El Ñato Peralta fue el boxeador más impresionante que he
visto en mis años de aficionado al deporte de los puños. Dueño de una pegada
fenomenal, un físico privilegiado, sino hubiese caído como cayó en los
dormitorios de varias vedettes buscadoras de fama, no lo hubiese desparramado
tan aparatosamente el paraguayo Gimenez en la pelea por el título sudamericano
en Bahía Blanca aquella fatídica noche de invierno del 97.
Peralta
se hizo de abajo, a los golpes, como la gran mayoría de los boxeadores importantes. Su primer gran entrenador fue su padre, que a edad temprana le dio
sus primeras grandes palizas. Como Peralta no estaba en condiciones de medirse
con él por la gran diferencia de categoría,
descargaba sus puños y su sed de revancha contra su madre, con quien
consiguió sus primeros Knock outs.
Rocky
fue una película que lo marcó definitivamente. Fue tal la admiración por el
personaje que el Ñato comenzó a imitar a Balboa en su forma de entrenar y luego
a Stallone en su forma de hablar y moverse, recitando textuales las frases de
la película en su más que precario inglés,
lo que hacía que en las conferencias de prensa nadie entendiera lo que
decía. Una vez escuchó que alguien dijo: “Tiene una papa caliente en la boca”.
Se bajó inmediatamente del estrado y le dijo “Yo tengo una papa caliente y vos
tenés esta castaña” y le puso una piña en medio de la frente que le dejó
sellado como un tatuaje la pequeña imagen del escudo de Independiente que tenía
en el anillo de oro.
Muchos
juicios se comió, dejó mucha gente en mal estado cuando se tomaba unas copas y
se quería agarrar a los golpes. Dicen, no se si será cierto, que iba siempre
acompañado de un amigo de la infancia que andaba con una campanita de bronce y
cuando tenía ganas de pelear le decía: “Turco, la campana” y cuando el turco la
hacía sonar él gritaba “Segundos, afuera” y arremetía a las piñas limpias
contra todo lo que se le parara en enfrente y decía “Contá turco, contá cuántos
están en el piso”
Fue
famoso en los boliches de moda por las propinas a los mozos y por los golpes
que propinaba a quienes sospechaba que le miraban a la mujer que estaba a su
lado.
En
sus primeras épocas, cuando entrenaba con el maestro Zalazar, sus peleas no
duraban 3 asaltos. De allí el mote “Banda inexperta”. Miedo metía. El quería
madrugarte antes de empezar y ya en los pesajes te hablaba y te amenazaba.
“Hacé el testamento ahora que podés firmar” les decía.
Otra
de sus grandes era cuando se miraba y se medía con el rival antes de comenzar
la pelea. Una noche subió al ring y le dió al Chino Luna una tarjeta en el
saludo previo y le dijo “es del dentista
que te va a poner los dientes de nuevo”.
Hablaba
con los rivales en la pelea, con el ringside, con el jurado, con el árbitro y
si hubiese tenido un teléfono a mano hablaba hasta con la mujer.
Era
una máquina de recaudar. Cuando nockeó al francés Sougier en París, se le
acercaron todos los vendedores de auto de alta gama a ofrecerle el mejor coche.
Destrozó aquel Mercedes contra un puesto de diarios en la primer salida. No sabía manejar, pero había que
permitirle cualquier cosa porque él era el Ñato Peralta. Aquella madrugada declaró: "Soy noticia siempre. Si sabía que era tapa de hoy me quedaba en el puesto a esperar los diarios."
Me
acuerdo cuando salió en la tapa del Gráfico con el habano en la boca y el
título “Mas grande que el mono”. Nadie le pudo hacer entender cuando vio la
revista que era una referencia a Gatica mientras tenía agarrado al periodista
de la corbata.
Se
ganó muchas críticas cuando al preguntarle sobre Cassius Clay declaró: “Es mas
lo que baila que lo que pelea. Para eso voy a ver al Chúcaro con Norma Viola”
La
Asociación lo suspendió de por vida aquella noche en Bahía Blanca cuando esperó
al paraguayo Giménez después de su derrota en el estacionamiento con un
matafuego en la mano. Alcanzó a pegarle una vez y lo dejó con conmoción
cerebral una semana. Fue preso y no se supo nada más de él. Algunos dicen que
es cuidacoches en Dontorcuato, que cuando le dejás el auto te dice: “Andá
tranquilo, que te lo cuida Peralta”