El ciego

 


Cuando ingresé al vagón del subte estaba cerca de la puerta de acceso con su acordeón colgado de los hombros y el bastón blanco en la mano izquierda hablándole a la gente.

Hablaba de la sociedad, a veces con enojo, de esta sociedad de la que formamos parte. Lo escuché con atención.

Habló de la indignidad, de un horror más profundo que su propia ceguera, la ceguera de todos los que lo rodeábamos, de la inmundicia política, de la inercia social, del desastre al que nos conduce este gobierno o desgobierno, de las manos inescrupulosas de siempre, de la injusticia.

Un ciego que veía todo claramente e invitaba a abrir los ojos como él.