Juegos imaginarios

Hace algunos años, Mario Rulloni, fotógrafo, humorista, artista de profesión, me contó una historia que pintaba de cuerpo entero a su abuelo.
Mario tenía no más de 6 años y miraba fascinado la serie Ruta 66 todas las tardes en el televisor familiar de su casa paterna en Villa María, Córdoba.
Ese día en la serie se repitió muchas veces un punto geográfico que a Mario le llamó la atención: California.
Cuando su abuelo llegó de trabajar en su puesto en la feria, Mario corrió a su encuentro y le preguntó:
- Abuelo, queda lejos California?
- ¿Querés ir? Te llevo.
Y lo subió a su vieja camioneta por una ruta desconocida para el niño que era Mario entonces.
Mario se quedó dormido mientras viajaba. Se despertó cuando era noche con los sacudones suaves de su abuelo.
- Llegamos.
Ante él había una gran calle de un lugar que no conocía y en el fondo un puesto iluminado de máscaras y artesanías.
- Abuelo, ¿estamos en California? ¿puedo comprar algo acá para mostarle a mis amigos que estuve en California?
- Claro...
Y así fue que Mario compró una de las máscaras colgadas en el puesto para llevar a casa y contarles de su aventura, digna de Ruta 66, una de sus series preferidas.


Daniel Mongelli, padre de Julieta, jugaba a que tenía un perro imaginario, que a excepción de él en la familia no veían.
Y andaba con su correa y su collar paseando el perro por la casa y le preparaba la comida y lo llamaba por su nombre, Sanguinetti, y el pequeño perro, obediente, venía a su encuentro moviendo la cola como todo los falderos y Daniel le prodigaba caricias y frases estimulantes.
Julieta se preocupaba por la conducta de su padre y aclaraba a las visitas en secreto.
- Papá cree que tiene un perro, seguile la corriente. Decile que es muy bonito. -mientras hacía la universal seña de mover el dedo índice en forma circular sobre la sien.
Las visitas respondían al pedido de Julieta y cuando Daniel venía con la correa y el collar, le decían
¡Qué perro más bonito!
Unos meses más tarde, uno de los amigos de Daniel, le contó que su perra había tenido cachorros cocker spaniel, uno de la camada era blanco con una mancha negra en la frente. Daniel le pidió ese cachorro para llevar a su casa.
Mientras esperaba el tiempo del destete de la perra, Danielsiguió con el juego y ya describía a Sanguinetti con lujos y detalles de su mancha, su carácter, su tamaño y lo llevaba y traía de la veterinaria para los controles.
Una de las vueltas a casa llegó con el cachorro que había comprado hacía dos meses.
Julieta lo vio entrar naturalmente a casa con el perro en sus brazos diciendo que lo había tenido que llevar como otras veces al veterinario.
Julieta no salía de su asombro.
Allí estaba ante ella, ese perro, tan bien descripto por su padre, con la mancha negra en la frente, que hasta recién formaba parte del imaginario familiar.