Hace 45
años una minoría de hombres de gorra, de esos que se golpean el pecho al decir
Patria y juran morir por ella, llevaron a cabo el más sangriento golpe de
estado con el apoyo de una bandera con estrellas y rayas que también había colaborado
con su personal militar, su inteligencia, sus especialistas en torturas en
Chile, Uruguay y Brasil.
Otros
golpes sangrientos precedieron a este del 24 de marzo de 1976 y cada uno se perpetró
contra gobiernos elegidos por amplia mayoría.
Había,
claro y como siempre, civiles que apoyaron y contribuyeron a colocar a esos
sediciosos armados en el poder. Para esta gente la elección popular no tiene valor
alguno cuando van en contra de sus intereses económicos.
José
Alfredo Martínez de Hoz, siguiendo el linaje familiar de sus antepasados traficantes
de esclavos, bisnieto del fundador de la Sociedad Rural, entidad de negro
prontuario que compró las armas para la campaña al desierto de Roca y la
matanza de pueblos originarios cuyas tierras pasaron a manos de las familias de
abolengo. La Hoz en su apellido es todo un símbolo y una señal.
Amante
de la sangre derramada, hizo secuestrar empresarios opositores para quedarse con
sus empresas, implementó un sistema económico que como en otros momentos de nuestra
historia enriquecería a unos pocos amigos para llevar a la pobreza a la inmensa
mayoría.
José
Alfredo Martínez de Hoz, el hombre de la foto, el siniestro, el de la Hoz,
representa a los civiles, a los profesionales médicos, a los curas que también
participaron y son todos ellos responsables, junto a los militares asesinos, de
los treinta mil desparecidos.
Yo no olvido ni olvidaré jamás.