Las buenas familias y la propiedad privada

 


Adolfo Bullrich

Un tal Martínez de Hoz, y esto de la Hoz fue como una señal premonitoria, en su carácter (porque carácter le sobraba) de presidente de la Rural, financió el extermino de los pueblos originarios de nuestro sur patagónico.
Se dividieron en 5 dueños 2 millones y medio de hectáreas ganadas con el sudor de la frente de los soldados y la sangre de tehuelches, patagones, mapuches y otras comunidades.
Rauch, un prusiano especialista en exterminio vino a ejercer su profesionalismo en nombre de unos pandilleros saqueadores que no se movieron de Buenos Aires a la espera de la llegada de la encomienda de prisioneros que los servirían como personal doméstico.
El que hizo justicia en todo este asunto fue Arbolito, jefe indio, cortándole la cabeza a Rauch y quitándole de manera radical sus ideas.
Rauch tiene un pueblo con su nombre y a Arbolito lo nombramos solo en Navidad o en la city con el cambio de moneda.
Los Bullrich hicieron el papel de inmobiliaria en esta obra argentina pero no fue necesario hacer guardia para mostrarle las propiedades a los usurpadores.
En toda América hicieron lo mismo con la suficiente habilidad para engañarte con su nobleza y señorío y hacerte levantar la voz por ellos que son gente muy educada y no grita aunque a veces les descerrajan un balazo en el marote a sus esposas en la intimidad de sus countries, cuando creen que peligra alguno de sus derechos, porque para derechos no hay como ellos.
Extrañamente, personas de rasgos aindiados suelen sacar sus banderas para decir Todos somos el campo aunque lo correcto sería expresar We are the country, pero el inglés no se ha divulgado convenientemente en las escuelas argentinas.
Qué chévere o qué Etchevehere, según sea el caso.