El extraño encuentro de Carlos Rabuffeti


Carlos Rabuffeti era un hombre risueño. Solía tomarse en broma a la muerte, a la astrología y a las carreras de embolsados. La muerte lo sabía y esperaba paciente porque pocas veces es piadosa y te lleva de un sueño a otro sin que te des cuenta. La muerte escucha muy bien, como escuchó a mi tío Vicente que siempre decía que prefería una muerte fulminante y lo fulminó un rayo en una tormenta de Santa Rosa. La muerte esperó a Carlos Rabuffeti en la esquina de las calles Sturiza y Entre Ríos, en la parada del colectivo 761, una línea de mala muerte, sabiendo que Carlos pasaría por allí puntualmente.

Lo vio venir y lo enfrentó de sopetón saliendo de su escondite detrás de un puesto de diarios.

-A vos te andaba buscando -le dijo sin avisar agua va como había hecho también en el Titanic.
Carlos dio un paso atrás sorprendido y observando a la mujer que lo miraba como nunca lo habían mirado, ni siquiera su madre cuando siendo un niño prendió fuego la cortina del comedor.
-Disculpame no te conozco.
-No me conocés pero te andás riendo de mí a mis espaldas.
-¿Sos la prima de Beto? ¡Cómo adelgazaste! -le dijo Carlos a modo de cumplido.
-¡Qué Beto ni que ocho cuartos! Todavía no lo tengo en la lista a ése pero decile que se cuide con la moto los días de lluvia porque son los que más me gustan para salir a cazar desprevenidos.
-Entonces, discúlpame pero no sé quién sos ni de dónde nos conocemos.
-Vos sos Carlos Rabuffeti y te escuché hablar de mí en las partidas de póker con tus amigotes, también en el Bar El ángel cuando cantaste “cuando la muerte que es grela”, desafinando como un perro y cambiando la letra del tango, en el velorio de tu abuelo Esteban contando chistes de viudas. Esperá que te sigo diciendo -hizo una pausa mientras sacaba de la cartera una libretita negra y la abría para leer.
-Perdón, ¿vos estás escuchando conversaciones ajenas?
-Todo lo que ves acá me pertenece. Todo. -dijo haciendo un círculo a su alrededor con el dedo índice de la mano derecha. El paraíso ése que está allí viniéndose abajo -dijo señalando un árbol a diez metros de donde estaban. Se está muriendo pero no se va a morir solo. En dos meses se va a venir abajo en una tormenta justo cuando pase el repartidor de diarios. Combo 2X1.
La muerte abrió nuevamente la cartera y sacó una varilla.
-¿Sabés que es esto? -preguntó.
-Parece una varilla para medir el aceite de los autos.
-Es mi varita mágica. Te toco con ésta en el corazón, te tapono la aorta y te vas en un silbido como se fue tu tía Rita.
-Mi tía Rita se cayó por una escalera.
-Se cayó por la escalera porque le dio un bobazo.
-Pero, ¿vos quién sos que sabés tanto de mí? -le preguntó Rabuffeti.
-¿Todavía no te diste cuenta? Sos medio lerdo. Me vas a dar un poco de trabajo, vos. Soy la muerte. Me viste varias veces de cerca y te andás riendo de mí como si no te fuera a tocar nunca estar en la lista, como estuvo tu perro Colita cuando vos eras chico.
-Mi perro Colita…
-No te pongas sentimental ahora. A vos te dijeron tus viejos que se fue al cielo y no te mostraron como lo enterraron en el jardín del fondo de tu casa. Ahí está Colita, al lado del Malvón.
-Colita era un perro joven…
-Pero estaba en la lista.
- ¿Hay una lista para morir?
- ¿Vos pensás que yo hago cualquier cosa, que ando improvisando como cualquier amateur? Conmigo no jodas porque tengo mis influencias y te hago saltar al tope. Hoy estás 1328 en el ranking y mañana estás jugando la final de Roland Garrós con el Paraíso aquel que le queda poca cuerda.
- ¿Para qué me buscabas? ¿Me llegó la hora?
- No si sigo el protocolo pero como te veo medio perdido te vine a advertir que si te seguís burlando de mí vas a aprender a tocar el arpa antes que el piano que tanto te gusta.
- ¿Es verdad que allá arriba se toca el arpa?
- Esa información no te la puedo brindar. Yo sigo el reglamento. Vine porque me caés simpático, tenés algunos chistes que me hacen reír de verdad en las horas muertas pero no me gusta un carajo que te tomes mi trabajo en joda.
- Disculpame no sabía.
La muerte estira el brazo y mira su reloj de pulsera.
-Me tengo que ir. 11.35 tengo que llevarme a un pelotudo que sale por YouTube haciendo firuletes con el skate. Se va a subir a una rampa y lo va a deslizar por una baranda. Así deslizando va derechito para llegar con el skate abajo del brazo. Nueve mil seguidores tiene ése pirado.
-Pobre pibe…
-No es ningún pibe, un pelotudo grande ya.
-No entiendo una cosa…-dijo Carlos. Hay otras personas, supongo, muriendo en este momento, y vos estás acá.
-Yo soy encargada de accidentes. Cada muerte tiene su especialidad. Yo me encargo de poner algo de aceite, aflojar alguna tuerca, empañar algún vidrio, apretar algún acelerador…
-¿Y porqué a mi tía Rita le provocaste un infarto?
-¿Vos te acordás que cuando eras chico ella jugaba a que se caía por la escalera?
-Siiiii! Era muy graciosa
-Bueno, con la muerte no se juega. Terminala con los chistes bobos, ya te lo advertí. Seguí con los chistes simples que me divierten mucho. Chau Carlos.
Y se dio media vuelta y apuró el paso porque llegaba tarde a su próxima cita.