Fugaz

Vos te fuiste, yo me quedé

perdido y angustiado como un niño en la penumbra,

ausente, exiliado.

Recordé el primer encuentro

cinco pisos en ascensor duró el viaje hasta tu cuarto.

Los naipes barajados

que no saben de noches ni de horarios

fijaron un destino de buena suerte fugaz

como el de las estrellas,

las chispas de las leñas,

la voraz lengua de fuego en el cañón de una pistola.

No era permitido hablar de muerte,

de ríos de lágrimas ni de tragedias.

La vida breve transcurría

al ritmo de un carromato de circo en plena gira.

Toda la cama era una isla

y alrededor de ella un mar de nada.

Por eso nos costaba tanto incorporarnos,

ponernos de pie y zambullirnos al abismo

de los días numerados y las direcciones falsas,

el giro interminable de las agujas del reloj,

los días de tormenta invernal en Buenos Aires

y ese agujero negro en medio del pecho.

Ya vuelvo me dijiste, yo esperé

con la inútil esperanza de los reos,

con el sueño inconcluso

y la neblina espesa.

Te escribo, prometí y no lo hice

como no lo hago ahora.