Modernos

Entraron al bar anunciando con gestos elocuentes su amor infinito a los cuatro vientos. Sabían, sin consultarse, cuál era la mesa elegida.
Y las bromas retrataban su adolescencia y la poesía tácita, íntima, que había comenzado horas antes entre sábanas.
Se tomaron de la mano mirándose a los ojos.
Un golpe de electricidad embistió contra sus cuerpos desprevenidos. La fiebre del amor altera con espasmos arterias, sentidos.
Se sonrojaron y bajaron la vista al mismo tiempo. Alguien creería que somos marionetas de un Dios divertido.
Volvieron a dibujar sonrisas cabizbajos, en espejo. Sin dejar de sonreír volvieron a encender en el otro sus pupilas.
Ambos, en el mismo instante, habían recibido el mismo mensaje de texto.