La banda sonora de mi vida

 

 

 

Sos el músico que más he ido a escuchar y ver. Desde mi adolescencia a hoy acompañaste con tus melodías y letras diferentes tiempos.

Hoy le decía a mi hija que cada artista toca notas especiales que pegan de lleno o no en las teclas medulares de nuestras almas. Tus armonías tienen eso.

Cientos de letras y frases quedaron impregnadas en nosotros.

Hoy lloré muchas veces viendo el tributo que te rendían tus colegas.

Hoy repasé muchas canciones tuyas sabiendo que nunca las olvidaría.

Hoy nos estremecimos todos como en el cumpleaños de un familiar.

Perfumaste nuestras casas con tu música siempre, Charly.

Feliz cumpleaños, Maestro. 

Yo hice lo que me pidieron

 


El siguiente texto lo rescató una lectora de la página de humor.
Lo volví a leer y tomó otra dimensión para mí. Es un repaso. Solo un repaso de un inocente.
Es una carta al presidente y su equipo del 2019.

Creí en que podíamos vivir mejor, que mirábamos al futuro y que comenzábamos a unirnos los argentinos como el repulgue de aquella publicidad donde todos ponían un poco para hacer una empanada. Yo creí que estábamos así porque se habían robado todo, porque Scioli se había convertido en una panelista de 6,7, 8 y escuché la advertencia de Majul sobre la campaña del miedo y aprendí a hablar como él, apretando los dientes cuando algún vecino me tildaba de gorila.

Yo la vi a Vidal con las botas de lluvia, metida en los charcos y hasta tuve miedo que esa leona perdiera el equilibrio emocional y se convirtiera en una Evita, en una Madre Teresa, en una Lita de Lázzari.

No me dio el coraje para tocar a un pobre pero los miré de cerquita, recién teñidos, con la barba crecida como Marquitos Peña y me ilusioné. Acá está el cambio de verdad para que el mundo nos vea y diga: ¡Cómo cambiaron los argentinos!

Yo toqué los timbres de las casas para contarle a la gente lo que dijo Rosendo que se venía la lluvia de inversiones y a cien kilómetros salían los brotes verdes.

Me enamoré de Lagarde. Me costó (la nariz ganchuda me causaba mala impresión) pero me enamoré locamente. Le escribí siete cartas, le propuse matrimonio con ese francés que tiene la vice Michetti y que me recuerda a Lelouch. No me respondió, pobre, estaba ocupada ayudándonos a salir del pozo o del túnel donde nos metieron los K como si fuésemos vietnamitas.

Hice un curso de piloto de dron como aconsejaba Esteban y otro de cervecería artesanal. Salí con el pañuelo celeste recitando su poema por la calle y hasta me insultaron los propios creyendo que era verde, pero no, yo estaba resfriado y en el apuro no me di cuenta.

Hice de todo, señor Presidente.

Yo sentí en carne propia la angustia de San Martín, de Belgrano, de Moreno cuando se separaban de España.

Me puse a seguir el Arsat por Google para ver donde caía con el PBI para que después no lo embargaran como a la fragata.

Yo me pelee con mi madre cuando quería aumento para su jubilación y no se daba cuenta que había que poner el hombro y tener dignidad.

Yo ví los programas de Lanata, la ruta del dinero K, me aprendí las frases de memoria para poder responder a cualquier insolente. Me hice seguidor de los Leuco, almorcé mirando a Mirta y se me llenaron los ojos de lágrimas cuando lo escuché hablar de la inflación. Grabé el programa para pasarlo cuando venía de visita una parte de la familia que está en la otra vereda hasta que lo frenamos a tiempo a un primo que iba hacia el televisor con un martillo en la mano.

Me las banqué todas, señor presidente. Firme con usted y su gabinete. Porque yo los veo como a un grupo de patriotas que vino a salvarnos, que tienen esa idea desde que jugaban en el patio del Cardenal Newman.

Hace tres días que me lavo los pies cada cuatro horas porque estoy firme para acompañarlo a donde sea, sr. presidente.