Justicia social


Bajo su trágico y sangriento mandato como gobernador, el general Bussi, decidió, con una medida sencilla y eficaz, terminar con la indigencia en Tucumán.
Durante la noche, los camiones del ejército patrullaban las ciudades más importantes y cargaban a todos los mendigos que encontraban durmiendo o vagando por las calles. Luego de subirlos a sus acoplados, los llevaban y dejaban en Santiago del Estero. Con este método no se veían pobres en las calles de San Miguel ni en ninguna ciudad importante. No hay mejor pobreza que la que no se ve.
En Vicente López, debajo de un puente de la General Paz, viven algunos cartoneros. Duermen en una caja de madera y a la mañana calientan el agua para el mate en una fogata que hacen cerca de sus carros y elementos de trabajo.
Una mujer muy bien vestida los increpó a los gritos hace unos días. “¿No les da vergüenza? ¿A ustedes les parece justo que con los impuestos que yo pago tenga que levantarme a la mañana y ver esto?” Terrible despertar para esta señora tener que ver en el coqueto barrio de Vicente López este panorama tan decadente.
Hay que esconderlos a todos, como hacía Bussi, utilizando como alfombra la provincia vecina. Los podríamos enviar a algún país limítrofe: Uruguay, Paraguay, Chile, Brasil, Bolivia…
Porque muchos tienen una solución Bussi frente a estos problemas. Una forma de Justicia Social, una filosofía agnóstica: ver para creer. Lo que no se ve, no existe. Y de esta manera le damos solución a un problema que hasta hoy no la tiene.