Lo dicen los afiches en la calle.
Vuelve Charly García, como antes volvió del Infierno y de los lugares que ven unos pocos.
Vuelve uno que siempre me conmueve porque toca las notas que suenan familiarmente cómodas en mi interior.
En la catedral de mi adolescencia uno de las columnas centrales fue la música. Y una de las vigas de esas columnas fue Charly García, a quien conocí gracias al negro Ariel, un amigo que aparece en las fotos de tapa de Adios Sui Géneris.
Porque Charly cantaba lo que nosotros queríamos gritar y gritaba lo que queríamos cantar.
Vuelve un músico que con un piano y sus letras pintó una época terrible y sus horrores más punzantes.
Cada una de sus canciones reflejaba algo del inconsciente colectivo. Cada una de sus canciones tenía un lugar para nuestros estados de ánimo.
Vuelve nuestro Mozart de oído absoluto, ese que pudo hacer la alquimia perfecta entre la música clásica y el rock nacional.
Vuelve García. Vuelve para emocionarnos otro rato.
Gracias Charly.