Me levanté igual que la otra vez y como contra México me puse la remera negra mangas largas , sin lavar, pese a que estaba caluroso y el detalle me sirvió para tener espacio en el colectivo en el viaje de vuelta cuando me tomaba del pasamanos.
El mismo boxer, las mismas medias y las mismas zapatillas.
Tomé el mismo colectivo, como para llegar con tiempo y encontré la escena dispuesta.
Todos igual, en los mismos lugares, mi hermana en la silla de la cocina, digamos como último hombre, por si en cada ataque, los alemanes superaban el hechizo de los cuernitos contra el televisor, mi otra hermana en el comedor, mi sobrina embanderada con gorro y una corneta que aprendió a hacer sonar como la bocina de un transbordador.
3 minutos y nos cabecean en la puerta del área chica y gol. ¿Cómo entraron? ¿Cómo no iban a entrar si esa zona contra México era de mi vieja que se sentaba en la cabecera de la mesa del living y ahora no? Aprovecharon el hueco que dejó mi vieja los hijos de puta.
No sirvieron las súplicas, los ruegos ni las amenazas de pasarle la dirección a la barra brava de Chacarita para que se den una vuelta cuando regresen de Sudáfrica. Mi vieja no se movió y por allí entraron casi todas las veces, por el lateral izquierdo.
No señalen a Diego, no culpen a Messi, no busquen responsables. La responsable vive en Olivos.
Tengo los datos y la foto bien clarita. Ella no admite porque no cree. Con los ateos es así. Ateos fundamentalistas son.