Dicen que fuimos cinco millones, que es la
convocatoria popular más grande del mundo a la fecha.
Algo pasó para que esto sucediera.
Lo que ha generado en la gente este equipo no es
casual, es un concentrado de ingredientes.
¿Cómo retribuirle a este equipo los abrazos y las
lágrimas que generaron junto a nuestros seres queridos?
¿Cómo agradecerles tanta euforia, tanto pecho
inflado de orgullo?
No fuimos solo argentinos los que festejamos este
título.
En diferentes lugares del Mundo se festejó uno de
los pocos actos de justicia que suceden cada tanto.
Porque hubiese sido injusto que este equipo no
levantara la copa por un capricho del azar que también en el fútbol juega y
cómo.
Hubiese sido injusto por Messi y por todo lo que
hicieron sus compañeros para que su Capitán obtuviese el único trofeo que hasta
hace unos días le había sido esquivo.
Messi en estos años de frustraciones con la camiseta
de la selección, además de los golpes arteros de sus rivales, soportó los de un
puñado de mediocres que siempre quedan encandilados con los que brillan tanto y
no pueden asimilar tanta luz.
Este equipo concentró los anhelos de quienes a
diario cargan sobre sus espaldas un sinnúmero de desdichas. Este equipo superó
a adversarios y a villanos.
Es la tercera vez que veo a Argentina levantar la
copa, la más pesada y gloriosa de todas, repleta de suspenso, de tensión y de
llanto.
Gracias a todos los que lo hicieron posible. Para ellos estas líneas.