorar
Otra vez la violencia y el Gobierno mira para otro lado

Así no se llega a fin de mes

No fue difícil ubicar a sus ex ministros, alojados todos ellos en el mismo pabellón de la cárcel de Punta Rodete, aunque el ex mandatario haya sido el único del gobierno que consiguió huir, sus colaboradores no le guardan rencor y siguen admirando esa chispa sagrada de los inmortales para no caer en las garras del fracaso.

Domingo Alasno, su irreemplazable ministro de economìa, hoy en un sector especial de la penitenciaría para protegerlo de los presos comunes, nos cuenta lo que él considera una de sus grandes perlas:

Un día toco desesperado la puerta del despacho y le digo: “Elpidio, se nos vienen encima los vencimientos de fin de año y no tenemos cómo cubrir la deuda”. Lo vi mirar el calendario que siempre tenía a mano en el escritorio y ponerse a escribir sobre su block con frenesí. Cuando llegué a casa me enteré por la televisión: con un decreto aplazó el fin de año hasta el 20 de abril. Aunque la gente hoy diga que les arruinó la organización de las fiestas y los aguinaldos y todas esas pavadas, salvó al país de un derrumbe financiero que no lo arreglaba ni Cristo.”

Si bien durante el último tramo de su ciclo como presidente hubo más días de paro que laborables (hecho hasta entonces inédito), la organización obrera rescata que el marco de diálogo siempre fue perfecto con el sector. “Lo hacíamos en la quinta con asado, vino, traía músicos y salíamos todos abrazados. Dos días después nos dábamos cuenta que no habíamos conseguido nada a nivel gremial, así que pedíamos otra reunión en su agenda que nunca fue antes de seis meses”
Pasaron diez años para que las investigaciones pusieran a luz uno de los encubrimientos más escalofriantes.

Sobre el final del segundo año de su mandato, promocionó durante meses un fin de año a toda orquesta celebrando los logros de su gobierno, empapeló las ciudades y financió el viaje de miles en trenes que partían de distintos puntos del país hasta Garramendia, extraño lugar para la mayoría de los habitantes donde se iban a realizar los festejos y el lanzamiento de fuegos artificiales como nunca antes se había visto, ni en Europa. La gente quedó perpleja a las 0 del nuevo año cuando vio que el cielo estaba iluminado y la tierra se movía con las explosiones. Perfectamente sincronizado con los festejos, se hizo volar un polvorín donde se investigaba la venta ilegal de armas, con varios funcionarios del gobierno de Elpidio Buffarretti en carácter de sospechados. Hubiese sido un éxito si se hubiese previsto que las explosiones tiraron abajo las casas de medio barrio obrero de las cercanías de Garramendia, no lamentándose víctimas fatales porque todos estaban a diez kilómetros de sus casas embobados con el despliegue de fuego y luces.

En menos de tres meses el país pasó por cincuenta y siete conflictos diplomáticos con otros países donde sus embajadores terminaron expulsados, trece de ellos con superpotencias que amenazaron con invasión militar. Una noche de Pascuas se dirigió al pueblo en un mensaje en cadena diciendo entre otras cosas: “Han bloqueado nuestro puerto con una flota. No bloquearán nuestra esperanza. Con la verdad no temo ni ofendo. Como devoto cristiano creo en la resurrección y cuando esto ocurra, ay de ellos”
No menos célebre fue su discurso en un país en llamas, con miles de personas manifestándose en las calles en protesta del desabastecimiento y las corridas cambiarias. Se derrama más sangre en las corridas de toros y nadie mueve un dedo por ese pobre animal que nos da la leche y el cuero”.
Su Juventud Buffarretista fue el escudo humano con el que pudo subirse al jet que lo llevaría a las Galápagos mientras decía a los que se agolpaban para agredirlo “no empujen que entramos todos, sean civilizados, el Mundo los está mirando”