El Bollini Club


En el año 1985, un arquitecto paranormal llamado Eugenio Ramírez, decidió abrir con un grupo de amigos paranormales como él,  un bar en Palermo Viejo, Serrano y Honduras para ser más precisos, al que bautizó El Taller.
La propuesta era la de un bar cultural, donde se pudieran ver espectáculos.
A meses de abrirse,  presentamos un show con Willy Landin que se llamó Alquimia, una mezcla de estilos de clown y café concert. Luego otro con Fernando Brucco “Porqué nosotros?”,  y finalmente me lancé a mi primer unipersonal que se llamó Solo Molo.
Allí trabajaron tipos como Los Melli, Eduardo Calvo, Pompeyo Audivert, Los Tramontina, Diego Capuzzotto. El público concurría sabiendo que iba a encontrar los viernes o sábados a la noche una buena banda de rock o de jazz, o un buen espectáculo de humor.
Allí nos cruzamos por primera vez con mucha gente.
Una noche en qué pasé a ver que onda, me encuentro con un grupo fabuloso: El Bollini Club. 4 tipos en escena con rutinas unipersonales y sketches grupales. Mortales. Eran fantásticos. Esos tipos que provocan risa y un aplauso de rúbrica inmediata.
El nombre llevaba como referencia el lugar donde se había montado la cocina donde se preparaba el plato: el Pasaje Bollini.


Nacho Rossetti, Diego Avendaño (Fransuá), Miguel Di Serio (Mesié Le Puasón), Rogelio Martínez, Pololo era la formación base que podía contar, eventualmente,  con invitados.
Había sketches deslumbrantes. Uno de ellos era la entrada de Nacho como Cristo sobre una cruz cargado en los hombros por el resto del elenco hasta subirlo al escenario y un monólogo estupendo que incluía a Jesús bailando Satisfaction. La otra era un arranque con Emerson, Lake & Palmer a todo volumen  y todo el elenco con un vestuario desopilante:  gorras de baño blancas, piloto blanco, pantalón blanco, botas de lluvia blancas, lentes negros y linternas alumbrando la sala a oscuras.


Eran formidables.
Terminaron de actuar y los fui a saludar. Nos encontramos como humoristas en los mismos lugares: Oliverio  Mate bar, por ejemplo. Me invitaron a participar en algunos shows. Me divertí tanto! Aprendí tanto!




Las fotos de aquellos momentos de noches históricas en el Bar El Taller perdieron calidad. El recuerdo sigue intacto.
Hoy que las carteleras están completas con elencos de stand up, se extraña una propuesta colectiva osada como lo fue ésta.
Con el tiempo, Nacho y yo nos hicimos amigos. Hoy compartimos otros proyectos. Nacho sigue sosteniendo (de los tenaces salen las epopeyas) que hay que volver a trabajos colectivos.
Brindo por ellos. El Bollini Club.