El Globo rojo es libre


El Globo rojo es libre. El Globo rojo es libre y es mágico. Huyó de la cinta de un film en blanco y negro, donde el único detalle cromático distintivo era su color. Cruzó los cielos de Almagro y elegió como forma terrenal una librería. Le confirió su magia, iluminó el lugar con su espíritu. Durante diez años, por alguna razón que desconocemos, abandonó su esencia nómade y dijo aquí, muy cerca de la esquina de Humahuaca y Medrano.

Los que tuvimos el privilegio de visitarlo sabemos que los estremecimientos del lugar no son producto del paso del subte, que los murmullos no son obra de otras almas que las que habitan en los libros. Yo me llevé de allí el destino de Cristo según la voz de Saramago, las historias clínicas del hospital siquiátrico de Madrid en la pluma de su director, Vallejo-Nájera. Yo fui testigo de tempestades en alta mar, de tifones, de atardeceres calmos y rojizos sobre un campo de trigo.
El inimitable perfume de los libros crea la atmósfera. Y creo que los niños del barrio se 
acercan a mirar, orientados por las piedritas que cada noche dejan como rastro Hansel y Gretel.




También hay juguetes. Juguetes especiales que recrean con nosotros el juego al que siempre invita un libro.










En una de las paredes hay fotos que captaron las escenas de estos diez años de vuelo.



Entre esas cuatro paredes sin señales hay miles de millas recorridas por Verne y sus colegas, cronopios que Julio describió, imágenes en versos apasionados, algún beso aún latente.








El Globo rojo es libre, tan libre como el amor, el destino o la palabra.