Seguridad doméstica


El 27 de octubre del 2002 en un country de Buenos Aires apareció muerta en el baño de su casa  una mujer llamada María Marta Belsunce.
Sus familiares sostenían que había sido un accidente hasta que la autopsia descubrió cinco proyectiles en la cabeza cuyas perforaciones fueron cerradas y disimuladas con un pegamento universal.
En el día de ayer concurrieron a la escena del crimen, abogados, fiscales, jueces y los familiares implicados como sospechosos. Allí uno de ellos dijo porqué creyeron que había sido un accidente con estas palabras "las canillas son de terror", en un intento por justificar porque creyeron y declararon que se había golpeado la cabeza contra la grifería de la ducha.
También enumeró como factores de riesgo para un accidente doméstico dentro del cuarto de baño al "pequeño escalón en la puerta" y que "las vigas del techo son bajas".
Hoy que se duplican y redoblan los consejos sobre seguridad doméstica, nada nos dicen sobre el inmenso peligro que encierran los baños.
A prestar atención, por favor. Observad las canillas, las vigas del techo, detrás de las cortinas de las bañeras, nunca se sabe si entramos por la urgencia que reclama una vejiga y salimos tapados por una sábana

Los patriotas

Grandes descubrimientos para la humanidad sucedieron de manera casual. Benjamín Franklin es un ejemplo.
Con el paso de los años, se han descubierto las verdaderas causas y factores de un hecho que  pocos tenían claro.
La imagen que ven sobre el texto corresponde a un plato de locro y según Wikipedia, que todo lo sabe:
El locro (del quechua ruqru o luqru) es un guiso a base de zapallo, porotos y maíz que se consume en la zona de la cordillera de los Andes, desde Argentina y Chile hasta Ecuador, pasando por el Perú y Bolivia.
Suerte de guiso cuyo origen es indudablemente prehispánico y preincaico, típico de varios pueblos andinos que basaban gran parte de su dieta en el maíz o los porotos y la papa.
Su consumo es masivo los 25 de mayo para festejar el día de la Revolución, y yo que soy parte de la masa, salí a comprar mi porción de puro patriota que soy.
Si se detienen a observar el recipiente que se encuentra a la derecha del plato de  locro, notarán que tiene colores salpicados entre el rojo y el verde y es un picante sobre el que no conviene investigar su preparación.
Lo cierto es que si uno le agrega a la porción que va a ingerir este picante, al tragarlo, se le revelan los misterios patrios.
El primer golpe de calor comienza en la garganta y cuando llega al esófago uno no puede contener el grito de ¡¡¡Viva la Patria, carajo!!! abriendo la ventana del living para que se entere todo el barrio.
Cuando pasa el sofocón inicial y se reflexiona, cuando la vida vuelve atrás a tal velocidad que  uno pasa de largo su propia existencia y puede regresar como en Volver al futuro a los años de la Revolución y nuestra Independencia, entiende que si la tropa ingería este plato antes de una  batalla, era completamente natural salir al campo a pecho descubierto contra la descarga de la fusilería española, con los ojos fuera de sus órbitas y un impulso ingobernable. Con dos platos arrancamos en la batalla de San Lorenzo y no paramos hasta los Pirineos y le damos también a Napoleón si se nos cruza en el camino.
Se entiende porqué el negrito Falucho iba con su tambor arengando a las tropas sin otra arma que sus dos palitos, que a menos que consiguiera clavárselos en los ojos a algún enemigo, no le servían para otra  cosa que para agitar el parche.
En tiempos de paz este plato ha sobrevivido al paso del tiempo.
Al contar con una buena cantidad de porotos entre sus ingredientes, durante el día de la ingesta los patriotas seguimos recordando aquellos ruidos de la descarga de la fusilería en combate.

Tres actos


Escuchó su última frase con el dolor y la sorpresa de una puñalada y solo alcanzó a expresar y dar cuenta del irreparable daño con un murmullo apenas perceptible, antes que ella cerrara la puerta y se marchase y el aplauso franco y espontáneo del director marcase el fin del ensayo.
Esa tarde ensayaron siete veces esa escena, número cabalístico, si es que ellos existen, número bíblico asociado a la sabiduría divina de instaurar en la humanidad y por los siglos de los siglos un día de descanso luego de seis de febril creación.
A los dos los unía el mismo gusto y pasión por las grandes obras. Por caminos diferentes convergieron en el mismo maestro de teatro, por caminos opuestos confluyeron en los mismos tópicos de conversación apasionada y apasionante, donde el arte logra mixturar lo racional, lo aprendido, lo adquirido culturalmente y el maravilloso y loco latir de lo sentido, lo expresado, la vibración del alma.
Los dos sostenían que las obras breves, de tres actos, ágiles, dinámicas, envuelven al espectador en un espiral de vértigo del que no puede ni debe desprenderse, donde de un baldazo se lo empapa del mensaje y donde cada gota separada del todo, tiene, por sí misma, el sabio  peso y la información de una enciclopedia.
La vida y el arte se parecen, y son los artistas los que unen con puentes fabulosos y sencillos una orilla y la otra.
El segundo acto de la obra comenzaba a partir de ese signo de puntuación definitivo que marcó en escena la puerta que se cerraba, el adiós a una mujer y a un amor, a destinos convergentes, ahora disociados por un creador no siempre dramaturgo, no siempre respetuoso de las convenciones, ni de los deseos humanos de protagonistas y espectadores.
Y es así que ella dio vuelta una página para comenzar a escribir y actuar en otras, que incluyeron en su guión, alejamientos, convivencias ocasionales, nacimientos, infinitas alegrías, profundas penas y aquel martirio de dos separaciones involuntarias lacradas con el signo de la palabra duelo.
Mientras tanto él amarraba y partía de brazos y señales, con la clarividencia de cargar el estigma del eterno derrotero, la fugacidad del ave de paso, la inexorable certeza que el amor no era otro que aquel que marcó a fuego el hilo argumental de su obra.
El tercer acto llegó naturalmente, con el mismo compás del cauce de un río, con el mismo anhelado desahogo de la tierra que recibe la bendición del agua de lluvia después de un día de resistir hasta agrietarse el sol implacable.
Fue un reencuentro manso, aletargado como una siesta pueblerina, un hallarse en un punto exacto en la hora más propicia, seguros de haber transitado los años buscándose, hasta llegar a esta escena, con poca luz, con una puesta desprovista de artilugios, acompañados por un mate que sirvió de metrónomo y de pausa para cambiar los tiempos y los tonos de una conversación inconclusa, profundamente deseada.
Entre aquel séptimo ensayo y esta escena pasaron veitidos años, un intervalo lógico e inevitable, porque el arte y la vida se parecen y no siempre, casi nunca, los protagonistas respetan las convenciones, normas, códigos, que alguna insolente pluma pretende convertir en teatro.

Que se haga vuestra voluntad

Contuve la emoción y la ansiedad tratando de llamarme a sosiego, por esa noticia tan esperada, envuelto  en un loco frenesí revolví el placard, me desilusioné comprobando que la ropa más elegante que poseo, para lucirla como es debido, necesita de un esfuerzo mío, de una contracción al ejercicio, de cierta robusta voluntad para perder unos kilos y estar física y espiritualment acorde a las nuevas que acababa de leer en un afiche callejero, la réplica de la portada de la revista de mayor tirada de nuestro país, la que nos devolvía la esperanza, el ver concretados nuestros anhelos más remotos y urgentes, volviéndonos a movilizar en un festejo histórico, en un todos a las calles, argentinos, sacando lo mejor de nosotros mismos, la alegrìa de ser y no de aparentar, el noble e histórico hecho trascendente, como para que yo salga a buscar un traje, un buen par de zapatos, una corbata italiana y tenga mi máquina fotográfica pronta. "Será reina" y la foto en primer plano de Máxima sonriente, nuestra Máxima, Nuestra Majestad, la ironía de los astros y el destino: nuestra Máxima ambición, nuestra máxima representante en el Mundo de la Nobleza. Máxima, reina de Holanda, pero argentina al fin, una reina gaucha.
Y salí disparado hacia la tintorería, porque aunque la ocasión amerite ponerte a tono con el evento, el presupuesto me devuelve a la realidad de mi condición de humilde plebeyo y a darme cuenta que en una foto multitudinaria, entre miles de argentinos embanderados, no se notará que mi camisa también es nueva.
Salí a la calle y alguien con gesto adusto, de mirada apagada, alguien evidentemente desinformado sobre la buena nueva, me alcanzó un panfleto donde una rama importante y muy bien informada de la Iglesia evangélica anunciaba el fin del Mundo para el 21 de mayo del 2011.
Allí se me cayó el alma al piso. Tengo cita en el dentista el 24 y no creo que en el consultorio se hayan enterado, sino me hubiesen llamado para cancelar.

Todo concluye al fin

La segunda mitad de la parte final de La República que los parió. En algún momento tenía que llegar.
Estos pequeños tramos seleccionados de la filmación, son los elegí por algún valor especial.
No siempre coincidimos con el público, qué le vamos a hacer. En este segundo bloque de la última parte, repaso los últimos años, los últimos nefastos años. Poco para reírse, mucho para recordar.

Turismo

Cruzo el horizonte y no me pierdo,
ni extraño los rincones,
mi Mundo de minucias.
Enciendo los motores a tu encuentro
con la ansiedad acompasando el ritmo coronario
y la escritura a cuestas como un signo.
Me falta el aire algunas veces
cuando doy fe de tus maravillas,
de tus secretas intenciones
eclipsadas febrilmente con las mías.
Y atravieso las aduanas,
las salas de preembarque,
los trámites, las seguridades, las preguntas
y coloco una cruz en Turismo como motivo de mi viaje.
Y pienso si es turismo este periplo
si mi brazo prolonga tu cintura,
la rodea militarmente para el asalto,
no le permite tregua ni alto el fuego,
si mi mano te recorre en la penumbra
y sabe tanto de vos como mis ojos de este mapa
de esta geografía que se funde y se confunde con la mía.

El encuentro

Llegó a la cita media hora antes de lo que habían acordado. La ansiedad nos compensa con la virtud de la puntualidad algunas veces. Al bajar del auto la brisa cálida jugó con su cabellera. Miró el mar y apenas cruzó la rambla se quitó las sandalias y caminó lentamente hacia la orilla.

Pensó en el encuentro y en el momento en que le hablaría mirándolo a los ojos, se lo diría sin muchos preámbulos, sin desviarse una coma del discurso que ensayó durante casi toda la tarde. Sonrió mirando el agua.

El miraba su reloj de pulsera sin disimular la impaciencia y el fastidio. La reunión se había extendido mas de lo previsto y esto lo hacía pensar en cómo se reducían los minutos de su encuentro y el tiempo que dispondría para conversar y luego pasar a buscar a su mujer y a su hijo.

Dio vueltas en la cama toda la noche. Se levantó en la madrugada en busca de un whisky y dos cigarrillos. Volvió al dormitorio después de que su mujer se levantara preocupada a buscarlo. Algunos problemas en la oficina fue el pretexto elegido para explicar sus problemas para conciliar el sueño como siempre.

Caminar por la playa siempre la ayudó a pensar. El recuerdo de otros momentos en que se acercó hasta el mar certificó esta afirmación sobre la que dan cuenta los que más la conocen.

Llevaba en su cartera una respuesta y en la mente mil preguntas. “Aceptá de la vida lo que te da sin medir si es mucho o poco”, decía su abuelo.

El entró al auto y buscó la carta para romperla. El tráfico estaba tan cargado como el aire que respiraba, pero los pensamientos lo envolvieron en una burbuja de tal densidad que solo las bocinas de los autos le hicieron darse cuenta que el semáforo tenía luz verde.

Y la vio antes de estacionar y sintió el ruido en el pecho y en las sienes. Ella seguía mirando el mar, de espaldas a él, muy cerca de la orilla. Entonces gritó su nombre y la esperó, no fue a su encuentro. Ella lo vio y se detuvo. La impactó su imagen quieta y la mirada fija, más allá de ella. Mucho más allá.

Caminó hacia él mientras en cada paso se desdibujaba la sonrisa junto con el alma y la brisa era ventisca, fría, helada, apretaba la cartera con el sobre como un impulso, un aferrarse a un sitio firme para que la corriente no la lleve, la corriente que sentía que venía desde la rambla y la empujaba a volver a la orilla, pesaba la arena sobre la palma de los pies, pesaba la cartera y el alma, miraba el suelo y levantaba la vista con esfuerzo para verlo fumar con ansiedad, sin la menor señal de acercarse, la mano izquierda en el bolsillo del pantalón, no lo hubiese reconocido aunque supiera que es él. Ya no lo reconocería.

Se paró delante de él y se dio cuenta que no iniciaba un beso este saludo. El dijo su nombre y tres palabras cuando ella lo interrumpió con una mano en el pecho y apretando con la otra la cartera. Miró el suelo y miró el mar, y entre sus ojos y el mar no había diferencias. Se dio vuelta y caminó sollozándo, mordiéndose el labio inferior sin que él la viera. El hizo unos pasos hacia el auto mientras ella esperaba que el grito de su nombre fuese mas fuerte que el latido de su corazón y lo escuchara. El siguió caminando y se detuvo un instante fugaz con la cabeza gacha, pero no volvió a mirarla. No se despidieron. Nunca lo supo, no se enteró.

El se separó de los dos para siempre.

Las armas y el Diablo

En el primer disparo, la bala entró por el ojo izquierdo y desperdigó en el tapizado del techo del auto pequeñas fracciones de masa encefálica, y justo antes que el impacto desmoronase a la víctima contra el asiento del acompañante, recibió otros dos más, involuntarios, producto del nerviosismo del asaltante y de un gatillo muy celoso.
Hubiese sido un simple robo si la puerta de la guantera, siempre llena de cosas inútiles, no se abrìa en ese instante de tensión extrema, asustando tanto al conductor como al asesino.
El estigma del arma homicida siguió su derrotero en otras manos, incluso más jóvenes y menos expertas y en otras circunstancias ajenas al mundo de la delincuencia, como en aquel año nuevo en que volvió a lanzar su llamarada de fuego al cielo y la bala perdida volvió a cobrarse otra vìctima en los suburbios de Río de Janeiro.
Algunos delincuentes conservan la vieja tradición pistolera de hacerle una marca en la culata cada vez que su revólver le pone a un adversario el último sello a su pasaporte al otro mundo. Este no registraba señales.
No son pocos los que sostienen que algunas armas cargan, además de municiones, una suerte de alma oscura, la misma que se rebela a veces contra el que la empuña y falla en el preciso instante en que es imprescindible, la misma que de destella con su descarga letal en una broma, en un manipuleo, en un acto sorpresivo, donde al Diablo suelen atribuirle la responsabilidad directa.
Las armas malditas, como las malditas almas no detienen su derrotero ni obedecen las leyes que los hombres determinan. Su destino obedece a ciertas reglas propias, lejos del alcance de quienes las utilizan, fuera del control de razzias, procedimientos, confiscaciones.
Cayó en una redada policial en Río y junto a otras de distinto calibre y prontuario criminal, deambuló por dependencias judiciales, pasillos de juzgados, como prueba confirmada en estudios de balística que fue ella y no otra la que terminó con una vida.
El jueves 8 de abril volvió a escena en manos del joven Wellinton Menezes de Oliveira, quien la extrajo de su mochila en el aula de una escuela pública a la que había concurrido unos años atrás, frente a cuarenta alumnos que asistían a una clase de portugués, sobre quienes abrió fuego matando a 12 de ellos con certeros disparos en el tórax y en la cabeza, utilizando un dispositivo mecánico para alimentar nuevamente y con rapidez el tambor con seis balas de su revólver 38 una vez vaciado, con la presteza de seguir los pasos estudiados y anunciados en un video, sabiendo que su causa, su estrategia y su plan de exterminio lo incluían a él, antes de que el arma se silenciara nuevamente.
Quizás este revólver 38 se sosiegue en alguna vitrina de un museo policial con una etiqueta o una placa que recuerde el nombre de su último ejecutante o con el sencillo "Arma con que se perpetró la masacre de Río"
A diferencia de los muertos, las armas pueden volver a pronunciar una y otra vez su lenguaje conocido.

Como matamos a Bin Laden

Una nueva filtración en los correos electrónicos puso a la luz el operativo para asesinar al terrorista número 1, según el ranking de la FIFA, ubicado apenas un escalón mas arriba de Andoni Goicoechea, quien quebró a Maradona cuando jugaba en el Barcelona.
"Había reducido su sistema de seguridad cuando Obama fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz"
Bin Laden puso en el muro de Facebook: Hasta se parece a mí en el nombre... Obama, Ossama. Un negro en la Casablanca, qué contradicción...
Bin Laden cortaba el césped de su jardín los jueves a las 17 horas y el ruido de la  cortadora nos impedía escuchar con claridad las conversaciones entre las células de su páncreas.
Nuestros rastreadores habían detectado una exagerada repetición de gritos de Bingo!!! en una residencia de la capital paquistaní, cuando el Bingo está prohibido como juego, igual que las carreras de embolsados. Prestando mayor atención a los gritos descubrimos que la frase completa era Bin, Gobernemos!!!
Habíamos rodeado la manzana unas horas antes aunque notamos que otras frutas estaban más apetecibles.
Le twiteamos a la CIA que estábamos listos y Obama en persona apareció en el Skype de nuestros Ipods entonando "La farolera tropezó", frase que en clave significa Luz Verde. Con la luz verde todo se puso amarillo y luego rojo como los semáforos.
Una de nuestras bombas había hecho blanco como nos pidió el negro.
Algunos alcanzaron a salir con las manos levantadas pero con el mismo semblante hostil que tienen los musulmanes sin afeitarse a la mañana.
El Sargento O Hara gritó: "Ríndete Bin y tendrás un juicio justo". Y justo en el torax le metimos la mayor parte de nuestras municiones.
Yo ví cuando lo metían en una bolsa como si fueran las acciones de Enron, mientras el Sgto O Hara nos  pedía monedas para el parquímetro que ya estaba por vencerse.
Seremos recibidos como héroes. Aunque antes haremos algunas extras en Libia porque el ranking del terrorismo volvió a cambiar.