Marketing directo y de riesgo

 


Freddy, mi histórico negocio proveedor de frutas y verduras abandonó su comercio para dedicarse a la profesión para la cual se formó. Su esposa, Lucy, me recomendó que le comprara a un colega ubicado a tres cuadras de mi casa: Robert.

No llevaba mucho tiempo comprándole y dudaba de que me identificaran. Estoy seguro de que ignoran dónde vivo.

Volví de un viaje un domingo a la mañana sin efectivo y los cajeros automáticos de los bancos cercanos a mi casa no tenían billetes. Fui hasta el local de Robert. Lo encontré con la persiana baja pero él conversaba en la vereda. Le expliqué mi situación preguntándole si me fiaba hasta el día siguiente cuando contara con el efectivo. Abrió el local, colocó en una bolsa lo que le había pedido y cuando me disponía a salir me preguntó si necesitaba dinero porque él me lo prestaba. Sacó y abrió su billetera. Sonreí. Le agradecí el gesto. Al día siguiente le pagué a su esposa porque Robert no estaba.

Soy lo que se define como un cliente cautivo