Paloma y yo


La familia me ha dado una sobrina, la vida y los amigos me trajeron de su mano otros que me dicen tìo Molo con una convicciòn y una ternura que pone a prueba mi salud coronaria. Ellos me adoptaron y me dieron èse tìtulo, y no soy de los que renuncian a sus medallas de honor.
En otro espacio hablè de Polo y nuestras màgicas andanzas y aventuras.
En èste escribo sobre Paloma, una princesa encantadora que posee un traductor perfecto para decodificar y entender y hacerse còmplice de mi humor y mi sarcasmo y de vez en cuando, atenta contra mi vida enviàndome unos mails que hacen que mi pera hago ruido contra el teclado de mi màquina cuando los abro.
Pasamos pocos momentos solos, pero cuando esto ocurre se alinean los planetas, existe la justicia universal y es un dìa feriado para malvados, granujas y malos pensamientos.
Paloma tiene la envidiable habilidad de mimarme en silencio, podemos conversar como viejos camaradas o quedarnos callados tomàndonos de la mano con el alma.
Nuestro amor, como el que tenemos con Martina, su hermana mayor, tiene prehistoria. Antes que ellas nacieran su padre y yo èramos amigos.
Hemos compartido viajes al sur, salidas de fin de semana y siempre vieron como su padre y yo nos divertìamos, como nos reìamos y disfrutàbamos de nuestra amistad.
Hoy mantenemos esa liturgia.
Nos divertimos juntos y nos acompañamos.
Nada de lo que pueda escribir o expresar tendrà la dimensiòn merecida, nada me dejarà conforme, porque el poeta o escritor màs osado siente pànico si alguien le pide que describa el cielo.
Ella, en uno de esos mails que deberìa prohibir la Convenciòn de Ginebra, me confesò estar orgullosa de contarle a las amigas de su tìo.
Yo hago pùblico mi orgullo no como respuesta, sino como un acto de justicia, esa que suele aparecer los dìas feriados en que Paloma y yo nos encontramos.