Querido Hormiga:
¿Cómo estás, hermano? Te hago llegar
esta carta por Lili, que además de visitarte (un fierro resultó Liliana.
Siempre tuviste buen ojo para las mujeres) me tiene al tanto de todo lo que
pasa allá.
Estoy en Cascante, un pueblo chico
cercano a Tudela. Es un lugar tranquilo, de pocos habitantes, con buena gente.
Hago una vida tranquila dejando pasar el tiempo.
Se que el Mencho fue a parar a
Resistencia después de diez días en terapia intensiva pero no tengo idea del
destino que le dieron. Fue el que más corchazos recibió y ahora se sabe que el
Turco se alzó con su parte dejándolo tirado.
Cualquiera puede decir que no tuvimos
suerte. Hasta la gente estaba de nuestro lado y hacía fuerza para que no nos
agarraran. Y esto no me lo contaron, lo vi yo cuando estuve en Fray Bentos. Los
diarios lo hicieron más épico de lo que fue en realidad.
Dos años de laburo metódico para
perder por la batida de una mina que nunca me cayó bien, vos lo sabés, lo
hablamos varias veces. Pero también el Negro fue un pelotudo de dejar ver el
botín y decirle que se rajaba sin ella. El cerebro de un pajarito tiene el
Negro. Todavía no sé cómo lo pusimos de chofer.
Soñé con este trabajo durante meses.
Me despertaba de madrugada porque aparecía en las pesadillas algo en lo que no
había pensado. Cuando Tato se murió en el medio del túnel creí que todo se iba
a la mierda. No pensamos en hacernos un exámen médico antes de empezar el
laburo. Todavía me pregunto cómo conseguimos sacarlo. Si hubiese pasado el día
del robo estaríamos todos muertos o seríamos vecinos tuyos de celda.
Cinthia y yo terminamos en Cádiz.
Desde aquella noche en que sospeché que tenía algo con el Turco no remontamos
más. Le dí un buen fajo pero nunca le dije dónde pensaba ir. No es buchona pero
por ahí cae por inocente.
Me gustaría poder hablar con vos
personalmente, tomarnos unos whiskies en el bar de Pacha para poder contarte y
que me escuches como nos escuchamos siempre. Hoy esto es imposible y hace meses
que doy vueltas con un entripado hasta que Liliana me sugirió que te
escribiera. Como siempre, lo que nadie puede decirte termina en boca de los
amigos.
Se que andás bajoneado porque tu hija
no va a visitarte. No pasa nada con vos. No va a verte por vergüenza. Tu hija está
embarazada de seis meses. Fue a visitarte hasta que la panza comenzó a notarse
y no podía contarte qué había pasado.
El padre de la nena, porque sabemos
que es una nena, es una lacra que se acercó con la esperanza de poder sacarle
información sobre tu parte del botín. La plata sigue en el lugar de siempre
esperándote. Cuando me enteré que la había golpeado llamé a los muchachos y lo
hice atender. Le quedó clarito y no le vieron más el pelo por el barrio. Mandé
plata para ayudarla que le llegó por Liliana. Tu hija no sabe que fui yo. Estoy
seguro que vos, en mi lugar, hubieses hecho lo mismo.
No quería, hermano ser yo el que te
cuenta lo que está pasando. Somos los únicos que seguimos en contacto. Se que
la celda muerde las entrañas cada noche. No me parecía justo que la cabeza
girase en falso por un pensamiento equivocado. Creo que la vergüenza de tu hija
no es por la nieta que viene sin padre sino por haber sido embaucada por un
perejil.
Sospecho que el Turco está en Brasil.
Es muy probable que se mande algún moco y caiga como el pelotudo que siempre
fue.
Sé que esta carta te llega sin el
filtro de las razzias. Si aceptás un consejo de éste hermano quemala ni bien
puedas. Muchas veces aprovechan estos datos para pegarte en la matadura y
mantenerte doblegado.
No te voy a pedir que resistas porque
te conozco y sé que vas a aguantar hasta salir. Después será cuestión de
subirse unas horas a un avión para nos tomemos el whisky que nos debemos.
Te mando un abrazo de hermano,