Molónogos


Aquí estamos.
Con los aportes de mi hermana Tere en la foto que le pedí que me sacara en el fondo de su casa, con el trabajo de Fernando Suárez en Mucho Bueno para insertar la cara en el fresco de Miguel Ángel, con un uruguayo trascendental, Julio Parissi para armarlo, con la producción ejecutiva de Anahí Suray Vega, con la dirección de un amigo que admiro, Eduardo Calvo.

Tiene las características de un asado con amigos. Y como dice otro amigo tucumano. Agradecido.


Me gusta

Facebook sostiene que tengo 346 amigos. Ese escrutinio exagerado, como toda exageración, es falsa. Los leales e incondicionales no llegan a la segunda decena. Con ellos comparto alguna bebida espirituosa y discuto sobre religión, historia, política, fútbol o intrincadas posturas filosóficas. Ninguno de ellos levanta el pulgar cuando está de acuerdo conmigo como grafica amablemente Facebook. A lo sumo asienten moviendo la cabeza. No me dicen: Me gusta. Tampoco se nos ocurre bloquearnos si tenemos una diferencia ni eliminarnos de las agendas telefónicas. Aceptamos al amigo que piensa diferente. Aún siendo de Boca, mirá lo que te digo.

Pero en la imperfecta lista de la red también aparecen colegas, compañeros de trabajo, gente que se relaciona virtualmente, porque entre los nombres de mi lista están también sus contactos. Esta gente también discute diciendo lo que piensa, se acalora, se enfurece, se le sale la cadena.

Cuando alguno de estos patina, desbarranca, se va a la mierda con una opinión o un mensaje que agravia a la condición humana, le doy hasta tres respuestas. No más. Si continúa y acentúa lo que afirmó antes, le aviso gentilmente que voy a borrarlo de mis contactos, que no quiero seguir leyendo sus oscuros pensamientos. Y lo excluyo. No solo por mí. Lo hago para cuidar la salud y el buen humor de los veinte.