Orden de captura

Lo trajo una tormenta. Muchos perros valientes se espantan con el ruido de los truenos y las bombas de fin de año. Entran en pánico, corren, pierden orientaciòn y  el camino de regreso a casa para siempre.
En cada barrio hay uno que no tiene dueño, que respeta a todos los vecinos y sabe cuando hay uno que no es de la zona y con mayor cuidado que un agente de seguridad, lo vigila. En Banfield hay uno que se llama Zorro. A éste los remiseros lo bautizaron Rawson, el nombre de la calle donde apareciò aquella noche de tormenta y son ellos los que le dan de comer y permiten que en los días de mucho calor, Rawson se eche una siesta al amparo del aire acondicionado de la oficina.
Durante el día tiene su recorrido propio. Se lo puede ver cerca de la avenida, en la plaza frente a la iglesia aunque no parezca ser muy religioso.
Rawson es un perro tranquilo y seguro. Su amplio mundo seguramente le ha otorgado un amplio vocabulario y un aire de seductor.
En una de sus recorridas encontró a una perra de raza, porque parece que esto de las razas puras e impuras no es asunto de los humanos solamente, y fue así que la perra noble cayó rendida bajo sus encantos y el escándalo de sus dueños.
Para lavar la afrenta, el mancillado honor familiar, fueron a la comisaría e hicieron la denuncia sobre este perro callejero, que no tiene dueño, como tampoco debe tener vacunas y seguramente será un peligroso agente portador de rabia, erradicada hace muchos años de estos barrios de buenas familias.
Se presentaron dos agentes de policía con los datos registrados en la denuncia. Los remiseros le contaron a los policías su historia, que no valía la pena pedir los servicios de la perrera, que ellos se encargarían.
Rawson no es un perro que pueda sobrevivir en cautiverio. No es un perro que pueda estar atado a una cadena o en un canil. Su alma peregrina lo impulsa a vagabundear por las calles del barrio donde decidió vivir.
Va a tener que andar con cuidado. Pesa sobre él una orden de captura.