Carta a Jesús de Galilea


Querido Jesús:

Te fuiste hace dos mil años prometiendo un regreso que no te recomiendo.

Triunfaron los mercaderes y se quedaron con los templos. Hicieron posible este cambio de dueños muchos impostores que aseguraban seguir tus enseñanzas.


Desde que te fuiste sucedieron tantas guerras que ya perdí la cuenta. A dos de esas guerras las llamaron mundiales pero no las confundas con competencias futbolísticas que se celebran cada cuatro años. Le dicen mundiales porque era un berenjenal de todos contra todos donde murieron muchos pobres y ganaron unos pocos ricos.


Si te horrorizaste con la crueldad de los romanos, te cuento que han ido perfeccionando sus métodos para provocar dolor, degradación, deshumanización.


Tus fieles suelen tener sentimientos ambiguos. Se arrancan los cabellos clamando por un feto pero están a favor de la pena de muerte de otros adultos.


Tus ministros bendicen las armas. Caete de culo, así como lo lees. Y así como planificaron la Santa Inquisición, participaron de escenas de tortura. Imaginate vos en las mazmorras romanas escuchando a un sacerdote que te susurra al oído que en nombre de Dios te conviene hablar y pasarte al bando de Judas Iscariote.


Le llaman Santa a la tierra que vos pisaste pero a pocos kilómetros de ése lugar todos los días tachan el cuarto mandamiento.


Tu reino debe estar superpoblado porque abundan los pobres y no recuerdo la relación aquella de los ricos, los camellos y el ojo de la cerradura. Creo que la imposibilidad de acceder al cielo por sus acciones los condujo a construir sus propios paraísos fiscales.


A tu padre lo nombran a cada rato y eso que Él advirtió que no lo molestaran por sonseras.


¿Es cierta la existencia de tu Evangelio? Mucha gente lleva colgado al cuello el elemento de tortura con el cual terminaron con vos.


Hay quienes sostienen que con tus parábolas fuiste el primer socialista. Debiste ser más claro para que no se aprovechen los vivillos de siempre para darles una interpretación distinta al mensaje original. Por ejemplo, aquello de “Dejad que los niños vengan a mí”, lo utilizaron muchos sacerdotes con otros fines.


Los primeros mandatarios de cada país acuden a las iglesias como parte del protocolo y piden la bendición para sus aberrantes acciones de gobierno.


Acá se te extraña bastante. Tu imagen sigue firme en el morro de Río de Janeiro pero abajo, la horda de evangélicos, te considera pasado de moda.

Nosotros seguimos con vos.


Un abrazo,