La balsa



Algunos, y no somos pocos, durante años hemos construido una balsa para tiempos de tempestad y de zozobra. Las armamos sin querer, naturalmente, con mucho amor.

Las balsas de madera se mantienen a flote gracias a la unión de los troncos que como una red la constituyen. Nosotros no utilizamos troncos. Para mantenernos a flote, para el armado de nuestra pequeña embarcación, nosotros elegimos muchos libros maravillosos, esos que dejan huellas en el alma, cientos de discos tan preciosos que aún siguen sonando de manera aleatoria y permanente en nuestro interior como la primera vez, películas conmovedoras que nos han emocionado, obras de teatro que aceleraron nuestro ritmo cardíaco.

En tiempos de pestes y calamidades uno puede recurrir a la balsa y con ella navegar tocando la guitarra, el piano, la trompeta, leyendo o releyendo una novela, escribiendo una carta a un amigo, viendo una película que no aprovechamos mientras la proyectaban en una sala de cine, aprendiendo a tocar esa canción que siempre tuvimos pendiente.

Yo me subo a mi balsa, por ejemplo, y escribo cosas como ésta.