Escribiendo

 


Llegué desnudo y gritando,

empapado en sangre como el Mundo,

como quien abre una puerta y se detiene,

como quien atraviesa la incertidumbre.

No cabía en mí todo el asombro

y no sabía ni imaginaba

que iba a andar más tarde

maravillado y absorto

ante tanta belleza y tanta podredumbre,

entre tanta gloria y tragedia.

Me quise preservar,

ser un distinto,

que la voz de la maldad no me contamine,

ni el odio me carcoma,

ni la miseria me sea indiferente,

ni el dolor ajeno me haga mirar para otro lado.

Escuché las dos campanas

y no eran de la iglesia que tiene solo una,

pasé las de Caín y las de Abel,

leí, vi, lloré y me reí como un loco.

A sesenta años de aquel día

la vida me sorprende escribiendo.